
Día tras día conocemos nuevos datos sobre la encarnizada masacre contra el pueblo palestino. Es tal el cúmulo de informaciones que se podrían redactar multitud de artículos sin incurrir en redundancias. La entidad sionista de Israel, apuntalada por los intereses del imperialismo, intensifica la barbarie sobre Palestina y no duda incluso en reventar el derecho internacional para vulnerar la soberanía de otros pueblos de su entorno, atentando sobre ellos con táctica calculada y consensuada con sus socios. Sirva como muestra el reciente ataque perpetrado en Doha, sobre la sede donde permanecían reunidos dirigentes de Hamás, en el contexto de las negociaciones de paz. Y en este escenario y como contraposición, cuanto más se recrudecen los ataques, más se intensifican las muestras de solidaridad internacionalista. Por situar tan solo uno de tantos ejemplos, cabe destacar la protesta mantenida durante la Vuelta ciclista a España, donde el rechazo a la participación de un equipo israelí fue adquiriendo forma hasta convertirse en una de las más notorias muestras de solidaridad con Palestina. Las repetidas protestas multitudinarias que se fueron dando, etapa tras etapa, culminaron con más de 100.000 manifestantes llenando de banderas y consignas las calles de Madrid, consiguiendo interrumpir la Vuelta y proclamar a la lucha del pueblo palestino como auténtica ganadora de la competición.
Pero hay tanto de lo que hablar, tantísimo que analizar, que en ocasiones puede cegarnos y ensombrecer la cara más humana de esta barbarie. Se dan informaciones que refuerzan nuestra indignación, que nos producen rabia, ansias de luchar, de reivindicar, otras que incluso nos cuesta digerir y nos obligan a releer y repensar, pero hay algunas que, además de todo esto, alcanzan una dimensión enormemente humana y provocan que las lágrimas nublen nuestra vista. En necesario hablar también sobre ello.
Amanece hoy en Palestina y, de nuevo, se actualizan los datos de la masacre. Aunque es imposible concretar con exactitud, no queda duda de la progresiva agudización del horror. Los regueros de sangre no dan tiempo a secarse, a cada bombardeo sus cauces vuelven a teñirse de rojo vivo; las nubes de polvo y humo negro cada vez son más espesas; los escombros se acumulan sobre los ya existentes, escombros que sepultan vidas, sueños y recuerdos de un pueblo al que el ente sionista pretende devastar. Desde que en 2023 el verdugo imperialista intensificó la masacre, se suman decenas de miles de civiles palestinos asesinados, muchísimos de ellos niños y niñas. Conociendo que esas cifras registran solo a personas atendidas por efectivos sanitarios y a cuerpos recuperados, no hay duda de que el número objetivo de víctimas se multiplicará tremendamente una vez que sea posible efectuar un recuento real. Hoy el sionismo y sus aliados imperialistas están escribiendo uno de los más repugnantes capítulos de la historia de la humanidad, la Resistencia Palestina uno de los más heroicos.
Dicho esto, conscientes de la magnitud que conlleva el intento de exterminio de un pueblo, es imprescindible evaluar también la destrucción de su patrimonio histórico, cultural y material. El ente genocida se abre paso destrozando premeditadamente edificios históricos, bibliotecas, museos, espacios culturales y artísticos, teatros, escuelas, universidades, etc., a la par que asesina a artistas, escritores, profesores y a toda persona que pueda representar la cultura palestina. Es incontable el patrimonio que yace bajo los cascotes. El sionismo es consciente de que preservar la memoria de un pueblo es imprescindible para mantenerlo vivo y, por ello, ninguno de estos ataques y ejecuciones es casual.
Las infraestructuras palestinas son igualmente objetivo prioritario. Hospitales, centros logísticos, redes de comunicación y energía, de distribución de alimentos y agua potable, etc. Todo ello está dañado, si no destruido, provocando exponencialmente enfermedades, hambruna, desatención sanitaria y muerte, muerte de mujeres y de hombres, de niños y de niñas que dejan como herencia a personas manchadas con la sangre de sus familias, de su pueblo, personas con sus hogares reducidos a cenizas, sin trabajo ni perspectiva, gentes que lo pierden todo, todo salvo su dignidad y su memoria.
A fecha de hoy, atendiendo a las imágenes por satélite, dada la imposibilidad de comprobar sobre el terreno, podemos afirmar que cerca de dos tercios de las edificaciones de Gaza se encuentran afectadas o demolidas. Las zarpas más afiladas del imperialismo desgarran Palestina, desde octubre de 2023 aún con mayor virulencia.
Sirva este artículo como minúscula pero necesaria muestra de lo que ocurre y no siempre se ve, de lo que había pero ya no hay y, por supuesto, también de lo que podrá ser y será. Que las lágrimas de quienes no podamos contenerlas sirvan de impulso hacia la lucha y la solidaridad internacionalista. Del río hasta el mar, viva la resistencia del pueblo palestino.
Javier Martorell








