El canciller alemán Olaf Scholz se reunió este domingo, 17 de marzo, con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu en Jerusalén, así como con el presidente israelí Isaac Herzog, en su segunda visita a territorio palestino desde el pasado 7 de octubre.

Allí ha vuelto a afirmar que «Alemania es un aliado incondicional de Israel», aunque esta vez, y a diferencia del viaje que hizo en octubre pasado, ha empezado a hacer algún guiño mediático (o es que quizás le entró un temblor nervioso en los párpados) ante el salvajismo sionista. «No podemos quedarnos de brazos cruzados y ver cómo los palestinos corren el riesgo de morir de hambre”, vino a decir, al tiempo que sigue aportando todo el apoyo diplomático, armamentístico y financiero al ente sionista y a su genocidio.

Muchas almas cándidas siguen pensando que Alemania tiene “complejo de culpa” con Israel a causa del Holocausto.

Poco saben, quienes así piensan, cómo se forjaron desde el principio los lazos entre el sionismo y el nazismo, como expresiones que son de una misma ideología. Mediante el Acuerdo de Haavara, o “Acuerdo de traslado”, del 25 de agosto de 1933, entre las autoridades nazis y la Organización Sionista Mundial, con intermediación de la Federación Sionista de Alemania, el Banco Leumi (fundado en 1902, como subsidiario del Jüdische Kolonialbank,  formado a su vez en Londres por miembros del movimiento sionista para “promover la industria, construcción, agricultura e infraestructura de la tierra que esperamos se convierta en Israel”) y la Agencia Judía para Israel, unos 60.000 judíos fueron trasladados a Palestina con una dotación de unos 100 millones de $.

En compensación por su reconocimiento oficial como únicos representantes de la comunidad judía, los dirigentes sionistas se ofrecieron para romper el boicot que habían organizado todas las organizaciones judías del mundo, lideradas por las poderosas asociaciones de EE. UU. y que estaba afectando muy directamente al naciente Reich. También fueron muy activos en los Judenrat, los comités que controlaban los guetos y decidían quién debía ser expatriado y quién tendría que permanecer en los campos de exterminio. Obviamente, sólo los sionistas eran candidatos a la “deportación” hacia Palestina.

Breve coloquio para Unidad y Lucha con Taleb Alisalem, aprovechando su visita a Orihuela para la presentación de su libro sobre el Sáhara Occidental. De las razones del libro a las perspectivas de futuro y la resistencia a la ocupación, pasando por el significado y sentido de la Revolución hoy, son algunos de los aspectos que con una pincelada rápida y precisa se colocan en el conversatorio. Además os animamos a la lectura del libro que aborda las principales cuestiones y retos de la causa saharaui actualmente.

Hace años, muchos años, en un reino muy lejano vivía una chica. Esa chica, por el mero hecho de serlo tuvo que jugar a las muñecas y a las cocinitas. Tuvo que cuidar a sus hermanas y hermanos. Tuvo la suerte de poder estudiar, con trabajo y esfuerzo. Trabajó sin contrato de sol a sol. Luego tuvo hijas e hijos y tuvo que compatibilizar su cuidado y el trabajo, porque tenía que pagar un alquiler. Limpiaba, cuidaba, cocinaba… y finalmente se jubiló. Pero como se había encargado del cuidado y de su casa, la jubilación no le permitió seguir pagando el alquiler de la choza donde vivía y el malvado rey la echó.

Pero como hemos dicho, eso pasó hace muchos muchos años en un reino muy muy lejano… ¿o no? ¿Es esta realidad un cuento anticuado de años pasados? ¿Hemos conseguido la igualdad real? ¿Somos las mujeres en las sociedades capitalistas algo más que sujetos subalternos? ¿Es nuestra la lucha feminista algo obsoleto? ¿Necesitamos, entonces, seguir luchando o ya hemos alcanzado la emancipación como género? Las preguntas, por desgracia, tienen claras respuestas. Esta historia no es pasado, es presente, y, aunque nos digan que pasó de moda, como no continuemos colocando las reivindicaciones del feminismo de clase en los debates de los frentes de masas, será futuro.

Pero si es real, si es presente la discriminación que vivimos, ¿por qué parece que el feminismo ya no se lleva? Echemos la vista un poco atrás. Un poco, no mucho. Volviendo a modo cuento. Recordemos cuando en el Gobierno del gran comediante, Mariano Rajoy estaba dirigiendo el Congreso. Las ratillas autoproclamadas socialistas salían por doquier, en los medios de desinformación, llenándose las bocas con la palabra feminismo, llamaban a la movilización contra ese Gobierno retrógrado que aseguraba la continuidad del sistema patriarcal opresor. Daba gusto salir un 8 de marzo a la calle. El feminismo se llevaba. Bueno, era un feminismo muy burgués, muy sistémico y de mucha institución, ocultando debidamente que la clase nos separaba, ¡pero la talla 38 era el burka de las mujeres!

