A partir de los datos procedentes de China, parece que el país más poblado del mundo, ha sabido controlar la pandemia del COVID-19. Pero en la Secta o en RTVE, prefieren callar.

En China, así como en todo el este de Asia, la mortalidad no alcanza las terribles cifras de muertos en Europa y en el continente americano, ya que no se han reportado fallecidos desde marzo. Aún quedan muchas cosas por conocer y admirar sobre la gesta de China, que puede enseñarnos cómo es posible detener la propagación del virus sin dañar la economía.

¿Recuerdan cuando en enero de 2020 los chinos y chinas (y otros nativos de varias naciones asiáticas) eran insultados en la calle por personas que les acusaban de haber creado al coronavirus?

Las cosas han cambiado bastante y hoy son los chinos quienes saben que los europeos ignoran cómo acabar con esa peste. Pero no nos insultan, porque damos pena.

En China, no ha habido muertes por COVID-19 desde mediados de marzo. En cuanto a los casos positivos, después de esa fecha solo se han producido "brotes" ocasionales de unas pocas decenas de casos, casi todos importados. La economía china se ha reiniciado y ahora funciona a pleno rendimiento.

Por lo que se lee y lo que se publica en plataformas veraces, objetivas y que contrastan las informaciones con mimo y seriedad, sabemos que China está completamente abierta en este momento. Todas las actividades comerciales e industriales están en funcionamiento. Las tiendas y restaurantes operan sin problema y no hay restricciones para los viajes internos. Llevar mascarilla es una medida opcional.

También hay que decir que en China no han "bajado la guardia". Todavía están atentos a cualquier brote y el gobierno interviene de inmediato en cuanto surge algún nuevo caso.

Por ejemplo, las autoridades de la ciudad de Qingdao encontraron hace días una persona infectada. Sus allegados y las personas del entorno fueron monitoreados, rastreados sus familiares y controlado un perímetro alrededor de todo el barrio donde residía el individuo contagiado.

Según informaron los medios chinos, el brote parecía estar relacionado con un lote de bacalao congelado importado en el que alguien habría observado la presencia del virus.

Fuera cierto o no, el gobierno local comenzó a realizar pruebas de COVID a los 9 millones de habitantes de la ciudad. Está claro que en China y en otras partes de Asia la epidemia está bajo control, sin necesidad de cierres, confinamientos y restricciones.

La epidemia no solo ha sido controlada en China, sino que también ha causado muy poco daño. El número total de víctimas mortales ha sido de 4.623, en un país de mil de cuatrocientos millones de personas. Es decir, 3 muertes por millón. Incluso si solo consideramos las regiones geográficas donde el virus ha golpeado con más fuerza, encontramos que la provincia de Hubei registró menos fallecidos que en Madrid.

¿Cómo ha sido posible ese éxito?

A menudo leemos en las redes sociales y en los medios de comunicación que China nos miente, que China es una dictadura, que lo que el gobierno chino nos dice es falso, incluido el hecho de que haya derrotado a la pandemia.

Cree el ladrón que todos son de su condición, dice el refrán español. Lo cierto es que los gobiernos occidentales no han mostrado jamás escrúpulos a la hora de en mentir a sus pueblos.

Por supuesto, todo es posible, pero si queremos creer que los chinos nos están diciendo mentiras sobre la epidemia, se exige la aportación de pruebas contundentes y evidencias al respecto. No las hay.

Los datos que iba aportando desde Enero de 2020 sobre la propagación del COVID-19, fueron cotejados y comprobados por los miembros de decenas de organismos como la OMS.

Pero, ¿por qué China ha sabido, pese al imponente número de habitantes, controlar la propagación del covid-19? ¿Qué medidas han implementado las autoridades del país para contener la pandemia?

Hablando de esas normas, como el "distanciamiento social", todos sabemos que en Asia existe una tendencia a evitar el contacto físico entre las personas. Las metrópolis chinas están extremadamente pobladas y en determinadas condiciones es simplemente imposible evitar el contacto físico. Sin embargo, esa distancia no significa temor, ni miedo, sino simplemente, precaución.

¿Podría ser entonces que el éxito de China radicara en la eficacia del "rastreo de contactos"?

Esta es una hipótesis muy interesante, ya que demuestra que ni en América ni en Europa se ha realizado tal seguimiento con la precisión que ha mostrado China. De otra forma no se dispararían los nuevos casos como diariamente leemos en la prensa del viejo continente. Miles de brotes en Francia, España, Italia, Alemania… Y los pueblos protestando porque en el verano se les dijo que “Hemos derrotado al virus”. Falso.

Probablemente habrán oído hablar de Li Wenliang, el médico chino que registró por primera vez casos de neumonía anormal en diciembre de 2019 y murió al poco tiempo tras haber sido contagiado. Hoy se le considera un héroe en China. Li había comenzado a dar la alarma hacia finales de diciembre del año pasado, pero nada impide imaginar que el virus ya existía en China desde hace algún tiempo, quizás incluso en formas ligeramente diferentes a las que luego azotaron Europa.

¿Es posible entonces que la población china estuviera expuesta al virus mucho antes de la primera declaración de emergencia? Hay un hecho que podría darnos una pista al respecto: el exceso de mortalidad. Si la epidemia ya existía en noviembre-diciembre de 2019, o incluso antes, deberíamos comprobar que la mortalidad es esos meses era anormal en comparación con el promedio de ese período en años anteriores.

Dejemos las cábalas y que cada gobierno compruebe (son los menos) el verdadero número de muertes por covid-19. Me remito a lo que conozco: que en este momento las cosas van muy bien en China, un país que ha sabido demostrar que el enemigo no es invencible. Que derrotarlo es posible sin tener que destruir la economía con bloqueos prolongados y generalizados, como los que se viven en medio mundo “civilizado”.

De hecho, en China, el bloqueo "duro y radical" sólo afectó a una provincia de 60 millones de habitantes, tan grande como Francia o Italia, pero aquella decisión salvó del virus al resto del país, a los mil cuatrocientos millones que vivían en el resto del territorio.

Por supuesto, Europa y América enteras viven momentos complicados, donde la primera causa de la propagación es la irresponsabilidad de millones de personas, acostumbradas a reunirse en cualquier lugar sin guardar distancia, sin llevar mascarilla, sin seguir las normas que se les dictan desde los organismos sanitarios, incumpliendo por un ataque continuo de rebeldía inútil todas las normas precisas para acabar con la peste.

Y es que el pueblo chino, además de comerciante, creador y comprador, inteligente, astuto y siempre sonriente, es disciplinado, algo a lo que en Europa no estamos acostumbrados. Preferimos desobedecer, porque creemos que así sufre el gobierno, mientras el virus se expande y el ministro de sanidad español se va de fiesta y francachela con su colega de Justicia y decenas de periodistas, justo cuando el estado de alarma paraliza España.

Así las cosas, hay razón para pensar que tendremos que seguir viviendo en el terror durante los próximos siglos. Ah, se me olvidaba: el problema no es Ayuso. Es el uso de la filosofía para detener a un virus.

Carlos Tena