Si algo ha dejado en evidencia la crisis del coronavirus ha sido los pies de barro del modelo de “no hay alternativa” o el sistema menos malo. El capitalismo desde el minuto uno de esta crisis sanitaria ha dejado ver sus múltiples carencias y su carácter violento. La prioridad para los gestores del sistema siempre ha sido salvaguardar los intereses económicos de la burguesía, por encima de las vidas humanas y los criterios sanitarios. La clase obrera ha visto agudizadas las agresiones que sufre sin ambages, por parte de un modelo de sociedad que la condena a jugarse la vida yendo a trabajar en plena pandemia para sostener la tasa de ganancia de los parásitos capitalistas.

Las tareas de cuidado, aunque se ejercen también como una profesión o un oficio, son hechas mayoritariamente por mujeres dentro de sus propias casas. En el actual contexto por el que atraviesa el mundo, ante la permanencia y avance de la COVID-19, su aporte se hace aún más valioso, y con ello la importancia también de compartir las responsabilidades.

La Miguelito Pepe es “una organización argentina de educadorxs populares que luchan con compromiso militante por la dignidad y el protagonismo social y político de niñas, niños y adolescentes de las clases populares”. Así se declaran.

Recientemente publicó en su Facebook cifras sobre la realidad que viven niñas y niños en tiempos de pandemia.

En España se detectaron en la primera semana de cuarentena 17 mil descargas de pornografía infantil. Y se registró en la segunda un aumento de un 25 %. En Italia se incautaron 108.124 GB de contenido de pornografía infantil; se realizaron 181 denuncias y se acometieron 83 delitos por pornografía. Por su parte en Argentina “ocho de cada diez niñxs abusadxs pudieron decirlo en la escuela a sus maestrxs. La mayoría en clases de Educación Sexual Integral. Cero niñxs van hoy a la escuela”.

El gobierno ha anunciado que en mayo implementará el ingreso mínimo vital, una renta que recibirán aquellos hogares con ingresos muy escasos o sin ellos, como ayuda para cubrir sus necesidades más básicas. Aunque no se conocen todos los detalles, se han adelantado algunas aproximaciones: beneficiará a un millón de hogares y su cuantía está aún por concretar, variando en función de la situación familiar y su nivel de renta. Además, será una medida de carácter permanente y estará, según dicen, vinculada a la inserción laboral. También se conoce que complementará a las ayudas autonómicas ya existentes y que su coste rondará los 5.500 millones de euros anuales (1).

En Plata Quemada Ricardo Piglia relata la historia real de la persecución de unos atracadores de banco argentinos hasta su asesinato en Uruguay. Al final de la escapada están confinados en un edificio completamente rodeados de policía, saben perfectamente que solo saldrán esposados o muertos. Optan por salir muertos. En esta situación fatalista, quizá como un gesto de protesta primitivo, deciden lanzar por la ventana los billetes del botín ardiendo. Ese gesto, incomprendido, vuelve en su contra la opinión pública que hasta entonces empatizaba con ellos. ¿Por qué queman el dinero? Es incomprensible. El dinero es inocente, dice un personaje en un momento. Se simpatizó con el atraco ante la precariedad vital de la clase popular y la ausencia de víctimas (un tópico que va desde la fraseología popular a El Dioni o La casa de papel), pero la quema del dinero lo despoja de sentido: es un acto cruel, sádico. Es, si vale el juego de palabras, la chispa que legitima la intervención violenta de las fuerzas especiales de la policía.

Hay enfermedades a las que llaman huérfanas, también se les conoce como olvidadas. Al parecer pocos se ocupan de investigar sobre ellas: la leishmaniasis, la malaria, la tuberculosis, la lepra, la enfermedad del sueño, el chagas.

Hay otras en cambio, que son las consentidas de la industria farmacéutica, encabezan la lista de prioridades en lo que a recursos para la Investigación y el Desarrollo (I+D) se refiere: el cáncer, las enfermedades cardiovasculares, las mentales, los desórdenes neurológicos, la calvicie, las arrugas, la impotencia sexual, la celulitis y hasta la adaptación a husos horarios.

Para combatir el brote de coronavirus, el Gobierno decretó el estado de alarma  que, entre otras medidas, obliga a toda la población a un periodo de confinamiento que ya se prolonga varias semanas y que desconocemos el tiempo que continuará.

 

Hemos llegado a una cifra record de desempleo, tanto en términos temporales como en destrucción neta de empleo, con una subida alarmante de la pobreza, con 1,1 millones de familias que tienen a todos sus miembros en paro y más de 600.000 hogares sin ningún ingreso, con una escalada represiva y más de 800.000 sanciones a la población, con un déficit de servicios públicos fruto de años de privatizaciones que han diezmado a la población más vulnerable y ante la ya anunciada recesión de la economía y contracción del PIB, no vamos a quedarnos impasibles ante el plan de la oligarquía para que nuevamente sea el pueblo trabajador quien pague la crisis capitalista. Todos nuestros derechos están amenazados en este momento; todos los ganamos luchando y todos los podremos perder si no los defendemos con todas las herramientas que tengamos a nuestro alcance.

El exilio cultural republicano español es mayormente conocido y con cierta tradición de estudio en lo referente al exilio en Latinoamérica y Francia, dejando en el olvido por parte de la historiografía institucional y academicista al exilio cultural en la URSS.

En este 81 Aniversario del comienzo del exilio republicano español es una necesidad cultural e histórica la recuperación del exilio cultural republicano y comunista en la Unión Soviética y su gran aportación al mundo de la cultura republicana española en el exilio.

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