Las movilizaciones del 15M y todas sus derivadas ciudadanistas, que llegan a día de hoy con la La propuesta de convocatoria de una “Huelga ciudadana”, por parte de la coordinadora 22M, para el otoño del año en curso, son beneficiosas para la burguesía y un lastre para la clase obrera.

Las organizaciones políticas que animan dichas convocatorias como IU-PODEMOS-ICV- GANEMOS-BILDU-CUP, que se niegan a situar la lucha de clase como el motor de la historia, a la clase obrera como el único sujeto revolucionario y al centro de trabajo como principal espacio donde desarrollar la acción militante, generan risas, aplausos y confort entre la patronal.

La huelga ha sido, es y será una de las mejores armas que posee la clase obrera para defender sus intereses, e intentar desvirtuarla, sacándola de su contexto, el centro de trabajo, es, simplemente, defender a la patronal. La huelga es una herramienta intrínsecamente ligada a la fuerza de trabajo, que nace donde la clase obrera pasa gran parte de su tiempo estableciendo lazos colectivos basados en la posición que ocupa en relación a la producción, donde se desarrolla la acción colectiva por los intereses, condiciones y derechos económicos y laborales frente a la represión patronal. La huelga es una herramienta básica de defensa de las demandas inmediatas de la clase obrera, pero a su vez, con una clara dirección política, permite la generación de toda una serie de elementos propicios para la acumulación y elevación de la conciencia de clase.

La huelga genera debate y condiciones óptimas para la constitución de asambleas obreras en los centros de trabajo, espacio fundamental para alcanzar la democracia y el poder obrero frente al modelo territorial de democracia burguesa. La huelga ayuda a comprender la necesidad de la resistencia económica y del compromiso militante, elementos propicios para la creación de cajas de resistencia económica. La huelga es un episodio de elevación de tensión que facilita un espacio temporal para la renovación de los cuadros obreros. La creación de comités de huelga facilita que nuevos elementos, antes en posición minoritaria, puedan sobrepasar cuadros obreros anquilosados y desclasados. La huelga permite curtir el músculo de la clase obrera para golpear al unísono contra la burguesía. De la huelga nace el piquete, el elemento principal y dinamizador que la protege, que contrarresta la acción represiva de la patronal, que combate a los esquiroles y rompehuelgas, que para la producción, que defiende la democracia obrera y que mantiene la cohesión de la plantilla. Todos estos elementos, sobre los cuales se puede influir con una conciencia revolucionaria, son, a su vez, indicadores que nos marcan la evolución de la lucha de clases. Si la caja de resistencia ya no se improvisa durante un conflicto puntual, sino que se planifica en previsión de estos, si la huelga sirve para situar obreras y obreros revolucionarios al frente de la lucha, si el piquete ya no solo actúa en su empresa, sino que extiende su acción de clase a otros centros de trabajo, y si la asamblea obrera perdura pasado un conflicto puntual y además se organiza junto a otras asambleas obreras de otras empresas, significa todo eso que se ha elevado la conciencia de la clase obrera.

La gran patronal y sus voceros, aunque intenten silenciar al máximo las expresiones de la lucha de clases como si esta no existiera, son perfectamente conscientes de ella y de lo que les amenaza. Por eso, luchan de forma decidida para acabar con las huelgas, ya sea mediante leyes, represión o desprestigiándolas. Pero los ataques contra el derecho de huelga no solo llegan desde la oligarquía y sus voceros, también la mediana y pequeña burguesía que, atemorizadas por perder su status quo, lo atacan de forma furibunda y visceral. La alta burguesía tiene mucha más capacidad económica para aguantar un cierto paro en la producción, pero las capas inferiores de la burguesía, arrastradas hacía la miseria en épocas de crisis, se convierten en las primeras fuerzas de choque en reaccionar contra la huelga. Dichas capas, aún sin tener mucha conciencia de ello, han sido dura y colateralmente golpeadas con las medidas antiobreras de la gran patronal contra los convenios y la negociación colectiva. Con estas herramientas, la pequeña burguesía tenía un marco legal a modo de paraguas al que acogerse para evitar conflictos mayores. Sin ellas, el pequeño empresario, con poca capacidad de negociación, está vendido si sus obreras y obreros deciden pararle la empresa un solo día. Ante eso solo le queda llamar a la policía y esconderse bajo las piedras.

Pero antes de animar tal grado de violencia, la pequeña burguesía tiene otras herramientas para intentar evitar la huelga. Esta burguesía despliega todas sus discapacidades ideológicas para disipar las fuerzas obreras y situarlas bajo banderas de cualquier color que no sea el rojo. Lo principal es despistar a la clase obrera, hacerle creer que ya no es clase, sino “gente” o “ciudadanía”, y que su enemigo no es el patrón, sino la “casta”, “la clase política”, “los corruptos”, “el diablo neoliberal”, cualquier figura acientífica y fantasmagórica que sirva para que la clase obrera se dé de golpes contra la pared y no plantee problemas en el centro de trabajo. Ávidamente la pequeña burguesía salvapatrias levanta la bandera de la lucha contra las injusticias. Se erige en defensora de los pobres, los indígenas, los precarios, las personas maltratadas, contra los desahucios, en pro de la ecología, los toros y los molinos de viento. Cuantos más sujetos de cambio haya mejor y cuanto más lejos del centro de trabajo este el terreno de juego más grande es “la fiesta por la democracia”. Por eso la pequeña burguesía se esfuerza en situar los campos de lucha en la Amazonia, en la Antártida, en nuestro propio cuerpo, en el hogar familiar o hasta en la plaza de toros. Cualquier sujeto y cualquier lugar son buenos siempre que se rompa la unidad de la clase obrera, se la aleje del centro de trabajo, se la disipe y se la despiste de luchar contra la patronal. Pero en realidad lo que hace la pequeña burguesía no es defender aquello que dice defender, lo que necesita la pequeña burguesía a toda costa, haciendo gala de su rol lacayuno, es poner en su currículo vitae el mayor número de engaños a la clase obrera. Cuando la pirámide burguesa se estrecha por la crisis y algunos de sus miembros caen de ella y se proletarizan, la pequeña burguesía inicia una competición para hacer el máximo número de méritos ante la oligarquía. Deben obtener puntos para ganar la estrecha cuota de mercado que les queda, el margen de beneficio se les acorta y han de buscarse la vida, aunque sea de tertuliano en un programa de la Sexta diciendo que las huelgas son cosas del pasado, que la clase obrera ya no existe y que hace falta una nueva ideología para cambiar el mundo. Y en ese rumbo ideológico es donde aparece la “nueva” y no tan nueva socialdemocracia. Las organizaciones políticas que niegan la lucha de clases como IU-PODEMOS-ICV-GANEMOS-BILDU-CUP, con grandes cuotas de pantalla al servicio del capital, van y nos promocionan la desmovilización del siglo XXI, una “Huelga Ciudadana” contra un revolotum de injusticias, pero contra nada en concreto, un desprestigio hacia la Huelga, que gracias a los medios de desinformación va a llenar las calles para intentar canalizar la lucha obrera hacía ninguna parte. Ya lo dijo el presidente de la patronal CEOE Juan Rossell después de la última huelga general: “hubiese sido mucho mejor convocar una manifestación y no una huelga.”

Hay que desenmascarar la vieja socialdemocracia disfrazada de “nueva”. Hay que desenmascarar a los partidos engañaobreros, porque solo un partido, el partido que nace de la clase obrera, puede elevar la lucha de clases a lucha política por el Frente Obrero y Popular hacía el Socialismo, solo el Partido Comunista.

F. P. S.

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