A los comunistas se nos acusa de mezclarlo todo, o sea, que si hablamos de fútbol hablamos de política, que si hablamos de historia hablamos de política, que si hablamos de la guerra, hablamos de política. Como  si las distintas facetas de la vida pudieran separarse de lo que es la historia propia.

Así, que como de cualquier manera nos van a acusar, vamos a hacer una buena mezcla.

La burguesía, los capos del capital, siempre han puesto a sus perros de la guerra en marcha cuando la cosa se les complica.

En la Segunda Guerra Mundial azuzaron el fascismo y el nazismo y hasta el franquismo (por ponerle otro nombre al fascismo en Españistán). Los crímenes nazis salieron a la luz, quizás porque la URSS los derrotó porque hasta el momento de la derrota había negacionistas, negacionistas que llegan hasta hoy (ahí tenemos a los Milei, las Ayuso y los Abascales de turno). Ah! Y  terraplanistas,  seguidores de las estelas de aviones,  antivacuna, y quienes  creen que Rambo ganó la guerra de Afganistán con el apoyo de los mujaidines, por entonces, luchadores por la libertad.

¿Qué habría pasado si la URSS no hubiese derrotado a la Alemania nazi? Pues posiblemente las muertes del holocausto no existirían y los millones de asesinatos y torturas tampoco. Especialmente significación tuvieron los seguidores de Stepan Bandera (el héroe de Ucrania que ahora se adora en todas las calles y colegios), que llegaron a escandalizar a otros miembros de las SS, porque no se olvide que ellos integraban la división SS Galitzia.

En 1984 el Congreso de Unidad comunista dió lugar al PC. que posteriormente se denominó PCPE. En 2024 se celebra el 40 aniversario del Partido de la clase obrera y a través de su actual Secretario  General, Julio Díaz, recorremos parte de esa andadura y sobre todo los retos actuales en la lucha de clases.

#tomapartido

#tuLuchaDecide

Putin el tirano, Putin el sátrapa, Putin el invasor, Putin, Putin, Putin…

Hace unos días se comunicó la muerte de Alexéi Navalni y ahora, con ello, podemos volver a escuchar la retahíla de calificativos contra el autócrata preferido de occidente. Y cuando digo occidente me refiero al nombre con el que los poderes hegemónicos de EEUU y Europa se autodefinen, una denominación que no es casual, que no solo se utiliza porque es mucho más sutil, engañosa y esquiva con respecto a lo que verdaderamente significa, sino que además forma parte del relato etnocéntrico y supremacista tradicional basado en la idea del occidente blanco, cristiano y civilizado frente al oriente bárbaro, cruel y enemigo de la civilización. Una idea recurrente que se maneja desde la antigüedad, Aristóteles consideraba a los pueblos asiáticos pueblos gregarios que viven el despotismo sin desagrado, luego desde las cruzadas, pasando por Napoleón y hasta la guerra fría, se ha levantado el mito de occidente como la única y verdadera civilización, el espíritu de la historia que libera a los pueblos de su salvajismo. Así es como los EEUU y la UE se presentan e imponen su dominio, como se autoproclaman policías del mundo y justifican sus intervenciones militares y en general el saqueo de los recursos y la explotación de los pueblos.

Naturalmente sabemos que occidente es un mito que enmascara al capitalismo históricamente hegemónico, pero es un mito vigente y plenamente funcional que sirve para reforzar la guerra ideológica contra Rusia y China, para convencernos que Navalni, o Solzhenitsyn, o las Pussy Riot, o los nazis ucranianos, o Leopoldo López, o los muyahidines afganos y tantas otras marionetas de turno, son luchadores por la libertad. Ahora bien, ¿Cuál es esa libertad de la que se presume cuando se dice occidente, es la de los presos de Guantánamo, o es acaso es la de los la rodilla en el cuello de George Floyd y los cientos de miles de casos de discriminación racial en los EEUU, o la de los migrantes en la verja de Melilla, o la de las decenas y decenas de condenas por ejercer la derecho a la libertad de expresión que se realizan bajo el título de enaltecimiento del terrorismo o injurias a la corona en el estado español?

El problema de la vivienda es el problema de los salarios.  “El valor de la fuerza de trabajo es el valor de los medios de vida necesarios para asegurar la subsistencia de su poseedor”1. O bien, en el mismo sentido: “el valor de la fuerza de trabajo se reduce al valor de una determinada suma de medios de vida2.

En los últimos 10 años, los alquileres han subido un 51,4 %, mientras que los salarios solo lo hicieron un 3,4 %.

