Los Pactos de la Moncloa, ingeniería política para la continuidad del franquismo.

El bloque oligárquico-burgués y sus partidos políticos en España, ya sea la derecha más rancia de PP o Vox, o la socialdemocracia de PSOE y Unidas Podemos, convienen en mantener un discurso de consenso más o menos sólido del proceso de la denominada “Transición”, cada uno con sus matices, por supuesto. La construcción de ese discurso sobre una Transición pacífica y modélica, está fuertemente sustentada no solo por los partidos burgueses, sino principalmente por el complejo mediático e institucional en manos del poder económico, para no alterar la dominación actual por parte de la misma oligarquía que ostentaba el poder en el franquismo. Una oligarquía enriquecida a través del expolio a la República, la corrupción sistémica franquista y la explotación brutal de la clase obrera como fuerza de trabajo sometida a su dictadura, llevando a cabo un proceso de adaptación de su forma de dominación, para mantenerse en el poder a toda costa, y “modernizar/actualizar” el sistema de dominación.

Mientras que los Consejos de Administración de Endesa, Iberdrola o Telefónica alojaban ministros franquistas, los mismos jueces anteriores pasaban del Tribunal de Orden Público a la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, y las estructuras policiales y militares no fueron purgadas.

La clave de la supervivencia de esa oligarquía que tiene nombres y apellidos (Koplowitz, March, Urquijo, Botín, Ybarra, ...), fue garantizar la continuidad de su dominación y su poder a través de la gran parodia de la Transición, con la idea de cambiar las formas para que nada cambiara, y estableciendo la corrupta monarquía de los Borbones, representada hoy por Felipe VI, como pilar fundamental de su dominación.

Reforma o ruptura

El papel histórico de la socialdemocracia (ahora representada por Podemos, IU/PCE y PSOE) se puede resumir claramente en una palabra: sumisión. Sumisión de los intereses de la clase obrera, a la que dirige su discurso, por el apoyo al sistema capitalista al que rechaza destruir.

Así ha quedado visto en los periodos históricos recientes de mayor tensión de la lucha de clases en España (como durante la llamada Transición o el periodo republicano). Durante dicha Transición jugaron un papel desmovilizador fundamental, para llevar al pueblo trabajador a aceptar la dictadura del capital en forma de monarquía parlamentaria, y desarticular todo el movimiento obrero y vecinal que se había levantado durante la lucha antifranquista.

Su manera de actuar es bien visible a día de hoy, cuando tras años han llegado al gobierno de España. Con un mensaje de falsa confrontación “con el sistema y los poderosos”, el fin de sus políticas y prácticas es siempre el mismo: el fin de la conflictividad social del pueblo trabajador contra la burguesía.

Dos ejemplos clarísimos tenemos en la actualidad. El primero con la regulación del mercado del alquiler de vivienda, donde se sigue especulando y favoreciendo a la gran propiedad, lo que finalmente se ha aprobado es no solo mantener la situación de robo y especulación de los propietarios de viviendas, sino además subvencionar y reducir los impuestos que pagan. El segundo es el paso de Yolanda Díaz, la llamada “ministra comunista”, a Vicepresidenta del Gobierno. ¿Alguien ha oído, visto o leído a algún empresario, banquero o terrateniente protestar porque una supuesta comunista tenga uno de los cargos más importantes en el gobierno del país? No, al contrario tienen a una ministra prometiendo con boca grande derogar la reforma laboral y con la boca pequeña alabando a empresarios, mientras, por supuesto, las condiciones de trabajo continúan exactamente igual de pésimas.

La conveniencia del capitalismo para que el proceso se diera de esa forma.

Como decíamos más arriba, este proceso se dio a través del consentimiento de los principales partidos y sindicatos de la clase obrera, que bajo el liderazgo del PCE eurocomunista, que había abandonado sus anteriores posiciones revolucionarias, llamaban a aceptar la monarquía, la paz social y a la conciliación entre clases. Esta traición ocasionó una grave derrota para el estado de organización y conciencia que la clase trabajadora había alcanzado a lo largo de las décadas de lucha antifranquista en la clandestinidad.

Para la oligarquía española resultaba enormemente útil una victoria de este tipo, comprando los favores de dirigentes eurocomunistas y socialdemócratas, y concediéndoles una silla en el nuevo juego de trileros parlamentario que el capitalismo español había conseguido imponer. De esta forma integraba en el sistema a la que había sido la principal fuerza de la lucha antifranquista, generando la falsa apariencia de la participación y la representación democrática.

Los y las comunistas del PCPE denunciamos esta farsa, que forma parte de la guerra ideológica que la clase dominante de este país sigue alimentando, para desmovilizar a la clase trabajadora. Negamos rotundamente que el parlamento y cualquier otra institución burguesa sean organismos neutrales. Son parte del estado burgués, y por ello están al servicio de la acumulación privada y la dictadura del capital sobre el pueblo trabajador.

Denunciamos el espectáculo lamentable que vemos cada día en la prensa. Un show mediático de supuesta polarización y enfrentamiento entre distintas fuerzas políticas, las cuales todas sirven realmente para gestionar y obedecer los intereses de los monopolios de la Unión Europea y de la oligarquía española.

Solo a través del derrocamiento de la monarquía y el bloque oligárquico-burgués, a través de la toma del poder de la clase obrera, y el inicio de la construcción de la sociedad socialista, puede haber un estado al servicio de la mayoría social. Por ello es necesario señalar a la llamada Transición, como la adaptación y continuidad de la dominación de la oligarquía, reconvertida desde su anterior etapa franquista, a través de lo que hoy denominamos bloque oligárquico-burgués.

Julio Hernández y Francisco Valverde

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