Hace unas semanas, se viralizó un video de dos hombres acosando a un grupo de jóvenes durante la feria de abril de Jerez de la Frontera. El suceso en cuestión era tan sencillo como perturbador, dos tipos que por su traje algo desarreglado tenían el aspecto de dos cuñados a última hora en una cena de empresa, con una postura inquietante y artificialmente estática, fijan una mirada obsesiva durante unos interminables minutos sobre un grupo de chicas jóvenes. Una de esas “bromitas” que las buenas chicas deben observar como una galantería natural si no quieren ser vistas como histéricas feminazis, a fin de cuentas, “cómo es posible que anden por ahí solas”, tendrán en la cabeza este género de personas.

Mucho habría que decir sobre este claro ejemplo de acoso machista cotidiano que se presenta bajo la forma de lo aparentemente inofensivo, y que sin embargo tan bien manifiesta las codificaciones de la opresión. Pero en este es ese el objeto de estas palabras, más bien el objetivo son los fenómenos que como este de repente se viralizan. La comunicación viral se refiere a los mensajes de rápida difusión, sin embargo, ahora que acabamos de pasar esta pandemia, podemos verla en un sentido más amenazador, como un mensaje altamente contagioso. Y del mismo modo que la información no es siempre formativa, puede también ser deformadora, la comunicación no siempre va acompañada de más conocimiento, también puede provocar lo contrario. Cuando la impresión supera la comprensión, la comunicación provoca desconocimiento, y esto ocurre con la comunicación viral, es el contagio de la impresión, pura agitación dirigida a las entrañas. A lo largo de la historia, las fuerzas reaccionarias han sido siempre especialmente hábiles en el manejo de esta agitación. Saben que la mejor manera de conservar sus privilegios es impedir que el descontento se convierta en conciencia y esta en compromiso. Así, la oligarquía, mediante la difusión viral de la impresión sin compresión, logra hacer masa social a su favor. El odio, el rencor, el miedo o la frustración usados de manera viral son la materia prima con la que el patrón anula la revolución.

El seísmo electoral que comenzó en Madrid hace un año llega ahora a Andalucía. La mano derecha del sistema está reagrupando sus fuerzas de cara a las próximas generales, y es que, anulados ya los partidos “alternativos”-podemos y ciudadanos- que han sido el refresco del régimen, se puede recuperar el turnismo que le da estabilidad. Con las elecciones andaluzas volveremos a ver lo ya visto en Madrid y Castilla y León, el recurso retórico a la libertad, a la dicotomía entre el orden y el caos, y un sinfín de lugares comunes. Y volveremos a encontrar la renovada expresión política del fascismo, Vox. Como los perros del patrón que son, ladrarán todo su elenco de miedo, odio y rencor y se emplearán a fondo para viralizar su discurso sobre los inmigrantes, los menas, la clase política, los progres, los rojos, las feminazis, el lobby gay, el marxismo cultural, la destrucción de los valores tradicionales, el fin de la raza blanca, y la evocación de una cruzada para recuperar la españa de bien. Y podremos ver cómo los gallitos acosadores de la feria de Jerez se convertirán por la magia de su viralización, en las víctimas de la persecución feminazi, y esa vulgar chulería de camorrista, al son de “ni de izquierdas ni de derechas, españoles”, pasará ser un modelo a imitar, hombres que no se esconden, españoles orgullosos dispuestos a dar la cara o a partirla en nombre del buen patrón.

Eduardo Uvedoble.

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