La crisis política del imperio zarista, iniciada en febrero de 1917 (calendario juliano), se continuaba agravando debido a la descomposición general del país y los fracasos militares en la Guerra Mundial. Por fin, las jornadas revolucionarias de julio, pese a ser sofocadas por el gobierno provisional de Georgi Lvov, precipitaron su caída y dieron paso el 21 de julio al gobierno de Alexander Kerenski.

De inmediato, Kerenski ordenó la represión de los bolcheviques y el arresto de Lenin; el máximo líder bolchevique, que había regresado del exilio en abril, debió volver a la clandestinidad y a un nuevo exilio, y se replanteó la táctica frente al gobierno provisional, desenmascarando el falso discurso revolucionario de los eseristas y los mencheviques.

Pese a su palabrería, el gobierno se negaba a aplicar medidas revolucionarias para expropiar a los capitalistas y terratenientes, además de mantener a los pueblos del imperio sumergidos en la carnicería de la guerra. Los bolcheviques desarrollaron una eficaz campaña concientizadora de la clase obrera y el campesinado, que los llevaría en breve a lograr la mayoría en los Soviets, paso previo para la salida revolucionaria a la crisis.

El 27 de agosto se produjo un golpe de Estado dirigido por el general Lavr Kornilov, pero la intensa movilización bolchevique y de la Guardia Roja, junto al proletariado de Petrogrado, frenó esa intentona contrarrevolucionaria y salvó al gobierno. Esto obligó a Kerensky a legalizar a los bolcheviques y permitir el retorno de Lenin, y aceleró el crecimiento de su prestigio y su influencia. Cada día, el programa bolchevique de «Paz, Pan y Tierra» ganaba nuevos adeptos.

EL ASALTO FINAL

El Comité Central bolchevique se reunió el 10 de octubre para designar un Comité Militar Revolucionario, encargado de organizar la toma definitiva del poder, y determinó el día para ello: el 25 de octubre (7 de noviembre en el calendario gregoriano), fecha de instalación del II Congreso de los Soviets de toda Rusia. Esta decisión fue críticamente acertada, pues hacer estallar el levantamiento antes sería un acto de vanguardismo, pero hacerlo después del Congreso sería malgastar una oportunidad preciosa, lo que podría hacer perder impulso al movimiento.

El plan era derrocar el gobierno, entregar de inmediato «todo el poder» al Congreso, y acabar con la dualidad de poderes que había durado desde febrero. El 24 de octubre las unidades de la Guardia Roja, los marinos y soldados bolcheviques tomaron los principales puntos estratégicos de Petrogrado, de acuerdo con el plan meticuloso del Comité Militar Revolucionario.

El día 25 a las 9:45 pm, de acuerdo con lo convenido, un cañonazo del Crucero Aurora dio la orden de asalto al Palacio de Invierno, sede del gobierno provisional, cuya toma por las masas fue completada sin dificultad ni resistencia, pues las tropas del gobierno ya se habían retirado. La caída del poder burgués fue increíblemente rápida y pacífica, prueba de la profundidad de la descomposición del gobierno provisional.

En la mañana del 26, Lenin se presentó ante el Congreso de los Soviets para informar del derrocamiento del gobierno, y dejó el poder revolucionario en manos del Congreso, el cual designó un Consejo de Comisarios del pueblo. ¡Es la revolución socialista!, ¡es el gobierno de los obreros!

WLADIMIR ABREU


Publicado el 1 de noviembre 2017  en Tribuna Popular

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