Ha vuelto a suceder, una vez más. Una fecha cuyo origen está vinculado con unos hechos y mujeres que le dan un marcado carácter colectivo y de lucha, con el paso de los años ese origen se desdibuja y pasa a tener un carácter lacrimógeno e individual. Las clases dominantes tienen un bien engrasado aparato ideológico-propagandístico para colocar (nos) “su agenda” y orden de prioridades.  No se cuestiona la mayor, denunciamos la existencia de violencia patriarcal y la falta de recursos y medidas reales en nuestras sociedades para su erradicación.  Pero desde su definición como “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”, entendemos que cuando se acerca el 25-N se pone el foco de la fecha en el número de víctimas y en una de esas violencias, obviándose no solo el componente de clase, sino también el de lucha. Mucho más, se omite cualquier referencia a un sistema violento todo él que ampara la violencia contra las mujeres a gran escala.

Sí, me estoy refiriendo al capitalismo, que en su fase imperialista actual despliega la guerra contra los pueblos. No se trata de una guerra puntual, pues realmente desde la finalización de la II GM el capitalismo está en guerra, desplegando conflictos en diversas zonas del planeta, de ahí que haya quien hable de guerra permanente o de sistema guerra. Disquisición al margen, la violencia contra las mujeres en las guerras ha sido analizada desde un punto de vista de víctimas, sufridoras o sujetos pasivos. Sabemos que ese no es el único rol. Tienen su papel verdugo al incorporarse activamente en los ejércitos ocupantes. Para muestra, Lynndie England en  Abu Ghaib o las señoras de la guerra que aparecen en la foto de las cumbres anuales de la OTAN, de Cospedal a Robles en su papel activo de ministras otanistas, hasta el más pasivo de las “esposas de los guerreros”, algunas de ellas mancilladoras recientes del Guernica.

Ambas posiciones son convenientemente aprovechadas al servicio de la justificación de las causas bélicas y para dotarlas de una pátina de “humanidad” cuando se presenta a las mujeres como víctimas, y de modernidad cuando nos muestran a las muy emancipadas mujeres soldado, todo ello para que nosotras, las mujeres del pueblo trabajador, abracemos y hagamos nuestras las guerras imperialistas o los bloqueos criminales a los pueblos soberanos.

Es, en desenmascarar la hipocresía que se esconde en el papel de víctimas donde voy a detenerme. Dos ejemplos bastan.

¿Quién no recuerda la invasión de Afganistán y las imágenes que saturaron nuestras retinas? La situación de sus mujeres les importaba, aún ahora, bien poco.  El muy promocionado apoyo a los derechos de las mujeres era una impostura, como lo demuestra el hecho de que el presidente colocado por EE. UU., Hamid Karzai, era un conservador pashtun que, al igual que los talibanes, tenía a su esposa encerrada en casa. Antes de casarse, en 1999, ella había ejercido como ginecóloga, pero tras “la liberación” occidental eso se volvió imposible. Una mentira más, los derechos de las mujeres fueron mera coartada de la guerra imperialista.

El segundo, Ucrania, claro. Pero ningún medio de propaganda hablará de estas mujeres asesinadas y desaparecidas, pues ellas vivían en octubre del 2014 en la autoproclamada república popular de Donetsk.  Casi 400 mujeres de edades comprendidas entre 18 y 25 años fueron dadas por desaparecidas en Krasnoarmeisk. En las inmediaciones de la localidad se encontraron los cuerpos de 286 mujeres violadas, pero ese horror perpetrado por las fuerzas fascistas de Kiev se silencia. Sencillamente ni existe ni merece repulsa que la nacionalidad y bando de víctimas y victimarios en este caso, realmente siempre es así, sí importan y mucho.

Nosotras, mujeres trabajadoras, este 25 N queremos resaltar que no somos ni víctimas ni sumisas, ni tampoco objetos a los que cosificar y usar con fines propagandísticos en las guerras de expolio del capitalismo. Nuestra causa es la de nuestras hermanas y hermanos  que luchan, en cualquier parte del mundo, contra la opresión, la explotación y en defensa de la humanidad.

Ana Muñoz