El Frente Antiimperialista Internacionalista desea hacer una vigorosa llamada de atención sobre el contenido del texto aprobado por el Parlamento Europeo con referencia P9_TA-PROV(2019)0021: “Importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa. Resolución del Parlamento Europeo, de 19 de septiembre de 2019, sobre la importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa (2019/2819(RSP))

Este texto ha sido supuestamente elaborado para conmemorar el 80º aniversario del estallido de la Segunda Guerra Mundial, para lo que, en lugar de condenar al nazismo y sus atrocidades, se presenta a la Unión Soviética, la heroica vencedora del monstruo nazi y principal víctima de sus atrocidades, como causante del “conflicto” y co-responsable de las mismas.

Siguiendo el discurso de dicho texto vemos esgrimir con desfachatez, como argumento histórico, el tratado germano-soviético de 1939 que permitía a Hitler acercarse a la frontera soviética, con la intención, que la historia se encargó de demostrar, de ejecutar su plan, establecido en Main Kampf, de conquista de su “espacio vital” y exterminio y esclavitud de «la raza de infrahombres eslava». Para los estados capitalistas era la oportunidad de que alguien destruyese el “mal ejemplo” soviético, un “competidor inalcanzable”, (como diría más tarde Thatcher) que les obligaba a realizar tantas concesiones a los sindicatos de sus países.

Frente a ese modo de manipular los datos, hay constancia de que el gobierno soviético y Stalin, con estos pactos (que por otra parte permitían recuperar los territorios apropiados por Polonia en su intervención en la guerra civil rusa) ganaron el tiempo necesario para trasladar su producción militar a la Siberia profunda y con ello pudieron SALVAR A LA HUMANIDAD, DERROTANDO AL MONSTRUO NAZI que los oligarcas filonazis británicos, franceses y norteamericanos contribuyeron a crear.

Refiriéndose varias veces al mencionado tratado, elude el texto condenar a los promotores del nazismo, la oligarquía británica, francesa y norteamericana. Baste con recordar los vergonzosos acuerdos de Munich de 1938, la no-intervención y la traición a la República Española, la entrega de Austria, la traición a Checoslovaquia, el armisticio francés o la retirada británica.

El texto que comentamos no menciona tampoco el «pacto de no agresión germano-polaco» firmado entre la Alemania nazi y el régimen simpatizante del mariscal Piłsudski en 1934 que dio paso a un periodo de buenas relaciones hasta que Hitler, tras los acuerdos de Múnich de 1938 con Reino Unido y Francia, reactivó el conflicto con Polonia en 1939, tras la invasión (consentida por Reino Unido y Francia) de Checoslovaquia, para aproximarse a la URSS.

El texto persevera en la campaña organizada por representantes de países de la UE con gobiernos de carácter neonazi (Polonia, República Checa, Lituania, Estonia, Letonia, Hungría) y sostenidas de manera activa por la derecha y la socialdemocracia anticomunista del Parlamento Europeo desde 2005, enmarcado en la campaña de rusofobia promovida principalmente por sectores del complejo financiero-militar y el Estado Profundo del Reino Unido. Resulta especialmente doloroso el silencio de los representantes de la izquierda europea en el parlamento.

Se trata de una verdadera ofensiva de Contra-Memoria Histórica anticomunista, con la que se institucionaliza la post-verdad creada por la CIA durante la Guerra Fría, en los años 70-80 en particular, muy especialmente por su agente de campo metido a historiador, Robert Conquest, laureado por Thatcher y Reagan por su trabajo.

La línea principal de esta estrategia consistió, con un cinismo que solo tiene como precedente las campañas del nazi Goebels, en equiparar nazismo y comunismo para tratar de ensuciar la imagen de éste, provocando la repugnancia universal sobre aquel por sus concienzudas prácticas genocidas que acabaron con la vida de decenas de millones de personas por su ideología, nacionalidad o raza.

La campaña de la CIA, con Conquest como contribuyente principal, se desarrolló con la exacerbación hasta el delirio del relato de los nazis ucranianos, que la CIA reclutó y protegió durante décadas, en el que atribuían, arteramente, al estado soviético las barbaridades genocidas que ellos mismos, dirigidos por Stephan Bandera, realizaron. También se basó, naturalmente, en el relato trostkista de su enfrentamiento con el Estado Soviético.

Así, uno de los elementos de esta campaña está en la criminalización de Iosif Stalin con la concentración sobre su persona, tanto de las consecuencias del ataque y acoso que sufrió la URSS desde su fundación, como de las de los conflictos internos que vivió durante la primera parte de su mandato, desde 1922 como Secretario General del PCUS y desde 1941 como Presidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética.

Estos conflictos supusieron enfrentamientos, sabotajes, atentados terroristas, encarcelamientos, ejecuciones y deportaciones; nada que no estuviese presente con intensidad equivalente, si no mayor, en los Estados Occidentales de la época, involucrando la responsabilidad personal de individuos como Churchill, Roosevelt o Truman, todo ello sin mencionar la responsabilidad de los Estados Francés, Holandés, Belga, Británico o Norteamericano en las numerosas masacres y genocidios que llevaron a cabo en Corea, Argelia, India, Vietnam, Indonesia, el Congo, Sudáfrica, y un innumerable conjunto de países en Latinoamérica.

Desde el análisis, la crítica y el juicio histórico al que deben someterse todos los dirigentes políticos, y teniendo en cuenta que las decisiones políticas adoptadas por los Estados no son la responsabilidad exclusiva de una sola persona, las contribuciones de Stalin al desarrollo económico y social soviético, su contribución a la Victoria en la guerra y su papel como líder internacional, respetado en vida, no pueden ser denigradas por las campañas propagandísticas iniciadas tras su muerte y sobre todo, no puede consentirse ni tolerar pasivamente tamaña manipulación y tergiversación de los datos históricos.

Finalmente, el texto no se conforma con denigrar a Stalin, a la Unión Soviética y a las organizaciones comunistas, que perseguidas por el nazismo hasta su exterminio en muchos casos, fueron constituyentes del grueso de los movimientos de liberación nacional que le hicieron frente en España, Francia, Italia, Yugoslavia, Albania y Grecia; sino que propone formalizar e imponer a los países miembros la prohibición del uso de símbolos comunistas y sobre todo, la prohibición de realizar un análisis histórico serio que muestre la aberración de post-verdad inventada que quieren imponer.

Los comisarios promotores son verdaderos agentes anticomunistas:

Timmermans, es un diplomático holandés devenido en socialdemócrata que trabajó durante su “servicio militar” en la inteligencia holandesa como interrogador de prisioneros rusos, supuestos espías, y fue el embajador de este país en la URSS durante los sucesos de 1991.

Jourová es un subproducto checo, convertida a la socialdemocracia en 1993, multi-tránsfuga hasta convertirse en liberal, con casos de corrupción a sus espaldas.

Solicitamos desde FAI a los partidos comunistas de Europa que defiendan con orgullo la dignidad de la herencia de lucha antifascista de sus organizaciones, denuncien la tropelía histórica y combatan la persecución política que esta iniciativa pretende promover.

Muy especialmente, solicitamos a las organizaciones comunistas presentes en el Parlamento Europeo o en los parlamentos nacionales que alcen su voz y denuncien esta campaña de perversión de la Historia, difamación y persecución.

¡Viva la lucha antifascista europea!

¡Honor a los combatientes comunistas europeos!

¡Viva la Gran Victoria del Pueblo Soviético!

¡No pasarán!


Publicado el 10 de octubre de 2019 en frenteantiimperialista.org

uyl_logo40a.png