Cuando el partido fascista Vox se fundó a finales de 2013 y se presentó en una rueda de prensa en enero de 2014 a la izquierda capitalista (PSOE, Podemos e IU) le entró la risa tonta. ¿Qué podía conseguir un partido minúsculo de extrema derecha con una imagen formal alejada de la imagen popular del fascismo formado por los herederos del franquismo y financiado por las grandes fortunas españolas? ¿Qué podría conseguir un partido que defiende a la élite económica mientras carga la responsabilidad de los problemas sociales sobre quienes los sufren en mayor medida? La obtención de un 1,57% de los votos de las elecciones europeas y que desde la izquierda anticapitalista comenzáramos a señalar el peligro de esta formación no hizo sino convertir la risa en una sonora carcajada. Los resultados de Vox en las elecciones generales ya les hicieron revolcarse por el suelo.
Actualmente, 400.000 votos y 12 escaños en Andalucía después, se acabó la risa y comienza el nerviosismo.
Pero ¿qué es el fascismo? Fascismo, como su primo hermano el imperialismo, es una palabra que ha sido tan utilizada como acusación que ha perdido su significado para la gran mayoría de la población. El fascismo no es sino un modo de gestión del capitalismo hacia el que este sistema tiende de forma natural debido a la necesidad de empeorar las condiciones laborales y de vida de la mayoría y a la incapacidad del propio sistema de dar solución a los problemas que crea (paro, recortes, etc.). Ante esta situación, la burguesía nacional financia a estas organizaciones para que promuevan las políticas que necesitan en este momento histórico como una mayor represión (legal e ilegal) y menores garantías judiciales. También buscan chivos expiatorios (socialdemócratas, comunistas, LGTBI, mujeres, migrantes y minorías étnicas) para que precisamente nadie se fije en la culpabilidad de sus amos. Se atacan las reivindicaciones e ideas del movimiento obrero en general y del comunismo en particular como culpables de la división social y se acusa a minorías sociales, raciales y étnicas, normalmente pobres, como culpables de los problemas sociales. Estas son las características básicas del fascismo.
Desde luego, quien espere ver esvásticas y declaraciones de la necesidad de una purga étnica no las encontrará en su etapa inicial. El fascismo no se introduce en la sociedad prometiendo el exterminio de las minorías étnicas sino su expulsión. No se introduce defendiendo abiertamente la violencia de género sino que presenta como atractivo el cambio legislativo. No se introduce afirmando la necesidad de reducir derechos sociales y laborales sino defendiéndolos.
Resurgimiento del fascismo en todo el mundo
Estos días se escribirán ríos de tinta de por qué Vox se ha introducido en la sociedad española. Aquí daremos unas pinceladas pero sin perder de vista la última parte de este artículo que es la más importante.
Desde luego este resurgir del fascismo y la extrema derecha no son únicos del Estado español sino que los encontramos por todo el mundo y sus causas coinciden en muchas ocasiones. Existen dos motivos principales: las crisis cíclicas del capitalismo y el descrédito del comunismo.
El capitalismo es el único sistema conocido (y creado) por la humanidad con crisis de sobreproducción que además son cíclicas, se repiten constantemente. Si algo podemos aprender del fascismo previo a 1945 es cómo se alimenta de la necesidad de aquellas personas abandonadas por el capitalismo. Que va a haber una nueva crisis en los próximos años no es algo que nos inventemos nosotros sino que algunos expertos ya la sitúan en 2020.
La desaparición de los países socialistas supuso un cambio generalizado en la balanza de la lucha de clases mundial que destruyó prácticamente los partidos comunistas y los sindicatos de clase. Desde hace veintisiete años este descrédito del comunismo ha sido usado para empeorar las condiciones de vida de la mayoría, privatizar y recortar cada vez más.
Sin dique de contención y con una situación social precaria el campo está abonado para que aquellos sectores que se sienten traicionados por la política tradicional se unan a sus filas.
El movimiento antifascista
Raudo y veloz, Pablo Iglesias, ya con la seriedad que merece el momento, pasa a reivindicar a su partido como vanguardia del antifascismo, un movimiento al que han despreciado hasta el momento. Pero todo sea por rascar votos. Esta posición ahora mismo es posiblemente la más perjudicial a la que nos podemos enfrentar. Entender el antifascismo como una cuestión electoral es entender el antifascismo como posible en un sistema que no hace sino promocionarlo. Es jugar con las cartas marcadas. El trabajo está en las calles, centros de estudios y de trabajo, no en los ayuntamientos y parlamentos.
Se estará preguntando el lector o lectora, como mucha otra gente estos días, ¿qué hacemos? ¿Qué puedo hacer yo como individuo? Desde el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) queremos dar respuesta a estas preguntas.
Primero de todo es necesario olvidarnos de luchar individualmente. Solo organizándonos, tanto en partidos y organizaciones a las que seamos afines y exigiéndoles una postura firme contra el fascismo podremos tener una oportunidad. Si no son capaces de tener esta postura lo mejor sería abandonarlos.
Segundo, debemos comprender que en el antifascismo estamos de acuerdo una multitud de personas con las que en otras cosas no lo estamos. Es una cuestión que afecta desde el votante del PSOE hasta una anarquista pasando por una maraña de grupos sociales en peligro por el auge del fascismo que puedan no tener clara su ideología. Es necesario ponernos de acuerdo, todos y todas, y no solo organizarnos en grupos afines sino también en organizaciones unitarias locales y hasta estatales. Solo un frente antifascista y antiimperialista unido podrá plantar cara al monstruo que despierta.
Tercero, tenemos que tener clara la estrategia de lucha contra el fascismo que no es sino matarlo de hambre. Hay que movilizarse a favor de los derechos de toda la clase trabajadora unida sin distinción de raza, género o tendencia sexual y en contra de lo que defienden. Hay que hacer que se sientan inseguros en sus actos. Hay que concienciar y educar a la juventud. Hay que realizar actividades de ocio alternativo que promuevan la solidaridad y valores positivos. Hay que organizar el movimiento barrial. Hay que reivindicar que la población tenga lo necesario para vivir y proporcionárselo si es necesario.
Y por último es necesario resistir y tener paciencia. Es una fantasía pensar que de la noche a la mañana cientos de miles de personas van a organizarse y enfrentarse al fascismo. Pero quienes sí estamos concienciados debemos empezar a trabajar. Si no dejamos de hacerlo, y si tenemos claro que el camino será duro y lleno de dificultades, entonces no podrán arrebatarnos la victoria.
Desde el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), entendemos que es fundamental que la unidad del pueblo trabajador comience a desarrollar un antifascismo popular, de masas, organizado, solidario y unitario frente al odio y el peligro que supone dejar avanzar formaciones políticas que quieren revertir aún más violentamente los derechos que el pueblo trabajador conquistó tras 40 años de dictadura fascista.
La necesidad de plantar cara es clara y esta vez nadie podrá decir que no lo vio venir.
Contra el auge del fascismo, tu lucha decide.
*José Luis Aedo Zamora (Responsable político en el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) de la Región de Murcia)
Publicado el 4/12/2018 en eldiario.es