El conflicto militar que se está desarrollando en territorio ucraniano desde hace ahora un año tiene como contendientes a la Federación Rusa y a la OTAN, que utiliza al ejército de Ucrania como primera fuerza de choque.

Sin embargo, el propósito de este artículo es centrar la guerra que los EE. UU. vienen desarrollando desde hace muchos años contra la República Popular China.

Desde hace décadas, las estadísticas situaban una creciente tendencia al desplazamiento de los EE. UU. en el terreno de la economía mundial por China.

La economía china viene superando las previsiones de crecimiento desde aproximadamente 1978, llegando en 2007 al 11.7 % del crecimiento del PIB. Su crecimiento medio durante los últimos 28 años ha sido de 9.7 %, que le condujo 3.41 billones de dólares estadounidenses. Uno de sus factores principales es su capacidad exportadora basada en un fuerte desarrollo de su proceso productivo. Por ello, la fase grave de la crisis capitalista desatada en 2008 ha tenido repercusiones en una ralentización que, incluso, con la pandemia de la COVID-19, ha generado unos datos de crecimiento todavía más reducidos. En 2018 se creció un 6.7 %, en 2019 un 6.1 %, en 2020 se bajó al 2.2 %, y en 2021 se recuperó hasta el 8.1 %.

En África se están expresando todas las tensiones geopolíticas que determinan la realidad mundial, solo que en este caso tanto el factor colonial como el racismo tienen una influencia particular, que colocan al continente en unas especiales condiciones de inferioridad para avanzar en su emancipación.

Recordemos a Frantz Fanon: “El colonialismo no es una máquina de pensar, no es un cuerpo dotado de razón. Es la violencia en estado de naturaleza”. África sigue sufriendo esa violencia sistémica, ahora en fase imperialista.

En 1993, Chris Hani, Secretario General del Partido Comunista de Sudáfrica, caía bajo las balas de un sicario polaco, enviado por la extrema derecha. El apartheid estaba en su fase final, arrinconado por las heroicas fuerzas libertadoras antirracistas. Un asesinato más, en una larga lista de dirigentes de alto valor simbólico: Patricio Lumumba (1961), Amílcar Cabral (1973) y Thomás Sankara (1987).

La Conferencia de Berlín (1884-1885) decidió el futuro del continente africano, imponiendo las formas más extremas de violencia capitalista. La esclavitud ya existente, el criminal dominio colonial y el neocolonialismo, y el imperialismo actual.

En las últimas décadas las guerras por el coltán y el petróleo han continuado la sangría de todo un continente de 1.340 millones de habitantes. Las migraciones desesperadas dejan un rastro de miles de muertes cada año a las puertas de la Europa fortaleza.

Con la independencia formal las antiguas metrópolis no renunciaron al saqueo, sencillamente lo reconvirtieron.

Francia, Alemania, Inglaterra, España,  despliegan sus garras sobre los recursos naturales, organizan golpes de Estado, infiltran su tejido social.

Nuevos actores postcoloniales intervienen hoy en África.

EE.UU. tiene un mando específico para un continente que no tiene capacidad de controlar, AFRICOM. Con sede en la UE, porque ningún país africano ha aceptado su presencia.

Los procesos que se desarrollan en diferentes Estados que han debido combatir intervenciones imperialistas para alterar voluntades populares expresadas en la lucha y refrendadas a través de las urnas, se encuentran con obstáculos cuando se trata de afianzar la toma del Poder a través de resolver las contradicciones que emanan de la sustitución del capitalismo por el único sistema que científica y materialmente puede afrontarlo con garantías de victoria.

La Revolución no es una tarea sencilla, pero, sobre todo, hay que tener voluntad política, organización de partido de vanguardia, estrategia incuestionable y política de alianzas que amplíen el marco de clase del proyecto perseguido.

El comienzo suele ofrecer episodios ilusionantes que prenden inmediatamente en las masas necesitadas de una transformación real y contundente de las condiciones de pobreza y miseria que les acompaña en su cotidianeidad, en el día a día.

La República Bolivariana de Venezuela inició con la victoria de Chávez en 1998 una senda que trascendía la dinámica bipartidista que había gestionado el capitalismo en las décadas precedentes. Rafael Caldera, Ramón José Velásquez, Carlos Andrés Pérez, presidentes con el respaldo, bien de Democracia Cristiana o de Acción Democrática, respondían a los intereses del sector oligárquico de la burguesía venezolana con la corrupción como hilo umbilical. Nadie ni nada alteraba el “orden establecido”. Sin embargo, Chávez llegó como un intruso y pudo haber pagado con su vida tan osado cambio en el golpe de Estado acompañado de secuestro que aconteció en abril de 2002. Fue una victoria del pueblo, que recuperó a su presidente.

