Cuando una voz prodigiosa es un arma cargada de conciencia se me viene a la cabeza Silvia Pérez Cruz, la cantante catalana que hoy representa lo más granado, entre tanto rol postizo y tanto millenial. La burguesía resalta la dulzura como algo edulcorante un tanto, meliflua entonces El País dice que Silvia es “un bálsamo para el alma”, su voz se hace balsámica para esa pequeña burguesía en su infierno. Claro, esa amputación de la voz, de la música y el contenido, esa voz descontextualizada no tiene nada que ver con Silvia. Silvia es la conciencia melodiosa a través del jazz, de la música tradicional catalana, de los fados, los boleros cubanos, el flamenco: todo aquello que pretenden proscribir.

Silvia rescata la música que quieren confinar al igual que la memoria histórica. Todo comenzó con las Habaneras, desde muy niña aprendió a concebir la memoria colectiva. Tuvo una gran formación: música clásica y jazz y abrió las compuertas a un amplio espectro musical.

Participó con el Cuarteto “Las Migas” junto con Marta Robles, Landebach y Lisa Bause. Ha cantado boleros cubanos con Javier Colina,  y adaptaciones de poemas de Salvador Espriu, la canción “He mirat aquesta Terra” con música de Raimon.  Ha actuado junto Julio Rosende, Amalia Rodrigues y Gisela Joao. Silvia Pérez Cruz obtuvo un Goya a raíz de su participación en la película “Cerca de tu casa”. La canción “No hay pan” dice: “Gente sin Casa, casas sin Gente”.

Silvia afirma: “La honestidad me da paz como artista”,  además le gusta trabajar su imperfección. Detesta la prisa, la falsedad, la fachada y la ambición. Para Silvia, el éxito consiste en saber tener un buen equipo, entender que cada uno tiene un papel, que todo el mundo se realice de alguna manera.

Miguel Ángel Rojas

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