Iª Guerra Mundial y la revolución espartaquista

El 28 de julio de 1914, cuando el Imperio austrohúngaro declaró la guerra a Serbia culpándola del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria y su mujer el 28 de junio de aquel año en Sarajevo, comenzó la Primera Guerra Mundial. El Reichstag aprobó financiar la contienda con bonos de guerra, y todos los representantes socialdemócratas votaron a favor de la propuesta. Rosa Luxemburgo, que consideraba el conflicto mundial como una guerra imperialista, rompió con la socialdemocracia alemana y, junto con Karl Liebknecht, Clara Zetkin y Franz Mehring, creó el Grupo Internacional el 5 de agosto de 1914 que se convertiría posteriormente, el 1 de enero de 1916, en la Liga Espartaquista, trocada más tarde en el Partido Comunista de Alemania (KPD).

Los intentos por provocar una huelga general que impidiera la continuación de la participación alemana en la guerra trajeron como consecuencia que Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueran sentenciados a dos años y medio de prisión. Durante su estancia en la cárcel, donde el acceso a la información de lo que sucedía en Rusia era muy restringido y sesgado, Rosa Luxemburgo escribió, en 1918, el libro “La Revolución rusa”. En ese trabajo criticaba el Tratado de Brest-Litovsk, el apoyo bolchevique al derecho de las naciones a su autodeterminación y el “traslado mecánico” de la Revolución de Octubre sin tener en cuenta las condiciones intrínsecas de cada país. Sin embargo, desde el primer momento defendió la Revolución rusa, la dictadura del proletariado, la democracia de los soviets y el rol histórico del partido bolchevique. Las diferencias, por resumir, entre “Lenin” y Rosa Luxemburgo, no eran producto de concepciones y posiciones teóricas disímiles, sino consecuencia de la peculiar realidad sobre la que uno y otra reflexionaban. “Lenin” lo hacía teniendo en cuenta el carácter opresor de la nación rusa, mientras que Rosa Luxemburgo reflexionaba como miembro de una nación oprimida.

La revolución de noviembre de 1918

Las causas profundas de la revolución hay que hallarlas en el sufrimiento del pueblo alemán durante 4 años de guerra, en el impacto que tuvo la derrota del Imperio alemán y en la lucha del proletariado contra la burguesía que detentaba el poder y había perdido la guerra. Si bien el detonante fue finalmente el motín de los marineros del puerto del Mar del Norte alemán de Kiel, que se oponían a ser sacrificados innecesariamente en el último instante de la “Gran Guerra”. Se trataba pues de una revolución que se extendió por toda Alemania terminando en pocos días, el 9 de noviembre, con la monarquía del káiser Guillermo II. Ante esos sucesos, Karl Liebknecht se trasladó inmediatamente a Berlín nada más salir de la cárcel. En sus intenciones estaba declarar la república socialista. Sin embargo los acontecimientos se complicaron a medida que se agudizaba la lucha de clases. Por un lado el SPD intentaba minar los intentos revolucionarios y se aliaba con la burguesía para proclamar por su parte una república acorde con sus intereses, y por otro lado un grupo de revolucionarios ocupaba el Reichstag formando un Parlamento Revolucionario, estableciéndose así un doble poder: el de los Consejos (soviets) de obreros y marinos y el del gobierno del Reich. Esta situación política condujo a los espartaquistas a fundar el Partido Comunista de Alemania (KPD), siendo Rosa Luxemburgo, tras salir de prisión, quien redactó su programa, presentándolo el 31 de diciembre de 1918.

El año 1919 despertó con la formación de un “Comité Revolucionario Provisional” formado por 53 miembros y un Karl Liebknetch propagando la lucha armada para derrocar al gobierno. Rosa Luxemburgo estimaba, como la mayoría del KPD, que el levantamiento en ese momento era precipitado y que sería una catástrofe. Desde el 9 de enero las tropas estacionadas en Berlín sofocaron violentamente el improvisado intento de levantamiento.

Asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknetch

El 12 de enero los Freikorps se sumaron a la represión provocando el asesinato de cientos de personas en Berlín. La noche del 15 de enero de 1919, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknetch fueron descubiertos en una vivienda en Wilmersdorf. Mandatados por el gobierno socialdemócrata de Friedrich Ebert, plenamente ya en el campo de la contrarrevolución burguesa, fueron apresados y entregados a los desalmados paramilitares. Rosa Luxemburgo estaba demacrada y exhausta, aparentando más de sus 48 años, Karl Liebknetch fue insultado y empujado hasta un vestíbulo. Esa misma noche, en el Hotel Edén, cuartel general de una división Freikorps, ambos líderes comunistas fueron golpeados a culetazos hasta que perdieron el conocimiento. Después Karl Liebknetch fue trasladado al Tiergarten, el principal parque de Berlín, donde fue vilmente asesinado. Rosa Luxemburgo por su parte fue introducida en un coche y la ejecutaron a balazos. Su cuerpo, lastrado con piedras, fue tirado a las aguas del Landwehrkanal de Berlín, donde se le halló el 1 de junio de 1919. En la actualidad cada segundo domingo de enero miles de alemanes y ciudadanos de todo el mundo les rinden homenaje en el cementerio Friedrichsfelde de Berlín, y aún resuenan con fuerza las últimas palabras pronunciadas por “la Rosa roja”, como también se conocía a Rosa Luxemburgo: “Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria para terror de ustedes: ¡Yo fui, yo soy y yo seré!

Producción literaria

Desde 1900 a 1918 Rosa Luxemburgo escribió libros, folletos, artículos y discursos que dejan patente su análisis y su visión respecto a los diferentes acontecimientos políticos que marcaron su época y su práctica revolucionaria. Entre ellos son relevantes y dignos del mayor interés, por ejemplo, el libro “Reforma o revolución” escrito en 1900, su primera gran obra política y una de las que más perduran. En ella Rosa Luxemburgo desarrolló un trabajo teórico en el que defendía la necesidad de la revolución para acabar con el capitalismo frente al revisionismo de Eduard Bernstein que consideraba que se puede llegar al socialismo a partir de las reformas del sistema capitalista. Otra de sus obras más importantes es la que escribió en 1906, durante los efectos de la Revolución rusa de 1905: “Huelga de masas, partidos y sindicatos”. Un estudio hecho, según Luxemburgo, para explicar a los obreros alemanes los importantes acontecimientos ocurridos en esos años en Rusia y extraer de ellos las enseñanzas para el futuro de la lucha de clases en Alemania. Tampoco dudó en aportar su contribución al análisis marxista de la reproducción del capital en su libro, “La acumulación del capital”, una obra magna redactada en 1912, en la que sostiene que la acumulación del capital está omnipresente en la expansión imperialista hacia territorios y ámbitos todavía por dominar por el capitalismo.

Pero quizás el libro de mayor trascendencia política y de más arraigo sentimental por las circunstancias en las que fue escrito (Rosa Luxemburgo permanecía encerrada en su celda de Alemania) sea “La revolución rusa”, escrito en 1918 tras la victoria de la Revolución bolchevique. Todo lo que escribió en esa obra sobre Rusia, desde febrero de 1917 hasta noviembre de 1918, pese a las divergencias ya citadas con la revolución que estremeció al mundo, tenía como objetivo aprender de la Revolución de Octubre y movilizar a los obreros alemanes en beneficio de ellos mismos y de la vanguardia de la revolución mundial, el victorioso proletariado ruso.

Mención aparte merecen sus “Cartas desde la cárcel” publicadas varios meses después de su asesinato en 1919, ya que revelan a los lectores de manera sorprendente que al lado de la oradora, la revolucionaria, la periodista y la polemista curtida se hallaba también una mujer sensible y receptiva. Unas cartas que, junto a otras muchas dirigidas a los esposos Kautsky y a otros amigos, desvelan también un auténtico talento de escritora.

Serie COMUNISTAS GENIALES

José L. Quirante

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