Honduras, uno de los países más obviados de Latinoamérica, al que se le ha oído mencionar en estos últimos meses, por la incesante persecución al sindicalismo, en lucha por los derechos de los trabajadores/as y en lucha contra la explotación y saqueo por parte de las grandes multinacionales en terreno hondureño, y la violencia ejercida contra sindicalistas y activistas por parte de grupos parapoliciales. Éste no es un escenario que se dé recientemente, pero sí que se ha ido agudizando en estos últimos años.

Para ello nos remontamos al año 2009, año de aquel golpe de estado que acabó con el mandato del presidente Manuel Zelaya.

Zelaya, del Partido Liberal, quien entró a presidir el país centroamericano en 2006, realizó un giro en la política hondureña acercando posturas con la izquierda latinoamericana, lo cual llevó a Honduras a acabar integrándose al ALBA y en Petrocaribe. Este nuevo proyecto que inicia Zelaya chocaría contra los intereses hegemónicos de las multinacionales y los Tratados de Libre Comercio firmados por Honduras con EEUU, los cuales buscaban una serie de privatizaciones que favorecieran los intereses de dichas multinacionales. Así fue como la derecha hondureña, en clara connivencia con la injerencia norteamericana y las multinacionales, asestó, con el apoyo de las fuerzas armadas, el golpe definitivo que acabaría con el mandato de Zelaya.

Es a raíz de este golpe de estado donde, con el transcurso de los años, se ha ido intensificando la violencia contra el sindicalismo en Honduras. Con las terribles cifras, que indican algunos registros, de 109 casos de violencia antisindical entre los años 2015-2018, que recogen entre ellos siete asesinatos y una desaparición. Estás junto con otras cifras son las que llevan a Honduras a ser el tercer país en América Latina con mayor índice de violencia antisindical, junto con las agresiones a periodistas y activistas que luchan contra la venta del suelo hondureño a las multinacionales. Cabe mencionar también la complicidad de la Justicia hondureña criminalizando el sindicalismo incluso, con amenazas de muerte de por medio, cómo fue el caso de José Armando Flores, presidente del Sindicato de Trabajadores del Sistema Sanitario del Oriente de Honduras, que tras recibir dichas amenazas se le terminó abriendo un proceso contra éste por injurias y calumnias.

Claro está que, al ser Honduras terreno de rapiña de diferentes multinacionales, éstas desempeñan un papel determinante en estas agresiones a sindicalistas en el panorama hondureño, y también es de vital importancia señalar el papel que juega el imperialismo norteamericano en este escenario.

En el año 2016, un grupo de congresistas estadounidenses, liderados por Hank Johnson, presentaba una propuesta de ley llamada "Ley Berta Cáceres para los Derechos Humanos en Honduras" que pretendía suspender las partidas económicas destinadas para "materia de seguridad" en Honduras, ya que fue descubierto que estos fondos proporcionados por EEUU al país centroamericano fueron utilizados para intensificar la violencia contra el sindicalismo y el activismo que lucha por la defensa de la tierra hondureña. Dicha ley no fue aprobada por el congreso estadounidense.

Esta es una dura batalla que lleva librando el sindicalismo y campesinado de Honduras contra la embestida del neoliberalismo de la mano de las multinacionales norteamericanas, que intenta someter a América Latina por completo. Las multinacionales, junto con sus cómplices locales, han logrado hacer de Honduras el escenario propicio para sus fines de dominio y explotación, destruyendo la agricultura local y aumentando el déficit comercial con EEUU, y así poder continuar con las continuas políticas de saqueo. De momento en esta batalla, el campesinado hondureño, que se desangra lentamente, está siendo el gran perdedor.

Axerax Trujillo

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