Avanza de modo desigual la denuncia de la violencia de género contra las mujeres. Pues ante la violencia estructural propia del capitalismo y de los mecanismos de dominación patriarcal, queda mucho camino por recorrer.
Y todavía más, en estos momentos en los que el capitalismo del siglo XXI somete a la clase obrera a durísimas condiciones de vida, su parte más vulnerable, las mujeres, sufren la sobrexplotación y pérdida de derechos en una espiral constante que, en ocasiones y en algunos países, las convierte en trofeos de guerra.
Los ejércitos, sus “intervenciones humanitarias”, los paraejércitos y cuerpos de policía de todo el mundo expresan y reflejan que en la “cultura” militar existen numerosas apelaciones a lo sexual como forma de dominación. Desde comparaciones del pene con el fusil, entendido como arma de ataque y control, hasta vinculaciones entre la defensa de la pureza e integridad sexual de la novia o la madre y de la Patria. Por tanto, atacar la patria enemiga es posible atacando a las mujeres del enemigo.
Ese ha sido y es el trato a las mujeres en los conflictos armados. Lo evidencia la violación de cientos de francesas por los “liberadores norteamericanos”, la yihad sexual de los mercenarios en Siria, o las tropelías en Mali de los franceses.
Los delitos de violencia sexual son una expresión más de los métodos en la guerra moderna, que realiza violaciones masivas de “mujeres enemigas” como arma de guerra. Existen resoluciones promulgadas por la ONU en los años 2000 y 2008 para tratar sobre cuestiones de género en los conflictos armados, pero la violación de los derechos de las mujeres sigue quedando impune. Claro, muchas veces los agresores llevan cascos azules, como en Haití o en Somalia.
En esta época de manipulación mediática, asistimos a conflictos armados por el control económico de los recursos estratégicos en determinados territorios que, sin embargo, nos venden como garantía de los derechos humanos, tal fue el caso de las mujeres en Afganistán o ha sido en libia. Ahora los execrables secuestros de Boko Haram también pueden ser útiles al humanitario imperialismo para el control del petróleo nigeriano.
En definitiva, las mujeres como excusa para los ataques de la OTAN, para el expolio y el saqueo. Y después, erigiéndose como garantes de la superación de un conflicto generado por sus propios intereses, se promueven decretos para reconocer a las mujeres violadas como víctimas de guerra. Decretos para vendernos otra media verdad, la de un avance para las mujeres en todo el mundo, eso nos dicen.
Las mujeres de las capas populares que vivimos en los estados miembros de la OTAN y de la UE, sólo vemos retrocesos en nuestros derechos, en nuestra vida cotidiana. Sólo vemos aumentar la violencia hacia nosotras y nuestro entorno.
En este contexto, la violencia contra las mujeres sigue siendo un arma de las clases dominantes para someter, no sólo a las mujeres como primer objetivo, sino a todas las víctimas, hombres incluidos, de su inhumano sistema.
Adquirir conciencia de que la guerra imperialista, la abierta, declarada y con sus bombardeos o la indirecta y por otros medios, la guerra económica como son los ajustes estructurales, están al servicio de los intereses económicos de la oligarquía y para apuntalar el decrepito sistema, es el primer paso. El segundo, unirnos y organizarnos para enfrentar la guerra abierta de clases que nos han declarado a las personas trabajadoras asalariadas, pobres, pensionistas, paradas, jóvenes, inmigrantes, con discapacidad o problemas de salud… hasta ganarla batalla por batalla, esa es la única, cabal y consecuente manera de avanzar en la lucha contra la violencia hacia las mujeres.
Gloria Marrugat