El método de análisis marxista es el materialismo dialéctico, un método que parte de la existencia del mundo material al margen de la conciencia humana, entendiendo todo aquello que ocurre en la realidad, todos sus fenómenos, en su interconexión y en proceso constante de cambio.

La dialéctica presenta una serie de rasgos principales:

  1. La dialéctica entiende los objetos y fenómenos como elementos vinculados unos a otros, relacionados y condicionados entre sí. Entender esos fenómenos de forma aislada, como departamentos estancos nos dificulta entenderlos. Los fenómenos se ven afectados por su contexto, por todo aquello que lo rodea en el espacio y tiempo. Aplicado al ámbito social, esto supone que entender un movimiento o estructura social es imposible sin estudiar las condiciones en las que ha surgido y desarrollado.
  2. La dialéctica entiende la realidad en constante cambio y movimiento. No hay fenómenos u objetos inmutables, sino que están en constante transformación. Aplicado a la sociedad, esto nos lleva a entender cualquier régimen social, cualquier idea sobre la forma de organización social como temporal, cambiante y propia de su tiempo, lejos de poder ser entendidas como algo eterno e inmutable. Lo que hoy está en plena vigencia, mañana estará obsoleto y será sustituido por lo nuevo.

En la Introducción de Engels a la edición de 1895 señaló que fue el primer ensayo de Marx para explicar un fragmento de historia contemporánea mediante su concepción materialista, partiendo de la situación económica existente.

La crisis del comercio mundial producida en 1847 había sido la verdadera madre de las revoluciones de Febrero y Marzo, y que la prosperidad industrial, que había vuelto a producirse paulatinamente desde mediados de 1848 y que en 1849 y 1850 llegaba a su pleno apogeo, fue la fuerza animadora que dio nuevos bríos a la reacción europea otra vez fortalecida.

En esta obra se proclama por primera vez la fórmula en que unánimemente los partidos obreros de todos los países del mundo condensan su demanda de un transformación económica: la apropiación de los medios de producción por la sociedad.

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La emancipación del proletariado es la abolición del crédito burgués, pues significa la abolición de la producción burguesa y de su orden. El crédito público y el crédito privado son el termómetro económico por el que se puede medir la intensidad de una revolución. En la misma medida en que aquellos bajan, suben el calor y la fuerza creadora de la revolución.

Hay una penosa realidad: Vietnam, esa nación que representa las aspiraciones, las esperanzas de victoria de todo un mundo preterido, está trágicamente sola. Ese pueblo debe soportar los embates de la técnica norteamericana, casi a mansalva en el sur, con algunas posibilidades de defensa en el norte, pero siempre solo. La solidaridad del mundo progresista para con el pueblo de Vietnam semeja a la amarga ironía que significaba para los gladiadores del circo romano el estímulo de la plebe. No se trata de desear éxitos al agredido sino de correr su misma suerte, acompañarlo a la muerte o a la victoria.

El imperialismo norteamericano es culpable de agresión; sus crímenes son inmensos y repartidos por todo el orbe. ¡Ya lo sabemos, señores! Pero también son culpables los que en el momento de definición vacilaron en hacer de Vietnam parte inviolable del territorio socialista, corriendo, así, los riesgos de una guerra de alcance mundial, pero también obligando a una decisión a los imperialistas norteamericanos. Y son culpables los que mantienen una guerra de denuestos y zancadillas comenzada ya hace buen tiempo por los representantes de las dos más grandes potencias del campo socialista.

Ya que, con su amenaza de guerra, los imperialistas ejercen su chantaje sobre la humanidad, no temer la guerra es la respuesta justa.

La tarea de la liberación espera aún a países de la vieja Europa, suficientemente desarrollados para sentir todas las contradicciones del capitalismo, pero tan débiles que no pueden ya seguir el rumbo del imperialismo o iniciar esa ruta.

El campo fundamental de la explotación del imperialismo abarca los tres continentes atrasados: América, Asia y África.

Definir al individuo en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad es reconocer su cualidad de no hecho, de producto no acabado. Las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas. El proceso es doble: por un lado, actúa la sociedad con su educación directa e indirecta; por otro, el individuo se somete a un proceso consciente de auto-educación.

La mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista; mientras exista, sus efectos se harán sentir en la organización de la producción y, por ende, en la conciencia.

En el esquema de Marx se concebía el período de transición como el resultado de la transformación explosiva del sistema capitalista destrozado por sus contradicciones; en la realidad posterior, se ha visto cómo se desgajan del árbol imperialista algunos países que constituyen ramas débiles, fenómeno previsto por Lenin.

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