El encarecimiento supone convertir el transporte público en un lujo; su empeoramiento, en una tortura.

En Madrid, donde usar el transporte público es una obligación por el tamaño de la ciudad y los interminables atascos, la subida ha sido espectacular: se ha encarecido en torno a un 96% para todas las zonas desde el año 2000 (un 34% desde 2007, año de inicio de la crisis). 

El transporte público supone hoy una herramienta indispensable para la clase obrera, especialmente para la juventud, tanto para poder acudir al centro de trabajo o de estudios como para cuestiones de ocio. 

El empeoramiento de las condiciones de vida de la juventud obrera así como el encarecimiento del gasóleo y la temporalidad laboral (que impiden poder fijar la vivienda en una zona cercana al centro de trabajo) acrecientan esta necesidad. Lejos de abaratar y mejorar el servicio debido a la cada vez mayor demanda del mismo, la burguesía se ha dedicado a empeorarlo y encarecerlo. 

En Madrid, donde usar el transporte público es una obligación por el tamaño de la ciudad y los interminables atascos, la subida ha sido espectacular: se ha encarecido en torno a un 96% para todas las zonas desde el año 2000 (un 34% desde 2007, año de inicio de la crisis) Los abonos van desde 35€ al mes hasta 131,80€ dependiendo de la zona y la edad. Los abonos más comunes incluyen a Madrid ciudad y núcleos obreros de gran importancia como Getafe, Leganés (B1) Fuenlabrada o Móstoles (B2) y sus precios al mes son: 35€ y 54,6€ (A) 39,60€ y 63,70€ (B1) y 45€ y 72€ (B2). 

Si consideramos la situación laboral de la juventud (contratos temporales, a media jornada, de prácticas...) el abono de transporte supone una parte importante de su sueldo cuando no lo supera (como es el caso de los contratos de prácticas).

También tiene especial impacto en los jóvenes estudiantes madrileños que han de coger el transporte a diario para acudir al instituto o facultad; destacando el coste que supone para los estudiantes de otras localidades desplazados a Madrid para estudiar, que al coste del alquiler han de añadir como gasto fijo todos los meses el del abono. 

En cuanto al proceso de empeoramiento ha supuesto un descenso importante del número de trenes y autobuses disponibles; llegando a haber esperas de más de 15 minutos entre metro y metro y desapareciendo líneas fundamentales como la que unía Ciudad Universitaria con Somosaguas. Además de la incomodidad que implican estos recortes también suponen un robo del tiempo de la juventud obrera. Según un estudio de 2008, los madrileños tardaban de media 118 minutos en ir y volver del trabajo en transporte público. Los últimos recortes de servicios disparan estas cifras. 

Pero esta situación también afecta a ciudades de menor tamaño. Así, en Logroño, en apenas 4 años el precio del billete se ha incrementado en un 28% y la reducción de servicios ha sido evidente: los domingos los autobuses pasan cada hora. 

Por último debemos considerar que prácticamente todos los servicios públicos de transporte están en manos de empresas privadas que establecen un convenio con las autoridades locales o regionales. De nuevo la lógica capitalista impera al igual que en cualquier empresa privada: se reducen servicios, trabajadores, salarios y se encarece el precio aunque la empresa tenga beneficios, con el único fin de ampliarlos independientemente de las consecuencias negativas que ello implique a la mayoría de la población. 

Como hemos visto, la cuestión del transporte se torna fundamental para la juventud obrera. No hemos analizado en este artículo cómo afectan estos recortes a los trabajadores de estos servicios (que son la otra cara de la moneda) pero sólo con estos datos tenemos los ingredientes necesarios para trasladar a nuestras asambleas de los barrios la necesidad de la lucha por un transporte público útil, barato y rápido para la clase obrera y los sectores populares.  

Ana Escauriaza Del Pueyo

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