En 1959, una familia de clase media de Kansas fue brutalmente asesinada. Junto a la histeria que surgió tras conocerse el crimen, cometido en una apacible comunidad rural, una duda obsesiona a los responsables de la investigación, ya que no se conocen indicios de que el padre de familia tuviera ninguna conexión con el crimen organizado ni deudas que motivaran la brutal reacción de posibles acreedores enfurecidos. Sin motivos aparentes, sin sospechosos, el crimen sienta las bases de una psicosis general que pone en riesgo la edulcorada imagen que el americano medio tenía de sí mismo y de la idealizada sociedad del que consideraban "el mejor país del mundo".

A partir de esa convulsión Truman Capote, autor hasta ese momento de algunas de las narraciones cortas más brillantes de la literatura de posguerra, elaboró durante seis años un extenso reportaje en el que analizaba los pormenores del crimen, los motivos que llevaron a dos delincuentes de poca monta a eliminar a cuatro seres humanos literalmente a cambio de casi nada, y lo que es más importante, la perversión de un sistema judicial retorcido hasta el infinito sobre el que planean la pena de muerte y el largo camino que conduce a su ejecución final no tanto por lo escabroso de los hechos como por la necesidad de satisfacer una sed de venganza urgente y colectiva.

El carácter y las contradicciones de los asesinos, su mutua relación de amor y odio, su condición de "perdedores" o, más bien, de seres cuya marginalidad pesa sobre ellos como una maldición que les predestina, se enfrenta con la fascinación que ya entonces empezaba a ejercer el Mal, no la idea de justicia, sobre ambas capas de una sociedad consumista y ávida de "emociones fuertes" (siempre que sus efectos recaigan sobre otros, claro) y sobre las dudas morales que se alzan entre el autor y sus protagonistas. Página a página, lo que comienza como una nota periodística va convirtiéndose en un inmenso y pavoroso retrato colectivo que devuelve al lector la imagen de una sociedad desquiciada; un antecedente de lo que vendrá.

Juan Mas

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