Las formas concretas de este nuevo orden geoeconómico presenta tres desarrollos centrales según Babic: el uso estratégico (Strategisierung) de la interdependencia económica, la fragmentación y regionalización del orden internacional y la transformación del poder estatal.

La primera de estas evoluciones se deriva del fracaso de la teoría ricardiana de la ventaja comparativa en el comercio internacional. Contrariamente a lo que afirmaba el economista británico David Ricardo, el comercio no sólo produce ganadores. En consecuencia, los Estados más poderosos se niegan, en nombre de su seguridad y poder, a ser los perdedores en el comercio y a soportar las desventajas de los mercados abiertos, como la dependencia en determinados sectores. Esta dependencia se ha convertido en una cuestión de seguridad nacional y ahora se trata como tal: las decisiones sobre la dependencia económica ya no pueden tomarse independientemente de las cuestiones estratégicas. La economía se está convirtiendo en un aspecto de la seguridad nacional y, según Milan Babić, este es uno de los nuevos aspectos de las sanciones contra Rusia, en particular la exclusión de este país del sistema de pagos interbancarios Swift. Las transacciones financieras ya no pueden considerarse políticamente neutrales: son una cuestión estratégica.

Este primer cambio lleva a un segundo: necesitamos asegurar nuestras dependencias creando zonas de influencia seguras en las que las potencias puedan encontrar los mercados y recursos que necesitan para ser poderosas. Es esta regionalización de las cadenas de suministro lo que el FMI rastrea con su índice de "fragmentación geoeconómica".

El estado geoeconómico es más intervencionista y se construye en torno a una prioridad de seguridad que hace caso omiso de las restricciones democráticas. El surgimiento de la extrema derecha podría verse, por tanto, como la expresión política de esta nueva realidad geoeconómica, con su obsesión por los enemigos del interior y el poder económico.

Aunque en realidad es el agotamiento del crecimiento y la incapacidad del neoliberalismo para cumplir su promesa de distribuir las ganancias de productividad lo que está obligando a los gobiernos a redefinir su posición en el esquema de acumulación: hay que utilizar el poder del Estado para permitir que la acumulación continúe en un marco nacional o regional más restringido, en detrimento de los demás. Así pues, la economía sigue siendo la motivación central del poder estatal. Pero su dominio ha cambiado de forma. Ya no adopta la forma de leyes implacables que se imponían a los Estados. Se convierte en una acumulación arrancada a punta de pistola por el poder estatal. A menudo en forma de malversación en beneficio de una camarilla. Como no se ha logrado la competencia pura y perfecta de los neoliberales y no se ha logrado producir un bienestar general, los Estados cambian de lógica y se orientan hacia una competencia interestatal que soslaya los mercados. Sin embargo, el objetivo de esta evolución no es el puro poder geopolítico, sino la salvaguardia de una tasa de acumulación suficiente para el capital nacional.

La geoeconomía es lo que queda de un capitalismo asolado por el fracaso del neoliberalismo. Es una forma de mantener la acumulación bajo el paraguas del Estado, al tiempo que se mantiene la presión sobre el mundo del trabajo. Esto es algo que a menudo se pasa por alto en los análisis geoeconómicos: la ruptura con el neoliberalismo es menos visible cuando se trata de la relación entre capital y trabajo. La deconstrucción del Estado de bienestar y de los sistemas de protección social prosigue con mayor intensidad. El poder del Estado se desata ahora contra cualquier disidencia vista como una amenaza. El concepto de geoeconomía parece una forma interesante de pensar sobre el fin del neoliberalismo. Siempre que no lo caricaturicemos o lo veamos como una forma de superación política del capitalismo o como un esquema completo. Por el momento, la realidad del mundo es la de una transición en la que los elementos geoeconómicos se injertan en una persistencia neoliberal sin definir la relación entre los Estados y las multinacionales.

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