Una de las contribuciones cruciales de Engels fue su crítica de la noción de la conquista humana de la naturaleza, haciendo un diagnóstico de la incapacidad de la sociedad humana, y en particular del modo de producción capitalista, para prever las consecuencias ecológicas de sus acciones; identificando ya las consecuencias físicas no deseadas de la interferencia del ser humano con la naturaleza, como la tala de bosques y la desertificación. Engels, en palabras de Needham, señalaba que “puede llegar un día en el que la lucha del ser humano contra las condiciones adversas de nuestro planeta se haga tan severa que haga imposible la continuidad de la evolución social”, refiriéndose a una posible extinción de la especie humana. El biólogo J.B.S. Haldane consideraba a Engels la “fuente principal” de la dialéctica materialista.

Citando a Needham: “Marx y Engels tuvieron la audacia de afirmar que [el proceso dialéctico] se da de hecho en la propia naturaleza en evolución, y que el hecho admitido de que se da en nuestro pensamiento sobre la naturaleza se debe a que somos, y nuestra mente lo es también, parte de la naturaleza. No podemos considerar la naturaleza más que como una serie de niveles de organización, una serie de síntesis dialécticas. De la última partícula al átomo, del átomo a la molécula, de la molécula al agregado coloidal, del agregado a la célula viviente, de la célula al órgano, del órgano al cuerpo, del cuerpo animal a la cooperación social, se completa la serie de niveles organizativos. Nada más que energía (como llamamos ahora a la materia y el movimiento) y niveles de organización (o las síntesis dialécticas estabilizadas) han sido necesarios para construir nuestro mundo”.

La ciencia admite que la era geológica del Holoceno, que comenzó hace casi 12.000 años, llegó a su fin en los años 1950, y ha sido desplazada por la era del Antropoceno,

La valoración más sucinta y penetrante de las contribuciones de Engels a la dialéctica de la naturaliza hecha por un científico natural se encuentra en un panfleto titulado “Engels como científico” del científico marxista J.D. Bernal de 1936: “el concepto de naturaleza se consideraba siempre en su conjunto y como proceso”. Al comentar la primera de las tres leyes dialécticas o principios ontológicos que Engels había tomado de Hegel Bernal subraya su carácter fundamental para el pensamiento natural. Engels dice “las llamadas constantes de la física no son en general más que la designación de puntos nodales donde la adición o sustracción cuantitativa del movimiento trae consigo un cambio cualitativo en el estado del  cuerpo en cuestión”. El enfoque de Engels, como señalaba el matemático marxista británico Hyman Levy, apuntaba ya al concepto de “transición de fase” que se utiliza en la física moderna. Este principio dialéctico se aplica hoy también a la biología: por ejemplo, el aumento de la densidad de población en microorganismos (un aumento cuantitativo) puede llevar a un cambio en la expresión genética, llevando a la formación de algo nuevo (un cambio cualitativo).

La segunda ley de Engels (la interpenetración de los opuestos), según la explicación de Bernal, remite a dos principios conectados: 1) todo implica su opuesto y 2) no hay líneas rígidas y fijas en la naturaleza.

La negación de la negación, tercera ley dialéctica informal de Engels, trata de indicar que todo lo que hay en el mundo, en el curso de su desarrollo histórico o evolución en el tiempo, está destinado a generar algo distinto, una nueva realidad emergente, con nuevas relaciones materiales y niveles emergentes, a menudo por el efecto de factores recesivos o elementos residuales previamente superados pero que aún se conservan en el presente.

Para Engels el punto de partida para una comprensión racional del medio ambiente se hallaba en la máxima de Francis Bacon de que “solo se dominará a la naturaleza obedeciéndola”, esto es, descubriendo y conformándose a sus reglas. Sin embargo para Marx y Engels este principio baconiano, en la medida en que se aplicaba en la sociedad burguesa, se usaba como una “astucia” para conquistar la naturaleza y someterla a las leyes de acumulación y competencia del capital. La ciencia se había convertido en un mero apéndice de la obtención de beneficios y se consideraban los límites de la naturaleza únicamente como obstáculos a superar.

Esta profunda perspectiva crítica-materalista llevó a Engels a enfatizar el sinsentido del tópico de la “conquista de la naturaleza”, como si la naturaleza fuera un territorio extranjero que pudiera ser sometido a voluntad, como si la humanidad no se encontrara ya en medio del metabolismo terrestre. A cada paso los hechos nos recuerdan que nuestro dominio sobre la naturaleza no se parece en nada al dominio de un conquistador sobre el pueblo conquistado, que no es el dominio de alguien situado fuera de la naturaleza, sino que nosotros pertenecemos a la naturaleza, y que todo nuestro dominio sobre ella consiste en que, a diferencia de los demás seres, somos capaces de conocer sus leyes y de aplicarlas.

Para poner en su justo contexto nuestro título comenzaremos citando a Paul Blackledge: “La concepción de Engels de la dialéctica de la naturaleza abre un espacio desde el que se pueden entender las crisis ecológicas como derivadas del carácter alienado de las relaciones sociales capitalistas”. Y Walter Benjamin en 1940 en los “Paralipomena” de su Tesis sobre filosofía de la historia resalta que “Marx decía que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Pero quizás sea al contrario. Quizás las revoluciones sean un intento de los pasajeros a bordo del tren (es decir, de la raza humana) para tirar del freno de emergencia”.

En el Anti-Dühring, Engels señala que la clase capitalista era “una clase bajo cuya dirección la sociedad corre hacia el desastre como una locomotora cuya válvula de seguridad está atrancada y el conductor no logra abrir”. Engels defendía que “si el conjunto de la sociedad moderna no ha de perecer debe llevar a cabo una revolución en el modo de producción y distribución”. Al igual que Marx, Engels estaba horrorizado por los “holocaustos victorianos” del colonialismo británico, tales como las hambrunas producidas por la destrucción de la infraestructura ecológica e hidrológica en India y la expropiación y exterminio devastadores infligidos a la ecología y el pueblo irlandés. Para Marx y Engels las fuerzas productivas se refieren a algo más que la simple tecnología. Marx insiste en que el instrumento o fuerza de producción más importante son los propios seres humanos. Así, la expansión de las fuerzas productivas se refiere a la expansión de las habilidades y poderes productivos humanos.

En el análisis de Engels (igual que en el de Marx) la producción nunca se considera como un fin en sí mismo, sino más bien como un medio para la creación de una sociedad más libre e igualitaria, dirigida al proceso de un desarrollo humano sostenible. Como la antropóloga marxista Eleanor Leacock señala, en la Dialéctica de la naturaleza Engels trató de elaborar una base conceptual que permitiera entender la interdependencia completa de las relaciones sociales humanas y las relaciones humanas con la naturaleza.

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