Si alguien, por el poso de la inocencia que a ciertas personas les deja la infancia, como la viruela deja señales faciales de por vida, creyó por algún momento que el parné llegado de Europa en forma de fondo de recuperación y resiliencia no iba a generar intereses, ya ha tenido tiempo para entender, y así lo expresamos en otros artículos, que nanay de la China. Y además, altamente leoninos.
Que sin duda, ese caramelo envenenado, pasará factura. No a toda la sociedad. Solo a unos cuantos. Exactamente a quienes componemos la mayoría social. Muchos más que a los que el fascismo gustaría fusilar y que si no lo hacen, herramientas tiene el capital guardadas en las alforjas para esclavizarnos y someternos.
En otra ocasión atajamos las consecuencias que el Plan de rescate traería a medio y largo plazo para las capas populares en forma de renuncias y contraprestaciones; en concreto en un artículo titulado “Sobre el Plan de rescate y sus consecuencias”, publicado en Unidad y Lucha digital el 3 de septiembre de 2020.
Hoy debemos abundar en el reparto de esos fondos para darnos cuenta del carácter de clase de su gestión.
En total, España cuenta con unos 140 000 millones de euros. Son los fondos llamados Next Generation UE. El nombre parece sacado de una producción de Marvel, pero en la que a los auténticos héroes y heroínas, quienes todo lo producimos, nos quieren asignar el papel de meros espectadores.
Independientemente del aspecto burocrático y técnico de la gestión del montante, lo importante y elemento sustancial del tema es dilucidar quién recibirá el grueso del mismo. Una pista: las grandes empresas ya han solicitado más de 123 000 millones de euros. Por sectores, las peticiones vienen encabezadas por energía, seguido de industria e infraestructuras. Luego, el sector turístico y las telecomunicaciones. Iberdrola, Repsol, Endesa, Naturgy, Aena, Iberia, Airbús, ACS y Acciona entre otras son las “pequeñas empresas” que asegurarán su “viabilidad” y la “estructura socio-económica” de España.
Como siempre los monopolios se quedarán con la chicha y las pequeñas empresas con los huesos. Nuestra clase obrera, convertida en camareros de Europa desde hace décadas, será quien sirva los platos y friegue los restos. Además, lo hará en condiciones de mayor sobreexplotación.
El bloque oligárquico burgués busca con denuedo revertir la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, y por ello, esta inyección de capital y las consecuencias de la crisis económico y sanitaria podría servir para abaratar la composición orgánica de su inversión y avanzar en la generalización e implantación de un nuevo proceso de desarrollo tecnológico basado en la IA, el 5 G, la robótica y otras hierbas.
Es imposible de prever, ni siquiera por los más acérrimos defensores de las teorías de los ciclos largos del capital, que los cambios en los factores exógenos que estamos viviendo lleguen a suponer el acicate que revierta la realidad del decrecimiento constante de la tasa de beneficio; pero en cualquier caso, para la salida de la crisis del capital, de corta o de larga tendencia, es necesario como requisito sine qua non que la clase obrera sea derrotada social, política y económicamente. Es preciso el incremento de la tasa de explotación, tanto relativa como absoluta.
El capital monopolístico necesita incrementar los niveles de explotación, bajando los salarios directos o indirectos, precarizando las condiciones laborales, ampliando el ejército de reserva, atemorizando a la clase obrera con la pobreza extrema, los desahucios y las diez plagas de Egipto si es necesario para atenazarla y subyugarla a sus crematísticos intereses, de forma que le permita el ciclo ampliado del capital.
Solo la respuesta organizada de nuestra clase evitará el expolio y sangría que pagará nuestra “Next Generation” de trabajadoras y trabajadores.
Kike Parra