No obstante, llegó el infortunio en este país andino el 5 de marzo de 2013 con el fallecimiento del comandante Hugo Chávez Frías después de un proceso acelerado de una fatal enfermedad.

Foto de “El Confidencial Saharaui (ECS)”

Entre los días 13 y 17 de enero, el Frente Polisario celebró su XVI Congreso en el campamento de refugiados de Dajla. Dio comienzo con un sentido homenaje a los hombres y mujeres mártires de esta lucha. Asistieron más de 2 .000 delegadas y delegados. Respecto al Congreso anterior, de 2019, ha habido cambios muy profundos en la situación del conflicto: en noviembre de 2020, la violación del alto al fuego por parte de Marruecos, que disparó contra civiles saharauis (quienes cortaban pacíficamente el paso de mercancías expoliadas a través de la brecha ilegal de Guerguerat), forzó al Ejército de Liberación Popular Saharaui a retomar las armas.

Se trata de un pueblo que, desde 1991, siempre ha reivindicado la celebración de un referéndum pacífico de autodeterminación e independencia. Las negativas a ese referéndum por parte de Marruecos (fuerza ocupante) y de España (según el derecho internacional, responsable de la descolonización, como ex-metrópoli) son quienes han empujado al Sáhara Occidental a esta guerra. El lema del XVI Congreso no deja lugar a dudas: "Intensificar la lucha armada para expulsar al ocupante y completar la soberanía". Y si bien ninguna ni ningún saharaui desea ver morir a su juventud en el frente de guerra, se trata del legítimo derecho de este pueblo a una lucha armada de liberación nacional, de emancipación y de soberanía. De progreso y de justa expulsión del ocupante, para comenzar a construir un Sáhara Occidental libre e independiente. De quitarse de encima el yugo de represión, cárcel y tortura marroquíes a la población saharaui en territorios ocupados. De acabar con el expolio de sus riquezas naturales (mineras, pesqueras, etc.) por parte de empresas marroquíes, españolas, francesas e internacionales. Así pues, quien escribe estas líneas desea al Frente Polisario un Congreso muy fructífero, con unos debates y unas decisiones que contribuyan a una pronta victoria.

Iniciándose el año celebramos la liberación de Ana Belén Montes, presa por más de dos décadas en una prisión militar de EE.UU. Su delito, obedecer su conciencia y ayudar a Cuba a defenderse de las injerencias norteamericanas, su castigo un duro y cruel régimen carcelario que incluyó aislamiento y falta de atención médica para quebrantar su salud. Como una idea lleva a otra, al indagar sobre prisioneras y prisioneros políticos del imperialismo, encontré que eran tantos que resulta imposible nombrarles en este artículo. Sólo de Palestina 4.750 presos políticos, 820 sin cargos ni juicio en ese limbo de arbitrariedad conocido como detención administrativa. A riesgo de omisiones flagrantes, una breve pero significativa relación:

Ahmad Sa’adat, condenado a 30 años en una prisión sionista desde 2008 después de haber sido secuestrado en 2006 de la prisión de Jericó, dependiente de la Autoridad Palestina, bajo vigilancia de guardias estadounidenses, canadienses y británicos (algunos de estos fueron los carceleros de prisioneros republicanos irlandeses). Su acusación, liderar una organización prohibida (el FPLP), defender el derecho a la tierra palestina y ser  un símbolo palestino, árabe e internacional de resistencia al capitalismo, el racismo, el apartheid y la colonización.

Georges Ibrahim Abdallah, preso político de la, para nada, civilizada Europa, encarcelado en Francia desde hace más de 38 años a pesar de que debería  haber sido liberado en 1999.

Ilich Ramírez Sánchez, conocido como Carlos, militante de la causa palestina, secuestrado en 1994 y trasladado a  penales franceses donde ahí sigue tras ser condenado a cadena perpetua.

 Nasser Abu Hmaid, preso de la resistencia palestina muerto por negligencia médica, suerte idéntica que puede correr el prisionero político palestino  Walid Daqqa.

América del Sur está viviendo momentos convulsos. En Perú, un sangriento golpe de Estado ha destituido y encarcelado al legítimo presidente de la república, Pedro Castillo, desatando una feroz represión contra el pueblo con más de 60 asesinados a manos del ejército y la policía (aunque en las morgues se cuentan decenas de cadáveres sin identificar presuntamente víctimas del golpe) y miles de heridas y heridos.

La victoria de Lula da Silva en Brasil ha generado un intento de golpe, en el que la ultraderecha, apoyada por sectores del ejército y la policía, han intentado desencadenar una insurrección, que gracias a la contundente reacción popular ha sido derrotada.

En Bolivia, en la región de Santa Cruz, la oligarquía ha protagonizado un paro extremadamente violento y acompañado de acciones terroristas, con el fin de provocar la caída de Luis Arce.

