Tras la crisis de la COVID-19 son muchas las conclusiones que deberemos sacar para afrontar las luchas y movilizaciones, una de ellas es el avance de la extrema derecha y el carácter golpista de la oligarquía en este país.

Mientras a las y los comunistas se nos prohibía manifestarnos el 1 de mayo, aplicando medidas de protección más que suficientes para prevenir el contagio del virus, la extrema derecha y la burguesía madrileña campaban a sus anchas por la conocida calle de Núñez de Balboa, en el barrio de Salamanca de la capital. Los medios de desinformación ya se ocuparon de darle a estas concentraciones un carácter pintoresco y gracioso, cambiando el nombre a las banderas franquistas por preconstitucionales y a la extrema derecha y a los fascistas de toda la vida por “cayetanos”. A más de uno se nos pasaba por la cabeza hasta donde hubiesen sonado los palos si una manifestación no comunicada se hubiese convocado en un barrio obrero…

Mientras se activaban estas movilizaciones, en el Congreso de los Diputados subía la tensión con intervenciones como la de la diputada del Partido Popular  Cayetana Álvarez llamando terrorista al padre del Pablo Iglesias, palabras elegidas en un momento muy concreto y para nada casuales.

Por su parte, las cloacas del estado, con Pérez de los Cobos como cabeza visible, han dejado claro que su papel en la lucha de clases no es residual. Los informes entregados a la jueza que investigaba una posible responsabilidad criminal del gobierno por no haber prohibido las manifestaciones del Día Internacional de la Mujer Trabajadora pretendían ser la puntilla que terminase con el gobierno.

Todos estos hechos tienen relación entre sí y responden a los intereses de una determinada facción de la burguesía española que apuesta por una gestión liberal de la crisis capitalista que ya tenemos encima.

No es el objetivo de este artículo defender la gestión de la crisis de la COVID- 19 que ha hecho la socialdemocracia, que por otro lado es la única que podía hacer un gobierno al servicio de la patronal; pero lo que queda en evidencia es que la extrema derecha y el fascismo en el estado español nunca han desaparecido. De hecho, siempre han jugado un papel fundamental, la inmunidad con la que cuenta y la falta de depuración de responsabilidades durante la Transición eran necesarias para dejarlo todo atado y bien atado. 

Debemos ser cautas y cautos a la hora de analizar al enemigo de clase, sin caer en falsos estereotipos ni en decisiones apresuradas provocadas por la alarma del “fascismo ya está aquí”, porque nunca se fue y siempre ha sido un proyecto estratégico del capitalismo español.

Todos estos elementos reaccionarios irán intensificando el tono conforme vayamos avanzando en la lucha porque esa ha sido siempre su finalidad, salvaguardar los intereses del capital y frenar el avance de las organizaciones obreras y comunista.

De nuestra lucha diaria depende que los llamados “cayetanos” no sean el futuro, porque su avance son nuestra miseria y sus proclamas de libertad suponen la dictadura sobre la mayoría.

Javi

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