Si algo ha dejado en evidencia la crisis del coronavirus ha sido los pies de barro del modelo de “no hay alternativa” o el sistema menos malo. El capitalismo desde el minuto uno de esta crisis sanitaria ha dejado ver sus múltiples carencias y su carácter violento. La prioridad para los gestores del sistema siempre ha sido salvaguardar los intereses económicos de la burguesía, por encima de las vidas humanas y los criterios sanitarios. La clase obrera ha visto agudizadas las agresiones que sufre sin ambages, por parte de un modelo de sociedad que la condena a jugarse la vida yendo a trabajar en plena pandemia para sostener la tasa de ganancia de los parásitos capitalistas.

Durante esta crisis sanitaria hemos comprobado cómo el capital reclamaba un respaldo por parte de lo público para garantizar su dominio. De ahí la sucesión de ERTE´s, ayudas a empresas, concentración de capital, y por supuesto, ni el mínimo intento por parte del gobierno socialdemócrata de expropiar o nacionalizar sectores estratégicos que permitan una gestión adecuada de la salud pública. La crisis sanitaria ha sido el catalizador de la crisis económica que ya se venía fraguando.

Y en esta coyuntura, ¿cuál ha sido el papel del Jefe del Estado Felipe VI? Al igual que los parásitos capitalistas, su función ha sido la de salvar los muebles y aprovechar para lavar los trapos sucios de esa inútil y corrupta institución llamada monarquía. Durante la primera semana de estado de alarma, Felipe VI aprovechó para zanjar el enésimo escándalo de la monarquía. En este caso, se trataba de los 100 millones de dólares que el rey emérito Juan Carlos donó a una fundación offshore, con destino a un paraíso fiscal. Dinero proveniente de las comisiones recibidas por Arabia Saudí por sus “servicios prestados” en la construcción del AVE a la Meca. Y es que la fortuna de la monarquía española tiene parte importante de su origen en Arabia Saudí. Conocida es la figura de comisionista de los barriles de petróleo que se labró Juan Carlos I. Este ha sido el modo de actuar de la monarquía española en sagrada alianza con el gran capital monopolista español. Felipe VI en un alarde de cinismo repudia de su padre, como si fuera cuestión de manzanas podridas cuando es la propia monarquía como institución la que está podrida. Vean si no la línea de continuidad que Felipe VI mantiene con la dictadura saudí en los negocios de venta de armas y corbetas españolas con destino a la masacre que en Yemen está perpetrando Arabia Saudí.

En plena crisis sanitaria generada por la pandemia del COVID-19, Felipe VI consciente de la imposibilidad de una movilización popular en el momento de mayor crisis de la monarquía aprovechó para cerrar como si no pasara nada las costuras de la institución que lo sostiene. Y a los pocos días, decidió por fin dar la cara públicamente para lanzar un discurso plagado de cháchara y retórica sobre la crisis sanitaria sin hacer mención alguna a la jugarreta de limpieza de trapos sucios que había hecho. Aquí no ha pasado nada, como en la Transición. Seguía todo atado y bien atado.

La clase obrera española ha tenido suficiente muestra estos días, como para darse cuenta de la “ejemplaridad” y la inutilidad de una institución parasitaria cuyo servicio al pueblo se basa en vivir a costa del pueblo. Las visitas al tenderete de IFEMA para echarse la foto y la supuesta mediación del monarca en el acopio de material sanitario, ya no cuelan. La monarquía –con la conveniencia del capitalismo y el gobierno socialdemócrata- intenta tapar su corrupción con propaganda, como ha hecho desde su existencia. Ahora más que nunca la consigna debe materializarse

¡Abajo la monarquía, por la República socialista confederal!

Carlos Escolano

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