Puesto que el capital fijo, encarnado en un sistema de máquinas que ocupan el lugar del sujeto, se apropia del conjunto del trabajo social y lo integra como parte de su rendimiento, la clase trabajadora se ve confrontada no sólo con los capitalistas o sus agentes vivos sino con la totalidad social que ella misma produce y confirma prácticamente. Las palabras literales con que Marx describe en el capítulo VI de El Capital la situación del individuo dentro del capitalismo avanzado son las siguientes: subsumido bajo el capital, desposeído de las condiciones sociales, impotente fuera de la estructura capitalista, dependiente, superfluo, sujeto a poderes ajenos.

En la era del capitalismo tecnológico no sólo permanece el valor, el trabajo-mercancía, el fetichismo y la alienación, sino que los rendimientos de la digitalización amplían e intensifican su potencial colonizadora. La digitalización permite al capital formas mutantes y fluidas de acceder a la fuerza de trabajo, de apropiarse de su valor de uso y de explotarla. Cómo explica, por ejemplo, Trevor Scholz, el trabajo digital es cualquier cosa menos “inmaterial”. Se trata de un conjunto de actividades humanas orgánicas, basadas en cadenas de suministro mundiales de producciones industriales y que requieren multitud de dispositivos conectados en tiempo real. Más allá del problema de la remuneración o no-remuneración del trabajo digital, está claro que no puede existir sin las redes de suministros y atención que hacen posible la existencia misma de la fuerza de trabajo exigida como “flexible”. Asimismo requiere de estructuras de todo tipo que hagan posible la producción, desde las infraestructuras de transporte hasta las plantas de embalaje en Shenzhen y la extracción de minerales de tierras raras en la República Democrática del Congo.

El mundo digitalmente administrado propicia la alternancia constante entre trabajo asalariado y situación de reserva, y sea cual sea la situación respecto al empleo o la remuneración, la misma persona realiza a la vez diversas formas de trabajo o servicio para los capitales. La capa más deprimida del ejército laboral de reserva, la  “sobrepoblación estancada”, entre cuyas determinaciones incluye Marx “máximo tiempo de trabajo y mínimo de salario” constituye hoy el grupo social al que pertenece el precariado. Pero incluso la parte de la población sobrante que ni siquiera engrosa las filas de los disponibles del ejército laboral de reserva, los “pauper”, aparece hoy integrada en la producción capitalista aunque no sea sino como proveedores -impagos- de materia prima para la minería del dato en el capitalismo de plataforma.

Las tendencias a la centralización y el monopolio indicadas por Marx alcanzan su cumplimiento en la economía de plataforma (Amazon, Google, Facebook, Uber) como uno de los resultados socialmente determinantes de las tecnologías digitales. Las plataformas actúan como acumuladores de un plusvalor que no producen, parasitando otros capitales y las interacciones sociales elaboradas como “Big Data”. En la medida en que sólo es valorizable una magnitud de datos tan grande que únicamente pueden recopilar y tratar las máquinas y algoritmos de las grandes plataformas, el capitalismo tecnológico es monopolista. La expansión transversal de las técnicas digitales, desde la producción hasta la administración y la coordinación social, actúa eliminando trabajo inmediato masivamente.

La economía del valor entra en crisis cuando la riqueza material depende en muy pequeña proporción del trabajo respecto al desarrollo de la tecnociencia y la organización social. El capitalismo tecnológico, al tiempo que aumenta los trabajadores superfluos, el infraempleo y el precariado, repone formas de explotación propias de las workshouses victorianas en este mundo cyberpunk.

Por una parte, las ganancias se concentran en unas pocas plataformas y corporaciones, por otra se universaliza la precarización de la vida y del trabajo. Las crisis climáticas, sanitarias, psiquiátricas, los daños sobre la naturaleza externa e interna, señalan el carácter catastrófico de la acumulación capitalista.

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