En parte por una razón formal que me impide perder el tiempo viendo hablar a un busto parlante, incapaz de escribir lo que dice.

También, por una cuestión de contenido que, en medio de una profundísima crisis económica, social e institucional que impregna toda la realidad de la formación social española, me hace insoportable volver a escuchar por, enésima vez, la misma retórica en defensa del status quo que legitima la creciente explotación y opresión del pueblo trabajador.

Pero, en este caso en particular, por el desprecio absoluto que siento hacia el tipo que funge como Jefe de Estado del Reino de España y que dice llamarse Felipe VI.

Un ser cuyo único mérito para ocupar esa responsabilidad es ser hijo, nieto, bisnieto, tataranieto…de una estirpe de ladrones, asesinos y desquiciados mentales que, desde la conocida Guerra de Sucesión iniciada en 1701, son el epicentro del cruel sometimiento al que las distintas clases dominantes han condenado a los pueblos de España.

322 años de violencia en los que aristócratas, burgueses, curas y militares golpistas, bajo el amparo de una monarquía que nunca dejó de estar a su lado, para seguir manteniendo su poder corrupto, han crecido sobre el hambre, la miseria, la incultura y la muerte del pueblo.

Dominación enfrentada con la sangre derramada de quienes dieron la vida por la Libertad y la Soberanía que, en nombre de todas las clases parasitarias, les negaban los Borbones.

Seres despreciables como Carlos IV, Fernando VII, Isabel II o Alfonso XIII que huyeron de la exigencia de Justicia de un pueblo consciente que identificaba al responsable de sus desdichas en el Palacio Real.

Momentos de Gloria y Heroísmo culminados el 14 de abril de 1931 y el 16 de febrero de 1936 y ahogados a partir del 18 de julio de 1936 por el genocidio fascista nuevamente perpetrado por los mismos  aristócratas, burgueses, curas y militares fascistas.

Franco y su sucesor Juan Carlos I; ladrones los dos.

El primero responsable del mayor genocidio de la historia de España, el segundo, cómplice del primero y, como Jefe de Estado, responsable de los cientos de asesinatos cometidos por el terrorismo de estado y sus cuerpos represivos durante todo su mandato.

Uno murió en la cama, el otro, con suerte, pronto y en Abu Dabi huyendo de la Justicia. No se le puede desear nada distinto a alguien tan miserable.

Felipe VI….que no lo dude, al final, la Historia siempre la escriben los pueblos.

Julio Díaz. Secretario General del PCPE

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