El Partido no descansa, la lucha no termina y la actividad no cesa. Estas son máximas con las que siempre vamos a contar en todos los frentes y en todos los momentos. Y el momento de hoy en el estado español es el de una segunda transición, es decir, en un proceso de reconfiguración política cuya finalidad es la de adaptar el aparato político del sistema a las necesidades del capitalismo en su fase actual. El capitalismo en su fase imperialista está en crisis y solo puede mitigarla a nivel internacional mediante un saqueo más agresivo de los recursos naturales, que además de llevar la guerra y destrucción allí donde le interesa, pone en marcha la industria pesada de las principales potencias. Y a nivel nacional, mediante el aumento de la explotación, con salarios más bajos, empleos miserables y anulando derechos conquistados por la clase obrera. Esta situación ha llevado a que en el estado español se haya puesto en marcha un proceso político cuyo punto de inflexión fue el cambio de jefe de estado y la irrupción de la nueva socialdemocracia. Un proceso que además de ejecutar las medidas económicas que el capitalismo precisa, calmara la agitación social, introdujera más represión y renovara el bipartidismo desplazándolo más hacia la derecha.

No puede decirse que al sistema le haya ido mal. Los recientes procesos electorales, que son el modo que el capitalismo tiene para legitimar su dominación con un rostro de aparente democracia, pero que en realidad no es más que la consecución de un mecanismo de ingeniería social dirigido desde el aparato mediático del sistema, ponen de manifiesto cómo se han renovado el escenario político. En las calles ya no hay la agitación de hace 5 años, y la persecución política es mayor, y todo ello con una vertiginosa caída del nivel de vida y batiendo récords en precariedad. A su vez, el programado auge del fascismo divide a la clase obrera y a los sectores populares, entre aquellos que víctimas de la retórica de la frustración se suman a sus filas, y aquellos que víctimas de la retórica del miedo se suman a las filas de la nueva socialdemocracia.

Cuando desde una parte de los sectores populares movidos por la frustración claman el famoso “todos los partidos son iguales”, que no es otra cosa que dar asiento al fascismo, y a su vez, cuando desde otra parte de los sectores populares movidos por el miedo reclaman la famosa “unidad de la izquierda”, que no es otra cosa que reforzar la nueva socialdemocracia. Es entonces cuando el programa revolucionario del partido adquiere una relevancia más nítida. Cuando hoy en los barrios, en los centros de trabajo y de estudio, en nuestras vidas a fin de cuentas, aparece la retórica de la frustración y del miedo que empuja al proletariado a alinearse de un modo u otro con su propio opresor, el papel del partido es, mediante la fuerza de los hechos, construir la unidad de la clase obrera derribando la envoltura ideológica que camufla la radical contradicción entre el capital y el trabajo.

La lucha de clases se da desde lo más cotidiano, y desde ahí el partido, como vanguardia consciente del proletariado no solo debe trabajar aquellos conflictos políticos que ya nos vienen dados, sino, lo que es más importante, debe marcar el sentido político de lo más cotidiano, que lejos de ser normal está cargado de contradicciones. Al despejar la retórica del sistema, lo cotidiano se vuelve contradictorio, la contradicción se vuelve conflicto, y el conflicto exige organización, y ésta, es la toma de conciencia por parte de las masas. Así como el escultor deshecha el material sobrante para sacar a la luz la escultura que ya estaba en la piedra, el partido despeja la ideología del sistema para sacar a la luz las contradicciones, cuyo alcance hoy se expresa claramente en la máxima socialismo o barbarie.

Cuando el 8 y 9 de junio estuvimos en el XV encuentro estatal del solidaridad con Cuba, cuando durante el mes de junio nos movilizamos en la huelga del metal en Euskadi, cuando salimos el pasado día 15 en Madrid para defender barrios sin fascismo, cuando estamos presentes en la lucha por las pensiones, como el pasado 20 en Orihuela, o nos manifestamos contra la coronación de Felipe VI el pasado día 19. Cuando el partido está en cada una de esas luchas, estamos convirtiendo el internacionalismo, la lucha obrera, republicana o antifascista en una sola categoría, la de la revolución. Esta es la vida del Partido, que como organización consciente de la clase obrera se desarrolla en cada uno de los frentes y luchas que la clase obrera y las masas populares viven cotidianamente.

¡TÚ LUCHA DECIDE!

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