Según los últimos datos del Banco de España, para comprar una vivienda, solo el primer año, hay que destinar más del 36 % de los ingresos brutos disponibles, el mayor porcentaje desde 2012. Si se alquila, el esfuerzo es aún mayor, un 43 %, la cifra más alta de la última década,  En Baleares, Cataluña, Madrid o País Vasco este porcentaje superó el 50 %3.

Según estos datos el salario actual que recibe gran parte de la población, sobre todo la juventud y el trabajo migrante, está por debajo de su valor, puesto que quienes buscan vivienda que no tienen, no perciben el salario necesario para satisfacer esta necesidad básica.

Engels ya argumento en “Contribución al problema de la vivienda” que uno de los efectos de la propiedad de los obreros sobre la vivienda era la exclusión salarial de la parte que debiera dedicar a la habitación. Esta parte se lo ahorraría el capitalista disminuyendo así la parte correspondiente al trabajo necesario y aumentando por tanto el excedente convertido en plusvalor4.

En España, según los datos del censo de población y vivienda del INE, en 1960, la vivienda en propiedad se situaba en un 51,9 %, llegando en un proceso imparable hasta principios de siglo, al 82,2 %. A partir de aquí, se produce un descenso del porcentaje de propietarios de vivienda en España: del 79,8 % en 2010 al 75,1 % de la población en 20205.

No deja de ser paradójico que quienes ondean banderas franquistas o constitucionalistas bicolor, son quienes más se oponen al derecho de huelga. Hay que ver cómo se ponen cuando una manifestación obrera les corta una calle y les hace llegar tarde al gym.

Pero otra cosa son sus “manifestaciones” y “huelgas”, inocuas para su propio sistema y donde desaparece cualquier pretensión de jodienda para el resto de ciudadanos. Ellos son pacíficos comerciantes, aunque atropellen o apedreen a los antidisturbios, que en estos casos suelen ser más comprensivos. Los scratches (en inglés que duelen menos) que la derecha casposa hacen en Ferraz o ante el chaletarro de Galapagar, son legítimos, los cortes de carretera y tractoradas de los agricultores también.

Y hete aquí que nos encontramos con la penúltima de las manifestaciones del facherío patrio. Al calor de otras manifestaciones y protestas en Europa (sobre todo en Francia, odiosos franceses que odian y envidian nuestros productos agrícolas, no como nosotros que odiamos y envidiamos los que vienen de Marruecos), “nuestros” agricultores se manifiestan contra el gobierno, la agenda 2030 y la ley de amnistía. Solo los agricultores vascos se fueron contra los grandes intermediarios, que parece a primera vista que son los culpables de pagar a precio de miseria y vender a precio de oro…aunque no todo es verdad.

Frente a los grandes terratenientes españoles, andaluces, extremeños y castellanos sobre todo, que se llevan más del 80% de las ayudas europeas, están los pequeños agricultores que sólo le sirven de palmeros a éstos y cuya plusvalía sale, en muchos casos, de la explotación de inmigrantes sin papeles y en el resto de la explotación de los jornaleros nacionales o extranjeros con papeles.

Todos ellos negocian con las grandes superficies a precios de hambre y los más avispados venden sus productos a otros países europeos, con lo que la clase obrera que va al supermercado o al mercadillo agrario se encuentra precios disparatados.

Nayib Bukele, fue elegido presidente de El Salvador en 2019, y este 2024 vuelve a presentarse como candidato a la presidencia, rodeado de una fuerte polémica, ya que la constitución salvadoreña impide la reelección.

El Salvador, el Pulgarcito de América de Roque Dalton, vivió en los años 80 una sangrienta guerra entre el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el Estado. A principios de los 90 se firmó la paz y el FMLN llegó a la presidencia de El Salvador el año 2009, y fue a la sombra de la presidencia del FMLN dónde la carrera de Bukele creció. Bukele, joven empresario de las empresas de su padre se hizo militante del FMLN, primero fue alcalde de Nuevo Cuscatlán, y posteriormente de la capital, San Salvador.

Tras romper con la izquierda se alió con la derecha y se lanzó a la conquista de la presidencia, con un programa basado en consignas contra la casta política y la lucha contra la corrupción, y con un fuerte aparato propagandístico gracias a las empresas de su padre. Una de sus primeras medidas “estrella” fue adoptar el Bitcoin como moneda de curso legal junto con el dólar, que se adoptó en 2001. Ya se sabe que no hay nada más “cool” que pagar una pizza con bitcoins.

Hasta aquí estamos ante un camaleón más de la política, un showman que no duda en aplicar la consigna marxista (de Groucho) de “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”.

 El Salvador es el país más pequeño y pobre de América Central, con una población de 6 millones, más de 3 están en el extranjero y sustentan la economía con las remesas que mandan cada mes. Es el país de las 40 familias, dónde las 110 personas más ricas poseen más que todo el presupuesto nacional.

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