RESOLUCIÓN DEL COMITÉ EJECUTIVO DEL PCPE 

El debate abierto mediáticamente sobre los vientres de alquiler se sitúa ante un nuevo intento de mercantilización de los seres humanos, en este caso, a través del cuerpo de las mujeres, su cosificación y apropiación de la capacidad reproductiva, provocando su comercialización y haciendo lo que usualmente se denomina nichos de mercado y negocio. El Comité Ejecutivo PCPE denuncia que la gestación subrogada, gestación por sustitución, maternidad subrogada, son eufemismos que intentan disfrazar lo que realmente sucede, que se alquilan cuerpos de mujeres, para convencernos de que es una práctica legitima y hasta humanitaria.

A raíz de la portada de una famosa de 68 años portando orgullosa su bebe, se ha abierto una vez más, interesadamente, un debate sobre los vientres de alquiler, práctica que en el Estado Español es ilegal bajo la Ley 14/2006, penada con cárcel y que en la reforma de la ley del aborto se califica esta técnica de reproducción asistida como una forma de violencia contra la mujer. Sin embargo se facilitan los trámites para otorgar la nacionalidad y reconocer al bebé si este hecho se ha producido en un país que sí lo permite.

Tal es así que se calcula que, en Estado Español, solo entre 2010 y 2020 se registraron más de 2.520 bebés gestados por esta vía, y nacen sobre 20.000 en el mundo anualmente. Así, por precios que se acercan a los 200.000 euros, cualquier persona puede viajar a los países que lo legalizan y tiene montada esa industria, aportar el material genético que considere conveniente, embarazar mediante la técnica de fecundación in vitro a una mujer, volver a los nueve meses y, sin más complicaciones, filiar como hijo o hija suyo al bebé producto de ese embarazo.

Se habla de generosidad, de libre elección y de altruismo, por parte de las mujeres gestantes claro, y del deseo de ser padres o madres como un derecho por parte de los clientes, mientras se esconde la cruda realidad: que los vientres de alquiler llevan implícitos la deshumanización de la mujer, convirtiéndola en una vasija o contenedor vacío que se alquila durante nueve meses. Este supuesto hecho solidario siempre se da en las mismas condiciones: mujer con pocos recursos económicos de las clases populares y clientes burgueses con un elevado nivel adquisitivo.

Y sí, hablamos de clientes, hablamos de industria porque se trata de un negocio. Hablamos de relaciones económicas pues ambas partes firman un contrato donde la mujer que albergará el feto pasa a ser de su propiedad durante 9 meses, teniendo que cumplir todas las exigencias impuestas sobre alimentación, residencia, vida sexual y un largo etcétera, recogido en las obligaciones de las gestantes dentro del contrato. Contrato donde la única obligación de los “padres” es pagar. Se ofertan kits lowcost o paquetes de oferta; se habla en términos comerciales del cuerpo de la mujer gestante y de los bebes como productos, se dan casos de bebes con discapacidad u otros rechazados por los compradores que se quedan en el limbo o son revendidos a través de internet.

Son muchos los riesgos que no son suficientemente explicados a las mujeres: la hiperestimulación hormonal necesaria puede producir consecuencias en la salud, dolores y sangrados debido a las múltiples pruebas invasivas para garantizar la viabilidad del feto, las cesáreas programadas que suponen mayor riesgo y un largo etcétera. Las consecuencias emocionales, al gestar a un bebé que se entrega, aumenta las posibilidades de sufrir depresión postparto, estrés postraumático y psicosis puerperal. Riesgos de los que se informa poco a las mujeres, riesgos que nunca decidirán correr las mujeres burguesas. Son las mujeres trabajadoras víctimas de la pobreza, el desempleo y las peores consecuencias del capitalismo, las que se verán avocadas a ello con tal de preservar su supervivencia. Por eso los vientres de alquiler se convierten en una cuestión puramente de clase pues son uno de los ataques más brutales por parte de la burguesía a las mujeres obreras, encontrando este factor explotador un terreno abonado en las actuales condiciones de la crisis general del capitalismo.

Hablan los que defienden o pretenden regular este método de incomprensión y violencia hacia ellos. Todos interpretamos el sentimiento de los que desean ser padres o madres, de los que como quieren tener un hijo o una hija, se lo compran y como cualquier producto de mercado de alto nivel pueden elegir raza, sexo, complexión, origen, etc.; nada sabemos de los por qué de la mujer gestante, qué sintió después de engendrar, crear, alimentar y parir un bebe que no era “suyo”. Nos preguntamos si no les pareció violento tratar a una mujer como una mera mercancía de la que podían disponer solo por pagarle, si no sintieron la violencia que implica llevarse un bebe y no pensar en los vínculos emocionales que genera en la mujer o las posibles secuelas de la gestación y el parto. Si no consideraron que su deseo de ser padres o madres, no es un derecho; que tener una familia biológica no es un derecho; que las niñas y niños que se dan en adopción no son para satisfacer el deseo –legítimo, sí, pero no con eso basta– de maternidad o paternidad de los solicitantes, sino para satisfacer la necesidad y el derecho de los menores de tener una familia que los cuide y proteja durante su infancia. 

Así la industria de los vientres de alquiler es una forma más de sobreexplotación de las mujeres pertenecientes a la clase obrera y sectores populares, donde el objeto de compra y venta es un nuevo ser humano, es decir, una mercancía. Puede calificarse perfectamente de trata de bebes el mercado que opera sobre la asimetría estructural de poder y de clase existente entre las mujeres que alquilan su útero y las parejas que pagan por ello. “Maternidad subrogada altruista” es un eufemismo que se quiere normalizar falazmente sobre la compra-venta de bebés.

No hay libertad de elección posible en el marco de capitalismo, en el marco de la desigualdad económica, social, racial. La maternidad altruista solo podría darse en un modelo social de igualdad y ausencia de mercantilización de las relaciones sociales y personales; en este capitalismo globalizado con la violencia estructural que genera, el mito de la libre elección es la herramienta ideológica para inocular el individualismo, para sostener la explotación y la opresión.

El capitalismo y el patriarcado, que, por una lado ensalzan la maternidad como el objetivo mayor de la vida de las mujeres, la subliman como el mayor vínculo emocional posible, que justifica un amor y sacrificios incondicionales, y por otro convierten la maternidad en un negocio en el que todo eso desaparece y solo importan los deseos y sentimientos de la clientela. De esta forma, muestra su cara más feroz contra la mujer obrera, deshumanizándola y convirtiéndola en simple mercancía al servicio de sus intereses, legitimando y normalizando la explotación y violencia más extrema.

El Comité Ejecutivo del PCPE, declara su posición frontal de rechazo a los vientres de alquiler, al uso del cuerpo de las mujeres como mercancía, y no cederá ni un milímetro ante la burguesía, que solo busca el beneficio económico de nuestra existencia. La libertad sexual y los derechos reproductivos de las mujeres, que todavía son cuestionados y amenazados cada día, y la defensa del principio que la maternidad no es una obligación, sino que debe ser elegida, son preceptos básicos de la consciente libertad de las mujeres; y que son la explotación y la precariedad salvaje, las que llevan a muchas mujeres a ser partícipes de este negocio llamado “maternidad subrogada”, al tiempo que el aparato ideológico del sistema trata de convencernos de que la maternidad o la paternidad es un derecho y como todos los derechos en esta sociedad capitalista y patriarcal solo lo podrán ejercer la burguesía o quien pueda comprárselo.   

A 6 de abril de 2023

Comité Ejecutivo del PCPE

 

 

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