DESTACADO

La gran mayoría de los deportes no fueron creados pensando en la mujer, sino que éstas fueron añadidas después de que las reglas hubieran sido estandarizadas por y para los hombres. Las mujeres deportistas han tenido que conformarse con la participación en un nivel inferior, es decir, menos demandante, menos difícil, menos espectacular. O lo que es lo mismo, menos peso, altura, distancia o minutos. Las diferencias biológicas intencionalmente malinterpretadas, junto a los estereotipos patriarcales de la feminidad (pasividad, sensibilidad, sumisión, belleza) han sustentado y siguen sustentando normas de comportamiento que son una importante limitación del conocimiento y uso del propio cuerpo, especialmente en la actividad fisico-deportiva. En una sociedad donde las mujeres reivindican y luchan por incorporarse en igualdad de condiciones a los diferentes ámbitos de la vida, el mundo deportivo permanece como un bastión de la diferencia biológica de difícil acceso a ellas.

Una modalidad conocida para la práctica deportiva femenina es la gimnasia artística. Al imaginar a una persona haciendo este deporte no podemos evitar imaginar a una mujer, y no es sorprendente ya que, a pesar de ser una disciplina desarrollada en los siglos XIX y XX por un grupo formado mayoritariamente por hombres, su práctica fue exclusivamente femenina hasta finales del siglo XX. Es por esta razón por la que podemos observar que la historia de la gimnasia artística, aún siendo -en teoría- un deporte concebido para la mujer, está atravesada por la visión masculina de lo femenino de acuerdo a los roles de la mujer en la sociedad patriarcal. Pongamos por ejemplo las categorías femeninas y masculinas y sus diferentes pruebas dentro de la misma disciplina: la barra de equilibrio como aparato para las mujeres y no para los hombres nos muestra a la mujer atleta alta y equilibrada en lo alto de su delgado pedestal. Sin embargo, los hombres realizan el ejercicio de anillas, mostrando al hombre como fuerte, musculado y poderoso. De nuevo, el ideal de mujer deportista se basa en los atributos de ligereza, elegancia, armonía con las destrezas y equilibrio.

En la historia de la gimnasia artística se destacan también tres periodos relacionados con los estereotipos patriarcales femeninos. El primer periodo data de 1940 a 1966, donde las mujeres deportistas se caracterizan por sus curvas, pero también por su personalidad, poder de decisión e incluso posicionamiento político. Un segundo entre 1966 y finales del siglo XX, en el que el ideal de mujer deportista cambia y, retomando el absurdo tópico de la “masculinización” de la mujer con la práctica del deporte, las gimnastas pasan a ser princesas adolescentes con cuerpos de niñas y caras angelicales, centrando el foco en su aspecto físico más que en su práctica deportiva. El último periodo es el que vivimos actualmente, iniciado a principios de siglo, en el que las atletas se han convertido en referentes con físicos extraordinarios que relacionamos con la guerreras Disney, una mujer fuerte como excepción a la norma, que conserva su feminidad normativa ante todo.

Durante el primer y segundo periodo que mencionamos, también es importante tener en cuenta que coincide con el estallido de la Guerra Fría, donde los deportes internacionales, como los Juegos Olímpicos, los mundiales y eventos similares a gran escala, comenzaron a considerarse algo más que competiciones puramente deportivas. La URSS fue uno de los primeros países en acoger la gimnasia rítmica como disciplina deportiva oficial en los años 40, pero no fue hasta los años 70 cuando se comenzaron a realizar las primeras competiciones deportivas a nivel internacional (siendo de los pocos o únicos países en aportar participantes masculinos) y comenzaron las acusaciones de dopaje contra la URSS y la RDA y sus competidores, así como campañas publicas de difamación de ambas repúblicas por parte de las potencias capitalistas. EEUU utilizó las competiciones como herramienta propagandística contra el socialismo, e incluso hoy en día se siguen dando acusaciones continuas de dopaje, especialmente a la Federación Rusa de atletismo, que recientemente fue suspendida al completo –es decir, el país entero fue excluido de la competición internacional y no deportistas individualmente acusados– a pesar de que el Comité Olímpico Internacional no encontró ninguna prueba que demostrara la supuesta colaboración del estado ruso con los casos de dopaje.

En la historia de la gimnasia rítmica podemos ver cómo los estereotipos patriarcales en el deporte femenino han evolucionado a lo largo de los años, ajustando el modelo de feminidad normativa exigida en cada momento histórico y poniéndolo siempre como mínimo para poder ser una atleta profesional, más allá de las habilidades y capacidades físicas. Esto, junto a un sabotaje consciente sobre las marcas de estas atletas por parte de potencias capitalistas, se suma a los continuos desprecios que las mujeres sufrimos en el ámbito deportivo, así como en muchos otros ámbitos de nuestra vida diaria.

Tamara M. Lago

uyl_logo40a.png