No es la tendencia del decrepito sistema la de garantizar la salud si no la pagas, tampoco que las mujeres decidan sobre sus cuerpos si no tienen dinero para comprarse ese derecho. Los derechos son, cada vez más, vacías declaraciones de imposible ejercicio para las amplias mayorías.

De los derechos sexuales y reproductivos ni hablamos, y el derecho al aborto concebido como un derecho inalienable sobre nuestros cuerpos, del que forman parte úteros y ovarios, se aleja del horizonte de las mujeres de la clase obrera.

La nueva regulación de la interrupción voluntaria del embarazo, presentada como anteproyecto de Ley y con el rimbombante título de “protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada” en primer lugar, avanza hacia la eliminación del ya mediatizado y formal derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad y viene a dar una vuelta de tuerca a la utilización del derecho al aborto como mecanismo de disciplinamiento ideológico con el fin de llevar a la clase obrera a posiciones de alienación reaccionaria. En segundo lugar, el propio título es una bofetada en pleno rostro de la mujer trabajadora. Despedidas de nuestros trabajos de miseria -nada más conocer la empresa los embarazos-, perdidos muchos de los derechos laborales de maternidad, crianza, etc., a través de la eliminación de la ultraactividad en los convenios y de la desaparición de la negociación colectiva. Ahí no hay ningún derecho de la mujer embarazada que el capitalismo vaya a defender.

De una insuficiente ley de plazos, sometidas a tutela, con periodos de reflexión y con la generalizada objeción de conciencia que ampara el fraude; llega el revival de los supuestos de 1985, versión renovada y podada. Según el ministro de la curia para garantizar el derecho a la vida. De esa vida que tanto gustan de proteger las beatas élites, la de los embriones, que una vez nacidos en el seno de la clase obrera, ya el derecho a la vida deja de ser “sagrado, no digamos el resto de derechos como el de la salud o la educación… Tampoco importa el derecho a la vida de las mujeres sin recursos económicos, que se verán abocadas a abortos inseguros y peligrosos, poniendo en grave riesgo su vida y su integridad.

La antigua-nueva ley de supuestos es un gesto amable a los sectores más radicales de la ultraderecha militante en el Partido Popular y una concesión a la Conferencia Episcopal, pero también significa una garantía para que la capacidad reproductiva de las mujeres se la apropien y esté bajo el control de las clases dominantes. Las razones ideológicas y de religión encubren que el control de la reproducción de la clase trabajadora se modula según las necesidades del capital. La regulación del aborto, desde el poder burgués, se ha utilizado para incrementar la fuerza de trabajo disponible para ser explotada, como mecanismo de defensa de la propiedad privada y también como dominación ideológica de toda la clase obrera a través del cuerpo de la mujer, ese es y ha sido el verdadero carácter de las leyes del aborto, antes y ahora.

Todas las regulaciones de la materia, hasta hoy, han dejado de lado la salud sexual y reproductiva de la mujer, concebida ésta como un derecho en el ámbito de la sanidad pública y gratuita, con amplias prestaciones de anticonceptivos, centros de planificación familiar y educación sexual, para así convertirla en unos lucrativos negocios privados. La salud sexual y los derechos reproductivos están concebidos como un negocio en las sociedades capitalistas, y en estos momentos de crisis estructural, no será la mujer de la clase trabajadora y las capas populares quien tenga facilidad para acceder a ellos; pues sólo quedan al alcance, y como derecho, de quién pueda pagárselos.

Curiosa medida la de prohibir con el objetivo, dicen, de reducir el número de interrupciones voluntarias del embarazo (IVE) en vez de apostar por la prevención y el fomento de una educación sexual. La burguesía encontrará el camino al margen de la ley, en el llamado turismo abortivo. Las trabajadoras, no tienen derecho a decidir, no pueden no querer, tienen que parir fuerza de trabajo renovada para la acumulación capitalista. Por eso el derecho al aborto es un privilegio de clase.

La lucha de la mujer trabajadora contra la nueva y retrógrada ley del gobierno del PP es la lucha de toda la clase obrera, no la lucha interclasista de todas las mujeres. Frente a la doble opresión de las trabajadoras, la única senda que garantizará nuestros derechos sexuales y reproductivos en libertad es la de luchar por acabar con el capitalismo y la derrota del patriarcado.

Lola Jiménez.

Asociación Feminista por el Socialismo.


Publicado en la revista "Viento del Pueblo" núm. 2 (febrero 2014), revista mensual del Ateneo socio-cultural viento del pueblo de Orihuela.

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