El 27 de mayo se cumplen 10 años desde la aprobación de la ley del juego; ley que dio vía libre a la multiplicación de salas de juego y casas de apuestas por todos nuestros barrios.

En estos diez años no han parado de extenderse, llenando los medios de su publicidad, los barrios de sus locales y a la juventud de problemas con el juego, las apuestas y la ludopatía.

Aunque el año pasado el juego presencial bajó por el confinamiento, el juego online facturó 850 millones, creciendo un 14% respecto al año anterior.

Este último año hemos seguido viendo abrir nuevos locales y renovar las licencias. Incluso a veces, las medidas sanitarias hacían cerrar los bares pero no las casas de apuestas. Las promesas del gobierno, con el ministro de Izquierda Unida a la cabeza, nuevamente se quedaron en ligeros cambios para no molestar demasiado a la patronal.

Negamos la concepción de un “ocio alternativo” o un “ocio digno”, pues esto supondría asumir que la drogadicción y la ludopatía son formas de ocio. Son solo alienación y robo a nuestra clase. Por supuesto, es nuestro deber defender el ocio en los barrios como un derecho de la clase obrera.

La lacra de las apuestas silencia y doblega a una juventud de extracción obrera y popular precaria, que parece encontrarse en un callejón sin salida; pero no es cierto, hay futuro para la juventud de la clase obrera.

Apostamos por la confrontación directa contra el problema, sin tibieza, medias tintas, ni salidas que eluden el problema de base, y por el fortalecimiento de un tejido social en disposición de luchar y capaz de proponer un nuevo modelo de sociedad que sitúe en su eje central sus propios intereses: los de la clase obrera y los sectores populares.

Es tiempo de lucha. ¡Únete!

Álvaro Ripoll

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