Conocí a Alfredo Grimaldos Feito el 7 de junio de 1976 en la facultad de periodismo una tarde a la finalización de un examen de redacción periodística. Rápidamente congeniamos por compartir afinidades políticas y personales que el tiempo intensificó, esa tarde emprendimos una ronda de confidencias y bares, terminando la de la espuela en el mítico pub la Vaquería en la calle Libertad, fuimos los últimos clientes en abandonar el establecimiento. Esa misma madrugada los guerrilleros de Cristo Rey volaron el pub.

Las bandas fascistas con el estímulo y connivencia de la policía actuaban con absoluta impunidad. La denuncia de este terror impuesto, que determinó y condicionó el proceso político llamado la “Transición” fue una seña de identidad del periodismo de Alfredo. Su obra emblemática “La sombra de Franco en la Transición” publicada por Oberon el 2004 desgrana documentadamente este período y los innumerables atentados y asesinatos protagonizados por la extrema derecha, casi siempre sin esclarecer, muy pocas veces juzgados, menos aún condenados y a la postre las pocas condenas fueron seguidas de indultos. La santa y putrefacta alianza entre grupos fascistas, policía, guardia civil, jueces y militares creó un clima de terror que invalida de origen la legitimidad del proceso político que desembocó en el régimen del 78 y la abyecta monarquía que lo corona.

Alfredo ha sido un insustituible cronista de este momento porque participó desde dentro en la lucha antifascista, nunca vio los toros desde la barrera siempre vivió el periodismo desde la arena de la lucha. En 1978 publicamos con 20 años en Ediciones de la Torre un libro “Contra los Pactos de la Moncloa. Algunas respuestas de la clase obrera”, con un posicionamiento inequívoco frente al desarme ideológico y desmovilización que inauguraban. Por esa época vendíamos los domingos en el Rastro libros de esta editorial en una mesita cuyo mantel era una bandera republicana que había cosido su madre. En más de un ocasión hubo que defender el puesto a hostias ante las razias fascistas típicas de este período. También algunas veces tuvimos que defender la bandera republicana a golpes frente a los servicios de orden del PCE carrillista que ponía todo el celo posible para evitar que la memoria de la República perviviera en la conciencia popular. Así se conformó Alfredo como un periodista a golpes, golpes contra el fascismo golpes contra la censura.

En 1979 publicó un reportaje para la revista Interviú sobre la exhumación de republicanos asesinados por la sanguinaria columna de Yagüe. Los descendientes de las víctimas vencieron el miedo y en un ambiente de gran tensión acabaron realizando una manifestación por las calles de un pueblo 40 años atemorizado. Al día siguiente en el Casino de Cáceres le dijeron que sabían quién era y a qué había venido, le apuntaron con una pistola en la cabeza y le conminaron a no remover heridas.

Sufrió otras formas de censura no armadas, pero igualmente eficaces, los descendientes de la saga de los Rosón presentaron una demanda para defender el honor de esta familia de caciques que sembró el horror en Galicia a partir de 1936 y Alfredo fue condenado por contar lo conocido y silenciado. El 2009 el Tribunal Supremo confirmó la condena y el Tribunal Constitucional denegó el amparo por considerar que el asunto no tenía relieve constitucional. La “justicia” del Reino de España tutela la misma amnesia que pretendían los fascistas del Casino de Cáceres.

Siempre a contracorriente fue director de la revista Área Crítica, recuerdo un viaje a Carlet en Valencia a mediados de los 80 para realizar un reportaje sobre una durísima huelga de las mujeres de los almacenes de la naranja, acompañado por el dirigente sindical del Campo y militante comunista del PCPE, Andreu Mas. En medio de los naranjos fuimos sorprendidos por un grupo de esquiroles pagados por la patronal. Nueva batalla campal y fin de fiesta en cuartelillo y juicio posterior.

Como hoy, en otras circunstancias Pablo Hassel, Alfredo pagó un alto precio por su acérrima defensa de la libertad de expresión de los desheredados en forma de agresiones, sentencias, censuras, marginación profesional y penurias económicas.

Fue corresponsal en Madrid del periódico la “Voz do Povo”, órgano de prensa de la “Union Do Povo”. De esta relación nacieron los mejores reportajes que he leído sobre la Revolución de los Claveles, al hilo de esta corresponsalía trabó entrañable amistad con Xosé Alfonso que dejó como fruto una memorable entrevista que fue publicada en Área Crítica. Revista acosada por la policía que finalmente tuvo que cerrar.

En la última etapa y ya con la salud deteriorada ha sido alma y guía del periódico “El Otro País”, otra aventura periodística forjada a golpes.

Podríamos citar su vertiente como crítico flamenco y su obra cumbre “La Historia Social del Flamenco”, donde integra conocimiento, pasión gracejo y lucha de clases, pero esto alargaría hasta el infinito esta crónica escrita desde el dolor y la orfandad.

Andreu García Ribera

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