Dos de las películas más relevantes de este año tratan el mismo problema: la reacción de la pequeña propiedad de la tierra a la gran propiedad: As bestas y Alcarràs. Sobre un conflicto superficialmente  idéntico: la concentración de la propiedad de la tierra para el uso intensivo de la energías renovables  en beneficio de los grandes monopolios energéticos españoles. Entre las dos nos encontramos con las tres posiciones posibles de la pequeña propiedad amenazada: una propiedad mediana con trabajo asalariado -por supuesto con proletariado inmigrante sin derecho- cuyo objetivo es la permanencia de la tierra y la producción minifundista. Este es el caso de Alcarràs. Las otras dos posiciones, enfrentadas entre ellas, se dan en As bestas: la pequeña burguesía urbana y culta que, harta de la vida alienada de la ciudad, se marcha al campo para vivir de la producción ecológica sin trabajo asalariado, vendida en pequeños mercados locales y de cercanía: una huida del capitalismo para vivir al margen. Por otro, en abierto conflicto con ella, la posición de una pequeña propiedad cuya vinculación con la tierra no es electa, sino forzada por las necesidades económicas. Estos últimos representan el deseo de someterse al gran capital porque significa la única posibilidad de escapar de la tierra. Como decía Marx respecto a la acumulación originaria, el gran capital, en este caso, libera en un sentido muy específico.

Creo que es importante deslindar los componentes ideológico-políticos de cada una de estas posiciones. La posición de Alcarrás, que definiré como nostálgica, expone, si bien dulcificada, la existencia de la explotación -en una escena se comprueba las posiciones de negociación entre el jornalero y el propietario respecto al jornal. Sin embargo, desprovee de conflicto la relación con el resto de propiedades. El conflicto se interioriza entre los propietarios. Aquellos que han perdido el vínculo sanguíneo con la propiedad y disuelven la identidad en el dinero contante y sonante, frente a aquellos, revestidos de héroes, cuya identidad se define por su pertenencia a la propiedad. Para la posición nostálgica es efectiva la identidad propiedad-subjetividad: el sujeto se define en cuanto mantiene intacta esta relación.

Mucho más interesante me parece el conflicto abierto entre las otras dos posiciones en As bestas. La posición de los inmigrantes franceses que, después de haber vivido años en la metrópolis, deciden huir del capitalismo hacia una economía de subsistencia, tranquila, de producción de temporada, ecológica, etc. Esta sería la posición de huida del capitalismo (tomo el término de Erik Olin Wright). Ante la imposibilidad de transformación colectiva del capitalismo, se opta por la salida individual. No deja de estar comprometida de alguna manera, pero conserva el elemento reaccionario de la salida insolidaria. En la acción de los huidores nunca se plantea la posibilidad de una construcción colectiva. Por ejemplo, una cooperativa. El enfrentamiento con el gran capital es individual: me niego a vender, pero ni construyo con otros ni me interesa cómo le va a los demás. Existe la solidaridad y la amistad, pero sin conciencia de los efectos colectivos no deseados de mi decisión individual.

Por último, nos encontramos con los perdedores de la historia: pequeña propiedad sin trabajo asalariado que nunca ha conocido otra vida que no sea la sujeción a la propiedad, la propiedad como grilletes y no como libertad. Para ellos, la aparición del gran capital que quiere comprarles la tierra es la verdadera libertad: la libertad de poder escapar de la tierra hacia el capitalismo. Como dice el protagonista en un momento: la venta de la propiedad es la oportunidad de dejar de oler a mierda.

Jesús Ruiz

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