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Editorial Julio-Agosto 2020

Los escenarios posibles que se nos presentan para el próximo futuro -en esta fase de agotamiento y decadencia del sistema capitalista como formación sociohistórica-, seguramente pueden desbordar hasta la imaginación más abierta y desinhibida. Por situar un ejemplo casi trivial, imaginar que la población mundial tuviera que ir por la calle, durante no se sabe cuánto tiempo, con una mascarilla puesta como medida de seguridad sanitaria era algo inimaginable hasta hace muy pocos meses. Pero en esas andamos, y no se sabe hasta cuándo.

Un sistema viejo, un sistema que ya hace tiempo ha caducado, vive su última etapa como un sistema cada vez más violento, anárquico e incontrolable. Eso es el capitalismo de inicios del siglo XXI, en el cual a las fuerzas revolucionarias nos toca luchar, y vencer.

La capacidad de violencia y destrucción del sistema capitalista es hoy ilimitada. Tiene a su disposición unas fuerzas productivas altamente desarrolladas que empujan a favor del tránsito al socialismo, son fuerzas productivas que en manos del pueblo darían una salida extraordinaria a sus necesidades más generales, pero que en manos del capital monopolista son fuerzas letales contra la vida.

Las fuerzas monopolísticas que hoy imponen su dictadura en este sistema se caracterizan porque disponen de un inmenso poder, sin límites, y, también, porque sus intereses están en absoluta contradicción con los intereses de las grandes mayorías sociales mundiales.

El capitalismo es hoy como un barco de madera que funciona a vapor, y que va quemando las piezas de su casco para mantener el motor de la embarcación en marcha. Se va reduciendo progresivamente la dimensión del casco, aumentan con ello los riesgos de naufragio, y cada vez queda menos combustible para alimentar las demandas del motor. Con tal de intentar salvarse en esta situación desesperada hará cualquier cosa. Pero el futuro no puede ser otro que su final hundimiento, ante el impulso liberador de la revolución proletaria. Para llegar a ese final, y que el monstruo no se convierta en algo peor de lo que ya es hoy, la intervención organizada de las fuerzas del nuevo bloque histórico de poder, con sus Comités Populares, sus Comités para la Unidad Obrera, y otras formas de organización y lucha junto al Partido Comunista, es el factor decisivo que hará posible la victoria.

El capitalismo hoy lo destruye todo.

A la hora de escribir este texto, EE UU lleva ya 2.347.022 personas infectadas por la Covid-19, con 121.228 fallecidas, y Brasil 1.145.906 infectadas y 52.645 fallecidas. Todo justificado por “la necesidad de preservar le economía”. Las mayores cifras de afección a nivel mundial, con diferencias descomunales con otros países. En el extremo contrario, Cuba y China, demuestran éxitos notables de sus sistemas sociales para garantizar la salud del pueblo.

Es Brasil, con la complicidad de los EE UU, quien destruye el pulmón del oxígeno del planeta: la Amazonía. Donde todo es arrasado, hasta las mismas poblaciones indígenas, empobrecidas y asesinadas de cualquier manera.

 

 

 

Pero el capitalismo destruye también su mismo sistema político, más piezas del casco para el motor del barco. El temor a la democracia, el temor a la expresión libre del pueblo, lleva a la destrucción de las mismas normas de la democracia formal burguesa. Partidos burgueses y monopolios se fusionan en una sola unidad, la financiación de campañas electorales y otras prebendas económicas encadenan a esas formaciones políticas a los grandes dueños del país. Se modifican los sistemas electorales para poner dificultades a la participación de las capas populares, o a cualquier disidencia, se financia todo tipo de gasto para que luego se aprueben las leyes que interesan a los monopolios, se condonan préstamos una y otra vez. Así, el entonces Ministro de Industria, José Manuel Soria, a sueldo de REPSOL, aprobó todo tipo de normativas dificultando el desarrollo de las energías alternativas, y aprobó sondeos en las aguas canarias. Pero en estos días, en plena pandemia, hemos visto cómo José Montilla ficha por ENAGAS o Jordi Sevilla por DURO FELGUERA. Monopolios recompensando a políticos colaboracionistas.

