¡Por fin buenas noticias! Tras diversos intentos, nos anuncian a bombo y platillo que se deroga la Ley Mordaza. Bueno, no exactamente, se reforma la Ley Mordaza. Mejor dicho, se retoca un poquito la Ley Mordaza. Vaya, que el gobierno retoma el asunto de la Ley Mordaza. Quizás no lo hemos entendido bien, pero algo han hablado de la Ley Mordaza, porque nosotros lo hemos oído ¿No me digan que no es un formidable acontecimiento?

En tres ocasiones, por lo menos, amagaron con meterle mano; pero, por una cosa o por otra, siempre se retorcía el plan, a última hora. Tampoco el coronavirus ayudó y el proyecto se retrasó un año más.

En realidad, a la ley le habían puesto un nombre muy terrenal: Ley de Seguridad Ciudadana. Sonaba muy bien, aunque la gente, siempre tan lenguaraz, enseguida le buscó mote.

Qué hermosos tiempos aquellos, cuando Juan Carlos aceptó solícito la Jefatura del Estado. Todo resultaba tan lirondo... Se iniciaba una democracia joven, jaranera, cachonda. El PCE  puso mucho de su parte,  con la entrega de las llaves para una nueva Constitución y la renuncia a lo que hiciera falta para no alborotar el gallinero...

Es cierto que hubo varios centenares de muertos, pero aquello era la Transición, tampoco se podía soñar con un cuento de hadas tras 40 añazos de brutal dictadura. Españita avanzaba hacia una nueva etapa histórica, hacia la modernización y  gozaba  de los parabienes de EEUU, que consideraba la Transición española un logro fundamental en su política exterior.

Ayuso es el personaje más mustio y espeluznante del momento. Ha convertido la sanidad madrileña en un espectáculo oscuro y lúgubre que el alcalde Almeida trata de alumbrar con una navideña y kilométrica bandera española porque, según sus cálculos, el rojo y el gualda tienen poderes curativos para acabar con la crispación e incentivar al comercio.

En cuestión sanitaria también andan muy clarividentes. Ayuso se embarcó en junio en un proyecto que sorprendería al mundo: la construcción de un hospital destinado a enfermos de Covid, a levantar en una zona desierta de las dimensiones de seis campos de fútbol. El hospital debía estar en funcionamiento para tratar el rebrote que se preveía en otoño. 45 millones de euros tienen la culpa, y una decena de empresas que rápidamente se pusieron manos a la obra: Ferrovial, Dragados, Sacyr y otros conocidos.

Para la derecha, caza y tauromaquia tienen un toque de distinción muy delicado y son las tradiciones más arraigadas en la cultura de España.

El Gobierno de España, tan sensiblero con las manifestaciones culturales, sale al ruedo e incluye la tauromaquia en el sector cultural y en esa voluntad de “no dejar a nadie atrás” aprueba un plan, a través de una línea de crédito de 40 millones, para las empresas dedicadas a “las bellas artes” y bonificaciones fiscales en favor de la caza para matar dos pájaros de un tiro: garantizar la continuidad de esta tradición cultural y aplacar los efectos de la crisis de la Covid19.

No podíamos renunciar a darle la enhorabuena al nuevo candidato al Premio Nobel de la Paz.

Dicen que un parlamentario ultraderechista noruego llamado “Christiansuputamadre” (no hay posibilidad de recordar el apellido) ha visto que en el Presidente de EEUU se condensaban los más altos valores para ser merecedor del preciado galardón, y va él y le escribe una cartita al Comité de los Nobel y lo propone.

Oye, no es que pidamos la decapitación ni la horca pero juzgarlo sí, que vemos que no va a haber forma humana de meterle mano al tipo este.

La Fiscalía del Tribunal Supremo, no es que se haya dado mucha prisa, pero ha acabado considerando que Juan Carlos de Borbón ha podido cometer un delito de fraude fiscal y otro de blanqueo de capitales, al haber ocultado, desde 2014, una importante fortuna al fisco español. Buscan aclarar el destino de 100 millones de dólares recibidos de Arabia Saudí por el cobro de comisiones que según la amiga entrañable del ex-rey, se repartieron entre varias personas.

¡Para lo que ha quedado el barrio de Salamanca! Aquella balsa de aceite en la que todo era conformidad con lo que Dios disponía, aquel remanso de paz donde coexistían mansamente militantes de Acción católica, Consejeros de Banca, Subsecretarios, Ministros, hacendados, duques, grandes de España , señoras viudas de rentistas y aristócratas , curas, boticarios y gente de mucho lujo, pompa y fachenda, se ha convertido, en los últimos días, en un suburbio de seres primitivos y camorristas, un arrabal donde la cortesía y los buenos modos han sido desplazados por el griterío, el abucheo, la vulgaridad y las bajas pasiones de matachines pendencieros

Con el alma en un puño, todas las noches echamos un padrenuestro porque la posibilidad de una nueva convocatoria electoral nos tiene sin resuello.

¿Quién nos iba a decir que tras unos resultados tan favorables para el PSOE, la cosa se enconaría de una manera tan atosigante y que entraríamos en este estado de angustia viendo que el affaire no va ni “palante” ni “patrás”?

Pedro & Pablo, se han empeñado en formar un gobierno de izquierdas y están metidos en un atolladero que no hay Cristo que los desembarranque. Pero... ¿quién les ha pedido hacer semejante cosa? ¿qué necesidad? ¿Qué maléfica fuerza les empuja a constituir un gobierno de izquierdas?

!Qué poquito dura la alegría en casa del pobre, coño! Cuando Maxim, después de juramentar por su conciencia y honor, echó mano de la cartera que llevan los hombres prestigiosos, ilustrados e instruidos, nosotros, inmediatamente vimos en él un figurín, un homo erectus, airoso, gallardo y con una sonrisa cautivadora.

Parecía imposible que el PSOE hubiera acertado con el gobierno de nuestros sueños. Once mujeres como once cartuchos de dinamita, Grande Marlasca, Borrell y además Maxim, no me digan ustedes que el Gobierno no se presentaba como una gracia divina.

Pero de pronto, después de una entrada triunfal y ceremoniosa en el gobierno de los progres, por culpa de unas cuentas mal echadas, nuestro Maxim, el de la tele, el del premio Primavera, el del twitter, el nombre que Sánchez había guardado en secreto hasta última hora para deslumbrarnos, por culpa de la ignorancia y estupidez de los que no entienden de sociedades ni de cálculos, tuvo que dejar el deseado Ministerio como un alma en pena, cabizbajo y hociquirromo. Oye, de verdá, lo que pasa en este país no tiene nombre ¿eh?

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