El cambio climático ya llegó, es caótico y los negociantes de las crisis lo saben. Uno de ellos es Bill Gates, que prepara su arsenal compuesto de tecnologías éticamente dudosas como la geoingeniería solar, la biología sintética y los organismos transgénicos.

Ante la cruda certeza del cambio climático la Comisión Global para la Adaptación, GCA, propone hacer billonarias inversiones a cargo de los Estados, para adaptarnos a esta nueva situación. "Sin la adaptación, el cambio climático puede deprimir el crecimiento en los rendimientos de la agricultura mundial hasta en un 30% para 2050" advierte.

Dicha propuesta no plantea un cambio de conductas contaminantes y solo recomienda adaptarse a esta nueva realidad.

Se dice que las personas cuando sufrimos una gran pérdida, atravesamos varias etapas, entre ellas la negación y la ira. Esto podría aplicarse a lo que ocurre con la crisis climática. Pero mientras la mayoría nos debatimos entre la primera y la segunda etapa, otros ya hacen planes para sacar provecho del caos.

El negocio de la adaptación

La GCA aconseja invertir en sistemas de alerta temprana e infraestructura para adaptarnos a temperaturas más altas, mares crecientes, tormentas más intensas, precipitaciones más impredecibles y océanos más ácidos.

La referida organización, que está compuesta de un grupo de personajes públicos, promete que sus recetas nos conducirán a "un mejor crecimiento y desarrollo; protegerá la naturaleza, reducirá las desigualdades y creará oportunidades". ¡Toda una revolución social! ojalá fuera así de fácil.

La Comisión, que está dirigida por Ban Ki-moon, exsecretario general de la ONU, Bill Gates, y Kristalina Georgieva, directora ejecutiva del Banco Mundial, propone recomendaciones específicas en sectores clave: seguridad alimentaria, medio ambiente, agua, áreas urbanas, infraestructura, gestión del riesgo de desastres y finanzas.

La GCA Advierte que, sin medidas de adaptación al cambio climático, la cantidad de personas que pueden carecer de suficiente agua en 2050 superará los 5.000 millones y que, dentro de 20 años, en 2030, más de 100 millones de personas dentro de los países en desarrollo caerán por debajo de la línea de pobreza.

Uno de los más diligentes actores de este proyecto es Bill Gates, quien, según la revista Forbes es el segundo personaje más rico del mundo, que junto a otros 25 individuos poseen en conjunto una riqueza equivalente a lo que tienen 3.800 millones de personas en el mundo.

Cifras obscenas y más deudas

La Comisión Global para la Adaptación define que se necesita invertir 1.8 billones de dólares a nivel mundial en cinco áreas desde 2020 hasta 2030: sistemas de alerta temprana, infraestructura resistente al clima, agricultura mejorada de tierras secas, protección global de manglares e inversiones para hacer que los recursos hídricos sean más resilientes.

Advierten que el cambio climático aumentará los precios de los alimentos, porque se reducirá su producción y disponibilidad y por ende se reducirán los ingresos de los pequeños agricultores.

Esta competencia por bienes escasos a su vez alimentará conflictos regionales y migraciones, desgarrando el tejido ya deshilachado de la sociedad, especialmente en los países en desarrollo.

Pero hacen una advertencia más: "Si bien las inversiones en adaptación tienen claros beneficios económicos [7.1 billones de dólares según sus cálculos], pueden requerir grandes pagos por adelantado antes de cosechar beneficios a mediano y largo plazo", por lo que "el sector público debiera crear incentivos para ampliar la participación del sector privado en las inversiones de adaptación".

Así dichas las cosas, queda claro quienes pagarán la deuda climática.

En río revuelto ganancia de especuladores

Bill Gates promueve abiertamente el uso de la tecnología para solucionar los problemas actuales del cambio climático, cuyas raíces no está dispuesto a discutir.

Por eso mismo invierte en sectores como la geoingeniería solar, promueve la creación de microbios mediante biología sintética y el desarrollo y uso de organismos transgénicos en diferentes áreas.

