La tozudez (y estupidez) de las grandes instituciones económicas internacionales cuando se trata de aplicar, una y otra vez, las mismas e inservibles políticas económicas ortodoxas no debe ser subestimada. Veamos la última.

El conjunto de la clase trabajadora mundial (también la de los países centrales) sufre los efectos de una inflación galopante a resultas del desorbitado aumento de los precios de numerosas materias primas así como del encarecimiento de la energía. Y, por mucho que se empecinen Joe Biden y los medios de «información»/propaganda occidentales que descaradamente toman por imbéciles a las mayorías sociales, este escenario inflacionario no ha sido desatado por Vladímir Putin y «su» guerra. No, los trabajadores y trabajadoras tenemos memoria, e independientemente de que se haya alcanzado en julio de 2022 un nuevo récord en la eurozona al llegarse (según la Oficina de Estadística de la Unión Europea, Eurostat) al 8,9 % de inflación, sabemos perfectamente que la presente situación se remonta, por lo menos, a dos años atrás. Y ya no es que los trabajadores lo sepamos perfectamente, sino que lo padecemos perfectamente. 

¿Y qué están haciendo las grandes instituciones económicas internacionales para atajar este grave problema inflacionario? Pues bien, desde, cómo no, una óptica exclusivamente monetarista, la Reserva Federal de los Estados Unidos ha subido recientemente los tipos de interés. Paralelamente, el Banco Central Europeo, por vez primera en once años, también ha elevado los tipos de interés, pasando estos del 0 % (donde se han situado ininterrumpidamente desde marzo de 2016) al 0,5 %. Esta última subida de tipos se corresponde con la mayor de ellas en 22 años. Y, bueno, realmente no debe sorprender la aplicación de esta medida clásica de política monetaria, sobre todo teniendo en consideración que el único objetivo del Banco Central Europeo es el de mantener la inflación cercana al 2 %.

¿Cuál es el problema entonces? El problema reside en que los efectos de las diferentes medidas de política económica no pueden teledirigirse hacia un objetivo concreto, sino que estas impactan ampliamente la dinámica económica. Por ejemplo, téngase en cuenta el papel que juegan los tipos de interés en función de la fase en que nos encontremos del ciclo económico. En pocas palabras, los tipos de interés suelen elevarse con objeto de «enfriar» la economía en escenarios expansivos de acumulación de capital mientras que estos mismos tipos se reducen con la idea de estimular o reanudar el proceso de acumulación en situaciones de estancamiento o crisis. La coyuntura actual se asemeja más al segundo que al primer escenario, lo que viene simbólicamente reforzado por el hecho de que Estados Unidos ha entrado recientemente en recesión técnica al acumular dos trimestres consecutivos de caída de su producto interior bruto. Dicho de otro modo, una subida de tipos de interés podría hasta ser beneficiosa para la economía si nos encontrásemos en una fase casi opuesta a la presente. Pero, ¿cómo puede afectar ahora dicha subida?

La situación inflacionaria actual no está motivada por una alta demanda agregada a causa de elevados salarios, como a los economistas ortodoxos gusta decir. Muy al contrario, el presente escenario inflacionario está causado mayoritariamente (en más de un 80 % en el caso español) por los beneficios empresariales. El problema, por tanto, no radica en un exceso de demanda de una población mundial que, de hecho, está teniendo dificultades para cubrir sus necesidades básicas, sino en una alarmante escasez de oferta. En otras palabras, el modo de producción capitalista está atravesando notables dificultades para satisfacer las necesidades básicas de la población incluso en las potencias centrales (en el fondo, esto no es tan sorprendente, pues el modo de producción capitalista es un sistema anárquico carente de la más mínima planificación). Por lo tanto, la subida de tipos de interés va a deprimir aún más si cabe la ya deprimida inversión en necesarios procesos productivos, lo cual presionará la oferta aún más a la baja. O, desde otro punto de vista, la subida de tipos de interés puesta en marcha para atajar la inflación desde una óptica monetarista puede, irónicamente, acentuar la inflación por un aumento relativo de la demanda agregada sobre la oferta. Desde luego, esto es lo que yo llamo seguir cavando para salir del hoyo.

El nivel de contradicción interna nunca visto antes que está alcanzando el modo de producción capitalista es formidable. En conclusión, este breve análisis es sólo una muestra más de lo delirante que resulta afirmar que es posible encontrar soluciones en favor de la mayoría social trabajadora dentro del seno del sistema económico imperante. 

Iván López Espejo

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