En esta época histórica corremos el riesgo de simplificar la cuestión y de, sin profundizar en lo que estamos viviendo, gritar ¡Viva la República!

En una manifestación del 14 de abril, un joven estudiante universitario italiano (con beca Erasmus en España) se sorprendió de que las consignas insistieran tanto en pedir una república, sin más; como si, por fin, fuera a pasar algo importante, y no lo podía entender porque él venía de un país republicano con un presidente llamado Berlusconi, y sabía que las cosas no iban bien para los trabajadores y las trabajadoras.

Por eso, no puede ser suficiente con que desaparezca la monarquía, con que se produzca un cambio en el modelo de Estado, porque lo relevante ha de ser el cambio del sistema de relaciones capital-trabajo y la posesión de los medios de producción.

Desde posiciones oportunistas se reclama que este es el momento de proclamar la III República, aunque sea para ¡qué algo cambie mientras todo sigue igual!

La República como mera formalidad no sirve más que para que la burguesía se mantenga en el poder y para que las relaciones de producción capitalistas sigan siendo las mismas, de manera que los medios de producción sigan siendo propiedad privada de unos pocos, pero con la diferencia de que cada cuatro años, aproximadamente, elegiremos al presidente o a la presidenta, en vez de tener un rey que lo será por nacimiento y con carácter vitalicio.

Llama la atención cómo aumentan las voces que piden el cambio de régimen, porque parece que ya no se puede aguantar más. Sin embargo, estas voces que –hasta ahora no parecían estar preocupadas por vivir en un régimen monárquico– no reclaman una revolución, no exigen que la República sea la forma que sirva para que los medios de producción pasen a la clase obrera, sino que se limitan a reivindicar la democracia en abstracto, a criticar una forma de Estado burgués, y a esperar que con la República, la clase obrera y los sectores populares se apacigüen un poco.

Reivindican, en nombre de los elementos de la democracia burguesa, la modificación de la Constitución española y la sustitución de la monarquía por la República, para crear la apariencia de que se ha alcanzado un elevado nivel de democracia; pero ignoran que bajo el imperialismo –en el que vivimos– existe una clara tendencia a la reacción en todos los ámbitos.

Y vuelta a empezar, porque mientras nos quedemos felicitando por el éxito obtenido (suponiendo que se proclamará ya la III República) no estaremos avanzando nada en el verdadero cambio que supone la llegada de la sociedad socialista.

De hecho no podemos fiarnos de aquellas organizaciones que no reconocen la necesidad histórica de la revolución socialista y del poder revolucionario de la clase obrera –la dictadura del proletariado– en el período de construcción del socialismo. Reclamar la República a secas, sin adjetivo alguno, o de cualquier tipo que no sea socialista, solo sirve para apuntalar el sistema capitalista bajo una mano de pintura tricolor, y esa reclamación del oportunismo reformista no será apoyada por el PCPE.

El PCPE no quiere quitar a la monarquía para instaurar la República burguesa, sin nada más, porque si la forma de dominación capitalista es un régimen republicano, poco o nada hemos avanzado.

¿Alguien puede creer, de buena fe, que por el mero hecho de convivir en una República las condiciones de vida de la clase obrera van a mejorar? ¿Entonces qué está pasando en EEUU, en Francia, en Alemania, etc., etc.?

Por el contrario, el PCPE quiere la República, pero una República Socialista de Carácter Confederal. Hablar de República es hablar de revolución socialista, es hablar de la clase obrera en el poder.

Ignacio Pastor

 

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