De forma detallada salieron a relucir las torturas a que fueron sometidos los detenidos en el campo de concentración instalado en la ilegal Base Naval de Guantánamo y en otras cárceles, ocultas o amparadas por la reserva total sobre sus interioridades

Hace poco más de un año, la Agencia Central de Inteligencia se vio obligada a enfrentar un reporte sobre sus métodos de interrogatorio, puestos en práctica sistemática bajo el pretexto de la protección de la seguridad nacional.

De forma detallada salieron a relucir las torturas a que fueron sometidos los detenidos en el campo de concentración instalado en la ilegal Base Naval de Guantánamo y en otras cárceles, ocultas o amparadas por la reserva total sobre sus interioridades.

El retrato fiel de la infamia resultó lo suficientemente escabroso y lacerante como para que algunos senadores y altos personajes del asesoramiento y ex autoridades de la inteligencia que lo conocieron, se declararan indignados, y solicitaran que el informe secreto, presentado ante el Comité de Inteligencia del Senado, pasara a ser de dominio público, con el objetivo de que no volvieran a repetirse tamañas violaciones de los derechos humanos y de las leyes y convenciones internacionales.

A pesar de los detalles y pormenores, el texto dejó todavía muchas dudas y preguntas sin contestar, y se habló de las mentiras de la CIA al Comité, de ahí el interés que muchos otros especialistas, historiadores, activistas de los derechos civiles, organismos nacionales e internacionales, tienen en que se muestre públicamente el documento en todo su contenido.

Sin embargo, la solicitud cayó en saco roto, y el equipo de Barack Obama apañó los crímenes del team de su predecesor, George W. Bush, el hijo, cuyas demenciales respuestas a los actos terroristas del 11 de septiembre de 2011    —guerras incluidas-— han tenido continuidad en la administración demócrata que había prometido «cambio» y «transparencia».

De ahí la interpelación: ¿Aún hoy la CIA emplea los degradantes, crueles e inhumanos programas de rendición, detención, condiciones de confinamiento, custodia e interrogación clasificados como torturas?

En realidad, solo la total desclasificación de los reportes y el juicio y condena de los culpables pudiera cerrar ese capítulo vergonzoso del quehacer imperial de Estados Unidos, que hasta ahora goza de inmunidad e impunidad.

A mediados del pasado diciembre, el informe salió a relucir cuando el senador Mark Udall pidió su revelación durante la audiencia de confirmación de Caroline Krass, nominada por el Gobierno de Obama para el cargo de consejera general de la CIA. Pero de nuevo quedó velada, e incluso apenas tuvo repercusión en la prensa esa petición, solapada por las festividades y etapa vacacional de los poderes gubernamentales en la época del año.

La indagación a la Krass dio lugar a nuevas dudas fundamentales, pues se supo que una investigación interna de la propia CIA de hacía varios años —y que nunca se le había dado a conocer al Comité senatorial que debe «controlar» a la agencia de inteligencia— tenía elementos diferentes al estudio preparado para la junta del Senado sobre el comportamiento brutal, ilegal e inmoral contra los encarcelados durante la administración Bush.

Algunos señalaban que en ese Comité son cada vez más raras las audiencias públicas y lo califican de «bastión soporte de la CIA y sus agencias de inteligencia primas», y que es una excepción esta confrontación de ahora con la institución que dirige John Brennan, quien en los años bajo escrutinio era un alto oficial de la CIA, razón de más para mantener oculto el informe, que a decir de los voceros contiene numerosos «errores factuales».

Mientras tanto, la versión de los funcionarios involucrados en esa política y práctica durante la administración Bush —y quién sabe hasta cuánto más acá— siguen argumentando como justificación para las aberrantes arbitrariedades y violaciones, que las técnicas mejoradas de interrogatorios (enhanced interrogation techniques) fueron efectivas para garantizar que no se produjeran ataques terroristas contra Estados Unidos, como el senador Mark Udall puntualizó que había sido dado a conocer en un reciente video durante la presentación de la Biblioteca y Museo Presidencial George Bush.

Aún más, en 2009 Obama dejó claro que el programa de detención e interrogatorio de la CIA y sus técnicas mejoradas no tenían lugar en su administración. Este espaldarazo, al permitir que sigan siendo secretos los informes, reportes y documentos que lo exponen, dice exactamente lo contrario.

Por cierto, producir esas seis mil páginas sobre la CIA y sus torturas, que no se dejan ver, costó nada menos que 40 millones de dólares, y claro que los pagaron los contribuyentes, la ciudadanía con derecho a saber, pero a quienes se les miente y oculta.

Así son las cosas en el imperio.

Juana Carrasco Martín


Artículo extraído de www.juventudrebelde.cu

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