Los padres y madres de la patria, diputados y diputadas han decidido que su derecho fundamental a tomar un café, comer o tomar un gin tonic a precios irrisorios, está por encima del derecho reconocido en la constitución de huelga. Y si no lo está, se adaptan las leyes o lo que haga falta, pero el cafelito de la mañana en el bar del congreso es indiscutible.

Siempre había pensado que el derecho de huelga se pondría en cuestión alegando el derecho a las personas al uso de los servicios públicos. Es bien sabido que en dichos servicios, el derecho de huelga está muy mermado, con servicios mínimos que alcanzan el 100% en algunos casos, estableciendo en un día de huelga más servicios que los habituales en un domingo o festivo. Esto ocurre cada vez que hay huelga en el transporte, en la sanidad, o en aquellos servicios que la misma administración a la que se le hace la huelga es la encargada de dictar los servicios mínimos, normalmente abusivos. Y cuando no los ponen, no tardan mucho en enviar a los cuerpos y fuerzas de seguridad a ejercer de esquiroles revienta huelgas, como en el caso de los controladores aéreos, los servicios de acceso y control o los servicios de limpieza.

Siempre se ha dicho que es mejor abordar el debate sobre la ley de huelga, (de tiempos franquistas) en un periodo de calma, sin los agobios que nos entran cuando hay una convocatoria cercana, que es justo lo que ocurre en estos momentos donde no se avecina movilización general a la vista.   Y es imprescindible abordar la ley, ya que, con el transcurso del tiempo, los servicios esenciales para la comunidad se han desvirtuado, y ahora todo parece esencial y sin ellos no podríamos vivir.

Nuestros parlamentarios lo han dejado bien clarito con la licitación del servicio de cafetería del congreso, al exigir a la prestataria garantías de no parar en caso de huelga legal. El párrafo introducido dice así: "En caso de huelga legal de los trabajadores, la empresa adjudicataria se comprometerá a ofrecer las soluciones que garanticen un funcionamiento mínimo de las instalaciones, informando a los responsables del Departamento sobre su desarrollo y servicios mínimos que se vayan a realizar”. Pero este párrafo no es nuevo, es copiado literalmente del pliego de la cafetería del Ministerio de Fomento.

El congreso, con este pliego vulnera claramente del derecho de huelga de las trabajadoras y trabajadores de sus cafeterías, al obligar al empresario a sustituir a quien sigue la huelga pese a estar legalmente prohibido.

Estas diputadas y diputados, que consideran un servicio esencial mantener sus privilegios, por encima de los derechos de las y los trabajadoras/es que les sirven, no son capaces de pensar en solidarizarse con las personas de la cafetería o acudir a uno de los miles de bares que inundan Madrid, esos diputados y diputadas que viven en un mundo irreal pagado por los demás, y por tanto no son capaces de empatizar con las reivindicaciones de la clase obrera, clase a la que no asistieron en su fulgurante ascensión al olvido y al nepotismo.

Solamente Unidos Podemos votó en contra de este pliego. Cuando Partido Popular, los Socialistas, Ciudadanos, Compromis, Esquerra, o todo el espectro de partidos nacionalistas se preocupan más por garantizar su café y la comida que en entender los derechos laborales, es evidente que no es el momento de abordar el debate sobre la ley de huelga, es el momento de abordar el debate sobre la catadura moral de los representantes que elegimos. ¿Quién puede asegurar que cuando se licite un pliego para la limpieza o el transporte no contendrá esta misma cláusula? ¿Serán más solidarios porque no se trata de su café?

Vicente Alcaraz

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