Lenin y Mao reconocían abiertamente que los intelectuales revolucionarios son imprescindibles al movimiento revolucionario. No es en modo alguno casual ni carente de importancia para las discusiones actuales el hecho de que los bolcheviques tuvieran que defenderse y abrirse paso entre las acusaciones de “intelectualismo” que se les hacían. Lenin desenmascaró las raíces reformistas de la teoría del “movimiento puramente obrero”: ¡El reformismo se ha envuelto siempre, en su fase de formación, en un velo de radicalismo verbal!

El análisis de clase es un instrumento de partido en manos de revolucionarios, los cuales se esfuerzan por averiguar mediante un estudio concreto de la situación de clase lo siguiente: qué capas sociales pueden ser ganadas en la actualidad o en un futuro próximo para la lucha revolucionaria, contribuyendo con ello a un cambio de la correlación de fuerzas favorable a la revolución, o bien qué capas sociales y con qué política pueden ser neutralizadas.

El desarrollo revolucionario ya no va más de la huelga general a una sublevación militar; parte más bien de acciones de comandos, pasando, mediante la creación de centros de resistencia, a la formación de milicias, a la desorganización y desmoralización de las fuerzas armadas de la represión, logradas a través de una pequeña guerra, larga y agotadora.

Hay que demostrar que toda pretensión de valerse del aparato represivo del estado contra las acciones de los trabajadores de las fábricas conlleva, necesariamente, una serie de sanciones contra la propiedad y la persona de los responsables.

“No se desorganiza al movimiento por medio de acciones partisanas, sino por la debilidad del partido, que no sabe tomar en su propia mano estas acciones… Toda condena moral a la guerra civil es, desde un punto de vista marxista, totalmente improcedente. En una época de guerra civil el ideal de partido proletario es un partido que dirija la guerra...”[Lenin]

El terror revolucionario apunta exclusivamente a los exponentes del sistema de explotación vigente y a los funcionarios del aparato de represión, a los jefes civiles y militares y cabecillas de la contrarrevolución. Si se quiere destruir al sistema hay que dejar fuera de combate a sus órganos. No hay otro camino.

El terrorismo no es un procedimiento sumario para revolucionarios que permitiera ahorrarse los esfuerzos del trabajo político. Los sublevados deben asumir la función de una organización política de vanguardia, si es que no quieren quedar aislados y ser barridos de la escena. Ya Mao señaló “Todo comunista debe comprender la verdad: el poder político surge de los cañones de los fusiles. Nuestro principio dice así: el partido manda sobre los fusiles y nunca debe permitirse que los fusiles manden sobre el partido”. En el enfrentamiento último entre clases lo único que cuenta son los fusiles. Los mercenarios del capital sólo respetarán y temerán a los obreros si éstos tienen fusiles en sus manos.

Los estudiantes forman, en virtud de las transformaciones que han tenido lugar en la estructura de clases de la sociedad del último capitalismo, una parte importante de la vanguardia de esta masa, del campo anticapitalista. A la sombra del trabajador manual se fue desarrollando el papel del “trabajador intelectual”, convirtiéndose este último, con la tercera revolución industrial, en la figura clave de la posterior evolución de las fuerzas de producción.

Con seguridad que en los años próximos irá aumentando rápidamente el descontento de amplios sectores. Sin embargo, este descontento será sólo el cimento para una nueva edición del reformismo, revestido, claro está, de un vocabulario revolucionario.

El que solo piense en defender el miserable resto de aparentes libertades burguesas que nos queda tendrá que temer como a la peste el progreso revolucionario, está claro; pues el progreso revolucionario conlleva la perdida de las pequeñas concesiones hechas por el capital con la sola finalidad de impedir la revolución.

No sigáis hablando por más tiempo cómo hay que impedir el fascismo; pues no hay manera de impedirlo, pero lo que sí se puede es vencerlo. Reflexionad sobre lo que se puede hacer para echarlo abajo definitivamente, ¡y obrad en consecuencia!.

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