El continente europeo toma su nombre de la mitología griega. Una joven fenicia llamada Europa fue raptada por Zeus y llevada a Creta, donde acabó conviertiendose en reina.

Resulta curioso que la historia sitúe en estas tierras el proyecto estratégico de la Unión Europea, con el que nuestra burguesía imperialista es ahora quien secuestra la posibilidad de desarrollo y emancipación de la clase obrera de los muchos pueblos que la habitan.

Este año, se cumple el 20 aniversario de la puesta en circulación de billetes y monedas de lo que entonces era una Unión Económica y Monetaria que agrupaba a doce estados.

El joven Euro, obviamente, nació como dinero “fiat”, desligado del patrón oro, algo que permite imprimir billetes y aumentar el gasto del estado para poder revertir, según los gurús económicos capitalistas, los periodos de crisis. El Euro cabalga así, desde su nacimiento, vinculado al respaldo del Banco Central Europeo y sujeto a la confianza de un sistema económico que hace aguas por todos los costados.

Y menos mal, porque el euro en relación al oro, en el transcurso de estos 20 años, perdió el 85% de su valor, dando una muestra de la dificultad y desconfianza hacia el propio proyecto.

Pero, a pesar de las políticas monetarias expansivas, de la inyección constante de recursos públicos a los monopolios, la realidad es que desde el nacimiento del Euro, hemos vivido más de la mitad de su tiempo, y concretamente desde 2008, sumidos en una profunda crisis que solo en un breve periodo de tiempo (2014-2019) nos ha permitido tomar algo de aire; eso sí, viciado, para volver a sumergirnos en el lodo.

Esta realidad, ha sido más palpable en los países del sur de Europa, cuya pérdida de soberanía monetaria supuso asumir los ritmos y tácticas económicas de Alemania o Francia, auténticas potencias hegemónicas de la Unión. Sin embargo, a las empresas del IBEX, no les ha ido mal yendo a rebujo de las decisiones de Bruselas. La pérdida de derechos individuales y colectivos de los sectores populares, de capacidad adquisitiva y de expectativas de desarrollo de la clase trabajadora han supuesto un salvavidas para los intereses monopolísticos.

Sin embargo, la clase obrera no ha cesado en los sacrificios que nos impone el bloque de dominación oligárquico burgués. Según datos de enero de 2022 del INE, la diferencia entre el alza de precios y la de salarios por convenio durante el 2021, fue de 1,6 puntos, lo que aplicado a un salario promedio supone una pérdida de 390 euros de poder de compra; es decir, de desvalorización de la fuerza de trabajo.

La subida del SMI de 2021 de la que el gobierno de la socialdemocracia tanto alardeó, supuso un incremento de 950 euros mensuales a 965, un aumento del 1,6 %. Esa subida, teniendo en cuenta ahora los nuevos precios deja la situación en tablas.

Pero el problema son los datos acumulados. Los sindicatos estiman que la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores públicos desde 2010 ha sido de más un 10%.

Los fondos de Recuperación Europeos, suponen una salida hacia adelante a la crisis estructural del capitalismo, cada vez más acusada. El dinero fácil y rápido que propone la UE, a imagen y semejanza de los estímulos USA, ha embelesado a gran parte de la derecha y también tiene cautivos a muchos sectores de la izquierda, que ven una suerte de aplicación de la Teoría Monetaria Moderna, tan de moda entre nuestros socialdemócratas más “rojos” y que nos llevará sin ninguna duda a una exacerbación de la contradicción capital-trabajo.

Veinte años de la imposición del euro. Nada que celebrar y mucho por lo que seguir luchando.

Kike Parra

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