Régimen es cualquier orden político constituido, monárquico, republicano, federal, etc. Oficialismo sería todo aquello que defiende lo relativo al gobierno establecido. Sin embargo, en la narrativa que nos imponen, estos términos jamas se emplean de manera descriptiva, sino que se emplean para connotar lo forzado de los gobiernos inconvenientes al bloque dominante del imperialismo, como si su gobierno fuera postizo y falso, acentuando así su diferencia política. Por el contrario, la política del orden hegemónico es suavizada hasta prácticamente disimularla, naturalizando a una y desnaturalizando la otra.

Por eso, en EEU no se habla del régimen o del oficialismo, poco importa si allí hay pocos partidos políticos, si el bipartidismo es de facto obligatorio, si se imponen dos opciones similares, o si allí los medios de comunicación articulan un mensaje afín al orden vigente. Todo eso esta disimulado porque allí reina el orden natural, la democracia, es decir, la única democracia que nos dejan concebir. Tan disimulado está allí su carácter de régimen que, de hecho, los dos partidos políticos oficiales casi ni lo son, ya que realmente son agrupaciones que forman candidaturas para el mayor talent show del planeta, la carrera presidencial. Y es que esta democracia no se basa en el poder popular, se basa en el espectáculo, se pasa del disimulo de la política a la simulación de la democracia. En los EEUU la democracia es fundamentalmente poder espectacular, el aborto, las armas de fuego, los subsidios o la guerra global con la que sostienen su dominación, se convierten en temas del debate político por puro efectismo. Si antaño, los muchos o pocos candidatos que competían por la presidencia debatían en presencia del pueblo, hace ya mucho que esto se convirtió a través de los medios en espectáculo, la democracia es como seguir la liga de fútbol.

En este poder espectacular la puesta en escena de los candidatos es crucial. La candidatura que debería ser una propuesta política, se desplaza con los candidatos a la personificación del proyecto, y con el espectáculo, la persona se desplaza a su imagen, al personaje. Así, dos hombres blancos de más de 70 años podrían perfectamente ser antagónicos, ya que eso dependería de sus ideas y actos políticos, pero no así en la escena. Biden y Trump ofrecían poco juego, los lapsus de Biden en su debate frente a Trump provocaron su caída no porque evidenciaran lo ya evidente desde hace tiempo, sino porque convertían a Trump virtualmente en ganador. Sin embargo, ahora sí, frente al hombre blanco, viejo, conservador y con asuntos judiciales pendientes, la mujer racializada, más joven, progresista y antigua fiscal, la simulación del antagonismo es perfecta, el espectáculo puede continuar. Será Trump con su agenda política proteccionista, incompatible con las necesidades del bloque hegemónico del imperialismo, y con su pose de puño en alto y sus apelaciones a la clase obrera y en contra del establishment. O será Kamala, la izquierdista, feminista y ecologista que personifica la interseccionalidad…. O solo es el tradicional espectáculo del régimen norteamericano.

Eduardo Uvedoble

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