Un ejemplo de ello es que propone eliminar enfermedades transmitidas por mosquitos que pueden afectar a más de 4.000 millones de personas, mediante el uso de mosquitos genéticamente modificados.

Es claro que personajes como éste no van a renunciar a su fuente de riqueza que son esos miles de millones de pobres expuestos a enfermedades y harán oídos sordos de los cuestionamientos éticos sobre dichas tecnologías. 

Otra inversión de Bill Gates, posiblemente más peligrosa es la apuesta que hace a la geoingeniería solar, con la intención de manipular el medio ambiente con el supuesto objetivo de equilibrar o eliminar algunos de los impactos del cambio climático.

Un equipo de Harvard tiene el firme apoyo financiero del multimillonario, con un proyecto llamado Stratospheric Controlled Perturbation Experiment, Experimento de Perturbación Estratosférica Controlada, SCoPEx, que planifica este año 2019 liberar de forma experimental en la estratósfera carbonato de calcio y se prevé que dichas partículas reflejen la luz del sol, lo que permitiría bajar la temperatura del planeta.

Valga decir que estos experimentos se llevan a cabo en EEUU, país que no ha ratificado la Convenio de diversidad Biológica, CBD y no acepta el enfoque de precaución del CBD sobre la geoingeniería. Peor aún, EEUU se ha retirado del Acuerdo de París.

Una de las preocupaciones es que al bloquear el ingreso de la luz solar a los cultivos, esto puede cambiar los patrones de lluvia, perjudicando fuertemente a algunas áreas en el mundo.

También existen serios temores de que esta tecnología se podría usar como un arma, apuntando a ciertas regiones para la alteración del clima y como lo advierten los investigadores del Grupo ETC, Silvia Ribeiro y Jim Thomas, podrían convertirse en un tsunami tecnológico.

La tristemente célebre Cumbre de Leticia

Ante la magnitud de lo que se cierne sobre nuestras cabezas con estos proyectos, provoca hasta tristeza, ver la foto de unos indígenas acicalados con atuendos de diseño exclusivo, rodeando a los presidentes de países amazónicos (menos Venezuela, a quien no se invitó), en la Cumbre de Leticia, Colombia.

El Pacto de Leticia no nos dejó grandes novedades ni avances, además de la reafirmación el derecho soberano de los países sobre la región Amazónica. Valga no obstante decir que eso no inhibe a los países de asumir su responsabilidad ante la humanidad de preservar esa vital región.

La Cumbre presidencial dejó al menos tres evidencias: 1) que, en el actual estado político regional, los presidentes amazónicos no pueden comprometerse en conjuntos a defender la Amazonía y luchar contra el caos climático; 2) que la OTCA, la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica no responde a los desafíos actuales; 3) que las Organizaciones Indígenas amazónicas fueron las grandes ausentes.

Los presidentes ataviados de collares multicolores expresaron su preocupación frente a la deforestación que es "por diferentes causas en cada uno de los países" y que "pudiesen estar asociadas al cambio climático y sus factores estructurales". Estos términos expresados de manera tan ambigua patentizan el estado de cosas.

El tono aguerrido del discurso del presidente brasileño Jair Bolsonaro y la nota colorida protagonizada por el presidente ecuatoriano Lenin Moreno, cantando en idioma catalán, fueron episodios notables.

Es así que, mientras la Amazonía se debate entre la vida y la muerte y miles de millones de personas y otros seres vivos sufren ya el caos climático con incendios, huracanes, sequías, inundaciones, etc., Bill Gates y sus amigos, ya piensan en el multimillonario negocio que implica la inevitable crisis ambiental que vivimos.

Ojalá que la codicia, la ignorancia y la ceguera política no nos ganen esta batalla por la vida.

María Luisa Ramos Urzagaste es boliviana, ex embajadora de Bolivia en Rusia y España y ex Vicecanciller del gobierno del presidente Evo Morales.


Publicado el 15 de septiembre de 2019 en mundo.sputniknews.com

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