Tras más de veinte y cinco años de la incorporación de España a la Unión Europea (1986), la clase obrera de nuestro país está en condiciones de hacer balance y analizar las consecuencias que ha tenido para el pueblo trabajador este proceso.

Hoy los cantos de sirena que la burguesía puso en juego para arrastrar a la clase obrera a ese proyecto imperialista, quedan lejos y podemos ver con mayor claridad las estrategias puestas en marcha por la oligarquía para superar crisis capitalista que había estallado en 1973, en las que la UE jugó un papel fundamental de la misma manera que lo está jugando en la actual fase de la crisis capitalista, impulsando medidas para acelerar un nuevo proceso de concentración y centralización capitalista.

Cuando en 1986 España se incorpora a la UE (CE por aquel entonces) los monopolios de la comunicación nos bombardeaban continuamente con las bondades que nos esperaban a los trabajadores españoles una vez nos hubiésemos convertido en “socios europeos”. Pero, ¿cuáles han sido estos beneficios y para quién? Desde 1985 se inicia una “reconversión industrial” en nuestro país que se salda con la privatización de más de 120 compañías que pertenecían al Estado, es decir, se liquida en pocos años una gran parte de la propiedad social conquistada por la clase obrera y con la justificación de mejorar su eficiencia y defender la “libre competencia” tal como exigían las normativas comunitarias, sectores enteros que se encontraban dirigidos por el estado pasan a manos de la oligarquía nacional e internacional. La privatización de empresas como Ensidesa, Repsol, Endesa, Telefónica, Tabacalera, Iberia, Santa Bárbara, Gas Natural, Izar, REE… fue el elemento clave para fortalecer la posición dominante de la oligarquía en el marco internacional de recomposición capitalista impulsada por las políticas de la UE, como salida momentánea a la crisis estructural del capitalismo que había estallado en 1973. De esta manera, una minoría oligárquica se apropia de un valor multimillonario del patrimonio público en condiciones de auténtico saqueo al pueblo trabajador español. De forma muy resumida este ha sido el recorrido del proceso que se inició con el final de la dictadura fascista, que ya se había convertido en un obstáculo para dar respuesta a las dificultades crecientes que se daban en el proceso de acumulación capitalista en plena crisis. Respuesta que la oligarquía española encontró en la incorporación de nuestro país al bloque imperialista europeo, impulsando de esta manera el proceso de internacionalización del capitalismo español para el cual era condición sine qua non proceder al expolio del patrimonio acumulado y creado por el pueblo trabajador, y transferirlo al capital monopolista europeo, dada la posición subordinada que la oligarquía española jugaba y juega en el bloque imperialista.

Pero las consecuencias para la clase obrera y el pueblo trabajador no han sido sólo que con la entrada de España en la UE sectores enteros de nuestra economía hayan quedado en manos de los monopolios, sino que también ello ha conllevado la práctica desaparición de sectores industriales estratégicos. Es el caso del naval, la minería y la siderurgia en los que se ha producido el cierre paulatino de importantes empresas quedando dichas actividades en casi testimoniales en nuestro país. Unido a este proceso de concentración capitalista se ha producido un constante proceso de destrucción de fuerzas productivas como consecuencia de la liquidación del tejido industrial y de la absorción por parte de los monopolios de las pequeñas empresas vinculadas a las diferentes ramas de la industria. Los seis millones de trabajadores parados son la consecuencia más visible de la agresividad del capital monopolista en su pugna por el control de los mercados y la obtención de ganancia.

Otro factor que debemos señalar como revelador del inherente carácter antiobrero del proyecto imperialista europeo, es la vinculación existente entre su desarrollo y la progresiva depauperización de las condiciones de vida de los trabajadores en nuestro país, que se refleja en el crecimiento de las diferencias entre los trabajadores y los sectores populares y la oligarquía. En los últimos treinta años la tasa de proletarización no ha dejado de aumentar (entorno al 80% actualmente) mientras que la participación de los asalariados en la renta nacional se ha reducido en un 20%. Como consecuencia la clase capitalista ha disminuido mientras que su participación en la renta nacional se ha incrementado alcanzando el 40%.

El empobrecimiento de los trabajadores en relación con los capitalistas ha sido continuo desde la incorporación de España a la Unión Europea. El proceso que la oligarquía inició con su incorporación al bloque imperialista europeo y el saqueo del patrimonio público, le permite ejercer una presión sobre el salario y las condiciones laborales de los trabajadores que, bajo la amenaza de la deslocalización, pretende imponer una condiciones de sobreexplotación sobre la clase obrera desconocidas hasta el momento.

Si las consecuencias que ha tenido para la industria y la clase obrera nuestra incorporación a la Unión Europea han sido estas, la pregunta que toca responder a continuación es por qué supuestas fuerzas de izquierdas siguen apostando por mantener a nuestro país en esa superestructura que tan claramente sirve a los intereses de los monopolios en detrimento de los intereses de la clase obrera y el pueblo. Ellos nos dicen que la Unión Europea está desequilibrada, que hasta el momento han sido predominantes las políticas neoliberales y lo que hace falta es desarrollar la pata social de la UE. Tratan de convencernos estos oportunistas que en el marco de la Unión Europea de los monopolios es posible armonizar los intereses de la clase obrera y el pueblo trabajador con las necesidades del capital monopolista para remontar la tasa de ganancia. Tratan de convencernos de que hay un capitalismo de rostro humano, de que otro capitalismo es posible, y de esta manera pretenden ocultar a los trabajadores su naturaleza explotadora. Tratan de hacernos creer que todas las consecuencias anteriormente expuestas no son producto del carácter imperialista del proyecto europeo, sino de la gestión neoliberal del mismo. Y de esta manera oportunistas de todo pelaje mientras nos explican que es posible otra gestión, aplican y asumen las medidas que impone la UE contra minería del carbón, reducen el presupuesto a la educación pública, recortan en personal en sanidad y aplican a rajatabla la reforma laboral para despedir trabajadores y liquidar empresas públicas.

La propia práctica de estos oportunistas es la prueba más palpable de que no hay salida social a la crisis sin romper con el proyecto de dominación de los monopolios y las relaciones capitalistas de producción. De que no hay futuro para la clase obrera y el pueblo trabajador dentro de las estructuras del imperialismo. De que el futuro pasa por la salida de la Unión Europea, el Euro y la OTAN, por debilitar la posición de la oligarquía y avanzar hacia el poder obrero en nuestro país.

Tote

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