Finalizar los estudios y paro. Esto es lo que nos espera a la mayoría de jóvenes cuando finalizamos nuestra vida académica. Hay quienes ante esta perspectiva deciden prolongar su formación estudiando un master, acudiendo a un grado universitario o encadenando otra FP, pero tarde o temprano llegamos a la misma situación: el desempleo.

En el paro nos encontramos ante diferentes opciones y posibilidades. Lo normal es que intentemos encontrar curro de lo que hemos estudiado y nos daremos con la traba de que no podemos conseguir trabajo al no tener experiencia y como no conseguimos trabajo no tendremos la experiencia necesaria para trabajar.

-Posibilidad de trabajos de mierda-.

Pero la burguesía no es tonta y no se va a quedar sin la posibilidad de explotarnos a las y los jóvenes y para eso inventaron los contratos en prácticas, con los que la empresa que nos contrate nos pagará hasta un 40% menos que al resto de compañeros/as por el mismo trabajo.

Un escalón por encima en la explotación juvenil se encuentran los contratos de becarios. Hoy en día, mediante este contrato se cotiza a la SS para la jubilación, pero no al paro. Esto es algo anormal en un contrato “no laboral”, de hecho, antes no se cotizaba. Esto, que a priori parece una mejora, sirve para encubrir mediante el contrato de becario un contrato que debería de ser en prácticas, que como ya he mencionado no es que sea bueno, pero es mejor -lo mejor que el capitalismo es capaz de ofrecer a la juventud trabajadora en mucho casos-.

Con un contrato de beca tenemos muchos menos derechos que el resto de trabajadores. Para empezar no somos “trabajadores”, sino que estamos considerados como “estudiantes”. Esto supone que no estamos adscritos a la empresa que nos emplea, sino a una tercera empresa que es la que gestiona la beca, privándonos de derechos básicos que tendría cualquier trabajador, como la representación sindical, por ejemplo.

Dado que no somos “trabajadores” no tenemos siquiera los derechos que están reconocidos por el Estatuto de los Trabajadores, ni los convenios colectivos que nos correspondiesen en función de nuestro trabajo. Esto supone entre otras cosas que como becarios cobremos por debajo del SMI, si bien es cierto que la jornada (teórica) máxima para un becario son 35h semanales, en proporción el salario sigue siendo menor que el del SMI a una jornada igual.

Por otra parte, al no ser trabajadores no tenemos derecho a vacaciones remuneradas. Si bien es cierto que en la mayoría de empresas se suelen respetar unos días de vacaciones, convierten algo que debería ser nuestro derecho al descanso, en caridad del empresario. Por otra parte, en mi caso, aunque por cada 3 meses me dieron 6 días de vacaciones, estos días no los podía disfrutar como descanso, sino que cuando tenía que faltar por causas justificadas como acudir a los exámenes de la escuela oficial de idiomas tenía que gastar alguno de esos días.

Como ya he mencionado, no firmamos el contrato con la empresa en la que estaremos trabajando, sino con una tercera. Esa empresa, que en mi caso ha sido la Fundación Novia Salcedo, pero en cualquier otro punto de España habrá otras, es un lobo con piel de cordero, ya que es una ETT que se lucra y permite lucrarse a otras empresas de la precariedad juvenil disfrazada de sociedad sin ánimo de lucro. Además de que la fundación no interviene en el proceso de selección de los becarios que van a la empresa, ya que solo sirve de requerimiento legal para cumplir la formalidad del contrato de becarios. Además, para empezar a trabajar nos exigen pagar una cuota de entrada a esta “sociedad sin ánimo de lucro” de 130€.

Es evidente que organizándonos es la única forma de romper las cadenas de la precariedad juvenil, la burguesía es consciente de ello, por eso aplica su táctica de divide et impera, para dividirnos entre trabajadores jóvenes y mayores, por eso debemos de ser conscientes de que si estamos en el mismo lado del sistema productivo cualesquiera que sean nuestras diferencias, de edad, de raza, de género o de otra índole, no son nunca insalvables.

Ekaitz

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