El triunfo electoral del día 16 de febrero crea grandes condiciones para el desarrollo rápido y el crecimiento del movimiento obrero y revolucionario antifascista; abre amplios cauces para el desarrollo ulterior de la revolución democrático-burguesa y su transformación en revolución socialista.

José Díaz Ramosi

Probablemente no nos equivocaríamos si situamos las elecciones del 16 de febrero de 1936 como una de las más importantes de nuestra historia. Este mes, cuando se cumple el 78 aniversario del triunfo electoral del pueblo trabajador en España, es necesario realizar algunos apuntes imprescindibles para comprender tan significado acontecimiento que marcaría en buena medida el devenir de la historia reciente de nuestro país.

Breve historia del Frente Popular: sus antecedentes

Cuando en el VII Congreso de la Internacional Comunista se lanzaba la consigna de los frentes populares para cerrar la puerta al fascismo, en España comenzaba a vivirse una situación peligrosa para la clase obrera y las capas populares. En 1933 ciertos sectores de la burguesía conservadora, representados por el Partido Republicano Radical, vino a paralizar en gran medida las aspiraciones de las amplias masas populares de nuestro país, que se habían despertado con la proclamación de la II República. La situación se agravó con la entrada en el Gobierno en octubre de 1934 de tres ministros de la Confederación Española de Derechas Autónomas, actuando como un bloque verdaderamente contrarrevolucionario. A la par que se redoblaba la ofensiva contra las legítimas y justas reivindicaciones del pueblo desde el nuevo Gobierno, con el encarcelamiento de miles de obreros tras la derrota de la insurrección de Octubre, la intensidad de las actividades de los pistoleros fascistas aumentaba, especialmente desde los sectores juveniles de los partidos reaccionarios y fascistas, como la FE y de las JONS.

La clase obrera y sus organizaciones políticas y sindicales no se quedaron paradas, entendiendo que “el impedir la victoria del fascismo depende ante todo de la actitud combativa de la propia clase obrera, de la cohesión de sus fuerzas en un ejército combatiente que luche unido contra la ofensiva del capital y del fascismo”ii. Fue el Partido Comunista de España, pese a que aún era una organización relativamente pequeña, quien mejor entendió esta máxima y puso en marcha importantes iniciativas para el combate. Las Milicias Antifascistas de Obreros y Campesinos, como órgano de autodefensa del PCE y la clase obrera, es un claro ejemplo de ello, pero no el único. Dos más tuvieron una significación importante.

En primer lugar el impulso para la unificación de la Unión de Juventudes Comunistas de España y la Federación de Juventudes Socialistas que daría paso a las Juventudes Socialistas Unificadas, gran emblema de la juventud en nuestra guerra, y que nacerían un mes después del triunfo de febrero. En segundo lugar, la contribución en la forja del Frente Popular, alma de la victoria electoral antifascista, que ya había empezado a templarse en las luchas populares y en la participación efectiva en las llamadas Alianzas Obreras.

El “Bloque Popular”, como lo denominó el PCE, fue una amplia coalición electoral forjada algunos meses antes de febrero y firmada en el Manifiesto del 15 de enero, en las que participaron numerosos partidos de izquierda y republicanos burgueses, pero especialmente nucleada en torno al Partido Socialista Obrero Español y en menor medida al PCE. Por su parte, la derecha y la reacción concurrió con su “Bloque Nacional”, que acabó derrotado. La idea era recuperar en gran medida las reformas emprendidas en 1931, pedir la amnistía para los presos de Octubre y profundizar las conquistas democráticas que sentarían las bases del desmantelamiento de los restos del régimen feudal en España. Esto último era, al menos, los objetivos del PCE y nunca se consiguieron, entre otras cosas por el estallido de la guerra, pero también por la oposición interna de otras fuerzas del llamado frente popular. De manera resumida, las bases del Manifiesto eran: reforma agraria, rescate de los bienes comunales, amnistía de los presos políticos (más de 30000iii) y rehabilitación de los empleados. Las medidas de carácter obrero, como las propuestas de nacionalización, socialización y control obrero de la industria, quedaron atrásiv.

Dicho esto, no sería justo ni certero sobrevalorar la influencia y dirección del PCE en la coalición frente populista, que ni mucho menos llegó a ser la principal fuerza, y sin que ello le reste importancia a la sigla histórica. Y es que, pese a que el PCE comenzaba a dar importantes pasos de avance, aún era una fuerza considerablemente pequeña y no sería hasta meses después cuando, en condiciones de guerra, daría su gran salto. Si consideramos las elecciones como barómetro, sin ser el principal pero sí significativo, los resultados de las elecciones legislativas del 16 de febrero nos muestran como el PCE obtuvo 17 escaños frente a los 99 del PSOE, los 87 de IR o los 88 de la CEDA. Aunque sin embargo, en comparativa con años atrás, el avance es evidente.

El Frente Popular, vientos de unidad juvenil y el camino hacia la guerra

La propia campaña electoral dejó clara la importancia de estas elecciones, que vendrían a marcar un antes y un después en la historia española. La polarización de la sociedad fue clara y dejó entrever la tensión social y política, manifestación clara de la lucha de clases en nuestro país y las diferentes pugnas de las clases y capas por el poder. Los propios resultados electorales vuelven a ser claros en este respecto: la victoria de la coalición del Frente Popular obtuvo 34% de los votos, mientras que el bloque reaccionario llegó al 33%, apenas 100000 votos menos. 

Esta derrota fue, para el bloque contrarrevolucionario, la mecha que haría acelerar sus planes golpistas e insurreccionales. Las clases en el poder, viendo peligrar su estatus, recurrieron a la conspiración militar para acabar con la República, muestra clara de que una clase en el poder no se deja arrancar su posición sin resistencia y violencia. El 17 de julio de 1936 comenzaría en el protectorado de Marruecos la sublevación, producto de meses de planificación, extendiéndose a toda España el día 18. La sublevación, al fracasar, se acabaría convirtiendo en guerra civil, una guerra nacional y revolucionaria, como caracterizaría el PCE.

En todo este proceso el papel de la juventud fue clave. Su participación tanto en la lucha de octubre como en los meses posteriores fue alta. Fueron esencialmente los jóvenes quienes se alistaban a las MAOC para defender al Partido y a las organizaciones obreras. Pero es quizá el proceso de unidad vivido entre las juventudes comunistas y socialistas, dando paso a las míticas JSU, el acontecimiento más importante para la juventud en España. Pese a que este proceso permitiera el acceso a la secretaría general del sepulturero de la sigla histórica, decenas de miles de jóvenes (hasta más de 200000 durante la guerra) darían lo mejor de sus vidas en la defensa de la República y la lucha contra el fascismo.


i Díaz Ramos, José, Tres años de lucha, Muñoz Moya Editores Extremeños, Brenes, 2005, p. 83

ii Dimitrov, Jorge, El fascismo y la clase obrera, www. marxists.org

iii Ibárruri, Dolores, Guerra y Revolución, Tomo I, Progreso, Moscú, 1966, p. 70

iv Aróstegui, Julio, Por qué el 18 de julio… y después, Flor del Viento, Barcelona, 2006, p. 120

Víctor Moreno
uyl_logo40a.png