En otro nivel, la carrera de armamentos y la guerra imperialista se convierte, cada vez más, en una amenaza permanente, que ya no es contra un pueblo o contra otro, sino que amenaza con la destrucción de toda la Humanidad. La letalidad, y la abundancia, de los recursos armamentísticos es de tal envergadura, y están manejados por intereses tan antisociales, que no existe ninguna garantía de que no puedan ser activados de la manera más aventurera en no importa qué momento o ante no importa qué dificultades que enfrenten sus dueños. Pensar que Trump tiene el control del botón nuclear es como darle una Magnun con el cargador repleto a Harry el sucio.

Son muchos más los ejemplos a señalar, pero la conclusión que importa es que la clase obrera internacional se encuentra en una tesitura en la que tiene que alzarse para ejercer su responsabilidad histórica, organizar las filas de la revolución y destruir hasta los cimientos el sistema capitalista internacional.

Esa es la tarea que está en el primer lugar de la agenda.

XI CONGRESO DEL PCPE, 2, 3 Y 4 DE OCTUBRE DE 2020

Ya está fijada la fecha definitiva de celebración del XI Congreso del PCPE, los días 2, 3 y 4 de octubre de 2020.

Las organizaciones del Partido, la Juventud, y también la Dirección, ganan algo más de tiempo para la preparación de las sesiones presenciales del XI Congreso.

Las condiciones de la lucha de clases sitúan al XI Congreso en un momento de especial agudización de la lucha política de clases. Lo analizado en la primera parte de este Editorial perfila las condiciones concretas en las que hemos de luchar por la toma del poder, y para alcanzar la victoria de la clase obrera sobre la burguesía.

Tener una clara conciencia de estas condiciones es un factor decisivo para situar la acción política de las células y comités. Condiciones que, aunque en la superficie no lo aparenten, son infinitamente más violentas y represivas que las que adoptó el capitalismo español en la etapa de la dictadura franquista.

Es cierto que hoy el Partido está legalizado y que se “permite” nuestra intervención en la vida diaria, pero no es posible engañarse. Eso ocurre hoy así porque el PCPE no tiene una fuerza que preocupe a la clase dominante, en el momento en que esa situación se diera caerían sobre nuestras cabezas más palos que los que nunca dio el tirano anterior. La comprensión de esta situación es un elemento fundamental de la lucha ideológica hoy, pues de lo contrario se cometería un grave error de nefastas consecuencias y que pagaríamos muy caro.

Los desarrollos más concretos de la lucha de clases, Covid-19 incluso, confirman las Tesis de convocatoria del XI Congreso. Todo lo que ocurre ante nuestros ojos, y que padecemos en nuestras vidas, no es otra cosa que el empuje histórico hacia la destrucción del sistema capitalista y el inicio de la construcción de la sociedad socialista. Hoy en el interior del capitalismo ya operan potentes fuerzas que empujan hacia la necesidad del poder obrero y de la sociedad socialista.

En lo concreto, en el Estado Español se da una profunda crisis del bloque histórico de poder, que tiene en la cleptomanía de los Borbones un punto flaco donde es necesario golpear con persistencia. Los Borbones son unos ladrones, se ha de convertir en una consigna que unifique a sectores amplios de la clase obrera y del pueblo en un decisivo movimiento por la República Socialista de carácter Confederal. A estas horas el bloque dominante de poder debe estar definiendo sus planes B y C ante un previsible proceso de descrédito que le obligue a una apresurada renuncia de la monarquía como garante de la unidad de su proyecto de dominación. No hay que menospreciar esta hipótesis. También puede ser que Juan Carlos de Borbón se encuentre con un apresurado final a lo Rita Barberá, todo vale cuando hay problemas serios.

Este XI Congreso tiene que ser el Congreso de lo concreto, el Congreso de la política y el Congreso de la elevación de las fortalezas organizativas e ideológicas del PCPE a niveles muy superiores a los actuales. Toda ambición en este terreno es poca.

Hasta la victoria siempre. Viva el XI Congreso del PCPE.

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