Desde la primera revelación del celuloide con “Salida de los obreros de la fábrica” efectuada por los hermanos Lumiere en 1895, la cinematografía irrumpirá fulgurante en los primeros años del siglo XX. De un artefacto salían imágenes cinéticas que dejaban perplejos a los espectadores, como si de un acto mágico se tratase. Rápidamente se extendió por todo el mundo.

Hollywood se convirtió en un complejo industrial de fotogramas a nivel planetario. En la era del cine mudoaparecen los cómicos: esos personajes que con sus gestos histriónicos, a través de piruetas cinésicas, extraordinariamente ingeniosas, suplían la carencia de la palabra, a veces incluso, la ausencia del sonido. Sin efectos especiales, con tan solo unas muecas, insinuaciones corporales, en condiciones de extremada precariedad técnica, provocaban un estado de hilaridad delirante. Más allá de la carcajada, mostraban una realidad en blanco y negro. Rafael Alberti pronto quedó fascinado y en 1929 escribió poemas sobre una amplia gama de cómicos en el libro “ Yo era un tonto, y lo que he visto me ha hecho dos tontos”.

En 1931 César Arconada escribe un libro titulado “ Tres Cómicos del Cine”, hace referencia a Chaplin, al que califica como el hombre más popular del mundo, quien nos presenta los conflictos de la sociedad capitalista. El Siguiente cómico: su reverso: Harold Lloyd, quien dulcifica el sueño americano, pero donde se vislumbra sus contradicciones. Finalmente, alude a Clara Bow: una mujer que terminará siendo una chica “It”, antes de que se propagaran las estrellas hollywoodienses, ella aparecerá en contraposición a Greta Garbo. Los tres procedían de humildes familias, cuyos semblantes llegaron hasta los últimos rincones. A las puertas del cine sonoro, César Arconada nos agasaja con sus comentarios, en plena expansión de la cinematografía.
ARCONADA.TRES CÓMICOS DEL CINE. CASTELLOTE EDITOR. MADRID. 1974

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