En Colombia, aunque aún con un perfil mucho más bajo, la oligarquía empieza a dibujar el escenario del “golpe blando”, atizando el fantasma del descontento en las fuerzas armadas, el caos económico y el aumento de la violencia contra las comunidades, con decenas de líderes sindicales, sociales y políticos asesinados en los últimos meses.

En Perú la respuesta popular al golpe de Estado está siendo generalizada, la sanguinaria represión, con un marcado perfil anticomunista en el que tener libros de Marx o Lenin representa ser terrorista, como en los tiempos del plan Condor.

 En EE. UU. más de mil personas mueren cada año víctimas de las balas de la Policía. Foto: Betech

En un país signado, desde su nacimiento, por la cultura de la violencia, en el cual es noticia diaria la muerte de personas baleadas en escuelas, centros comerciales, o estaciones de servicio, el racismo y la intolerancia se unen para convertir a quienes deberían ser custodios de la seguridad pública, en un gran riesgo para la gente.

«La brutalidad policial es una de las violaciones de los derechos humanos más graves y sistemáticas en Estados Unidos», escribió en Twitter el miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba y ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, en razón de la muerte de Tyre Nichols, a manos de las fuerzas del orden estadounidenses.

Nichols, de 29 años, fue víctima, el 7 de enero, de un arresto policial violento, y como consecuencia falleció tres días después.

El Canciller cubano recordó también el caso de George Floyd, fallecido debido a la saña policial e hizo referencia a las cifras alarmantes de personas, más de mil, que mueren cada año víctimas de balas de la Policía.

Un primer titular de los primeros 100 días de gobierno de Gustavo Petro podría ser que intenta contentar a todos y no contenta a nadie. Pero debe reconocerse que está aplicando su programa político con valentía y sin dejarse amedrentar por los factores del poder en Colombia; dividiendo, neutralizando y cooptando a sus principales rivales, en una especie de “toma y daca” lleno de pragmatismo y visión estratégica.

Personalmente, debo reconocer que estoy positivamente sorprendido por algunas iniciativas y acciones que Petro está realizando en la práctica. Sin dejar de ser un socialdemócrata convencido que pretende modernizar el capitalismo colombiano, sus iniciativas generan contradicciones y rupturas en la oligarquía colombiana y no en el campo popular, lo que demuestra una visión estratégica de maestro de ajedrez.

El conflicto político, social y armado en Colombia tiene una base en la posesión de la tierra, basada en el despojo y en la acumulación improductiva. El frustrado acuerdo de paz con las antiguas FARC-EP tenía como un punto fundamental una reforma agraria integral, y justamente ese punto ha sido el más incumplido por el gobierno de Duque, defensor a ultranza de los intereses de la oligarquía terrateniente y narcotraficante. Petro ha conseguido romper con la oposición de la oligarquía más reaccionaria de Colombia, comprando las tierras necesarias para aplicar la reforma agraria y dar tierras productivas al campesinado pobre. El presidente de la Federación de Ganaderos de Colombia (Fedegan), José Félix Lafaurie, marido de la más visceral ultraderechista uribista de Colombia, María Fernanda Cabal, ha aceptado el plan de compra de tierras de Petro y ha firmado la paz con el Gobierno. Obviamente a cambio de millones de dólares, claro.

Las elecciones en Israel son solo para los colonos: los y las palestinas no pueden hacerlo si no obtienen la ciudadanía, con lo que por ende, es reconocer el estado de Israel. La violencia en los territorios ocupados con fuego real ha matado a más de cien palestinos/as en lo que va de año, demostrando lo asesino y antidemocrático del estado de Israel.

Así es la "democracia" en Israel. El estado palestino debería ser soberano e independiente y sus ciudadanos poder ejercer su derecho al voto y poder tener a sus representantes en su parlamento.

La autoridad palestina reclama protección a la comunidad internacional ante el avance de los partidos abiertamente antiárabes, conocidos como sionismo religioso, integrado por tres partido de mensaje ultranacionalista, racista y homófobo: el Partido Sionista Religioso, los ultraortodoxos Shas y los de Judaísmo Unido de la Torá.

Se temen políticas agresivas tras el ascenso del partido racista. Los palestinos antes de las elecciones no tenían esperanzas de que las mismas diesen como un resultado un socio para la paz. Para la dirigencia palestina, en los partidos de Israel no hay grandes diferencias.

El histórico partido laborista (Avoda) ha mejorado su resultado en estas últimas elecciones. Pero no tendrá posibilidad de que sus ideales salgan adelante en un parlamento con mayoría de extrema derecha.

La lista Árabe Unida gana un escaño y se sitúa en cinco, la otra lista árabe Hadash Taal se ha mostrado dispuesta a apoyar la investidura de Lapid sin entrar en el gobierno, lo que sitúa al pueblo palestino en una situación si cabe peor a la actual.

Isa Talavera

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