El imperialismo norteamericano, aparte de continuar con su práctica violenta y de intento de sometimiento de países, gobiernos y pueblo, se muestra tozudo en su política de bloqueo y amenazas al gobierno de Kim Jong Un. Bien es cierto que debemos seguir manteniendo la máxima de que “el imperialismo no se equivoca”, simplemente ¡fracasa!, “no comete errores estratégicos”, simplemente ¡genera horrores!

Esto debe ser una constante a la hora de valorar las incursiones del imperialismo. En lo que respecta a la República Popular Democrática de Corea (R.P.D.C.) todas las administraciones norteamericanas (republicanos y demócratas) centran su intervención en la península coreana sobre dos vértices: considerar a Corea del Sur como base operativa, disponiendo siempre de gobiernos títeres, y ser el agente que doblegue la voluntad del pueblo de la R.P.D.C. que mostró su capacidad de defensa en la imborrable y heroica gesta de la guerra que se libró entre 1950 y 1953. La violencia empleada por los EE.UU. quedó reflejada en el dato de haber lanzado en estos tres años más bombas que las que empleó durante la II Guerra Mundial; dejó un país arrasado por las bombas, con su capital, Pyongyang, en escombros.

Desde el punto de vista ideológico, el imperialismo no puede soportar el desarrollo y construcción socialista de la R.P.D.C.. Pero también la R.P.D.C. se muestra en términos estratégicos como un dique de contención en la presión que se podía ejercer sobre Siberia, antes soviética y ahora rusa.

La guerra, pues, continúa con una serie de escenificaciones del imperialismo ante la opinión pública, donde viene a denunciar las pruebas de misiles que el gobierno de Pyongyang está efectuando. Estos misiles sólo tienen una finalidad defensiva y de advertencia a cualquier aventura que pretenda la actual administración norteamericana de Biden.

Los EE.UU. siguen empleando la retórica de los “Derechos Humanos” en todos los conflictos internacionales en los que aparecen sus garras; la emplean contra Cuba, contra Venezuela, contra la R.P.D.C. Desoyen resoluciones como la aprobada en la Asamblea de la ONU el 4 de diciembre de 1986, donde incluye “el derecho al desarrollo como parte de los Derechos Humanos”, declaración ratificada en junio de 1993 en el Congreso Mundial de DDHH; no importa, los EEUU no se someten a ninguna resolución que ponga freno a sus espurios intereses; su táctica se centra también en forzar la maquinaria de guerra para mermar capacidades de desarrollo social de los países agredidos.

Estas jugadas mediáticas encuentran socios cooperantes de la misma naturaleza imperialista. El acoso que en estos meses se ha endurecido, ha tenido la respuesta de Kim Jong Un quien manifestó que “si toleramos o dejamos intacta la conducta parcial y dual de EE.UU., se acometerán a atentarnos las fuerzas hostiles, y enfatizó que no debemos ceder ni un paso en la defensa de los derechos independientes de nuestro Estado sino tomar las fuertes contramedidas estatales sin tolerar nunca ni un mínimo intento de infringir la soberanía nacional de la R.P.D.C”.

En este mismo affaire, el pasado 29 de septiembre en la Segunda Jornada del 5º período de sesiones de la Asamblea Popular Suprema de la R.P.D.C., pronunció un discurso titulado “Sobre el rumbo de la lucha inmediata por un nuevo desarrollo de la construcción socialista” donde significó la línea que el reciente VIII Congreso del Partido del Trabajo de Corea aprobó, y en el que “la firme convicción en el socialismo y férrea voluntad, libran una indoblegable lucha de trabajo hacia una nueva victoria grandiosa”.

Con ese objetivo se trabaja en la R.P.D.C.; las pruebas de misiles balísticos intercontinentales sólo son herramientas de defensa de las conquistas del pueblo coreano.

Victor Lucas

uyl_logo40a.png