El sábado 4 de agosto ha tenido lugar en Venezuela un nuevo episodio de la guerra imperialista contra este país soberano. El atentado que ha sufrido el presidente venezolano, Nicolás Maduro, no puede desligarse de la dinámica de injerencia y agresión que se inició con la llegada al gobierno del comandante Hugo Chávez en 1999.

Desde el mismo momento en que la revolución bolivariana emprendió la recuperación de su independencia política,  de la soberanía sobre sus recursos energéticos, y puso en marcha políticas sociales a favor de las clases populares, no han cesado los intentos de derrocar al gobierno y hacer retroceder la revolución bolivariana.

Para este propósito las administraciones estadounidenses, sus aliados europeos y socios latinoamericanos, no han dudado en utilizar todos los instrumentos de guerra a su alcance incluidas las más variadas formas de violencia: operaciones encubiertas, guerra económica, utilización de los organismos internacionales como la OEA, utilización y financiación de organizaciones de la sociedad civil contra el gobierno, desestabilización de las instituciones, fomentar el conflicto en las calles, intentos de aislamiento internacional, injerencia política, propaganda mediática, etc.

Tras el verano del 2017, el fracaso de la violencia terrorista de las “guarimbas” y la pérdida de capacidad de la oposición para derrocar al gobierno del presidente Nicolás Maduro, han dado lugar a una nueva fase en el objetivo de acabar con la revolución bolivariana. Este fracaso del frente de guerra interno ha puesto en marcha un programa de ataques directos promovidos y dirigidos desde el exterior de Venezuela. El atentado contra el presidente Nicolás Maduro es el primer hecho significativo de esta nueva estrategia. Aunque ciertamente ha habido intentos anteriores de asesinar y derrocar al presidente venezolano como el llamado “Golpe Azul” o la “Operación Constitución”.

La denuncia del presidente Maduro sobre la responsabilidad colombiana en este acto terrorista ha sido presentada por los medios como elucubraciones del presidente venezolano. Sin embargo, el hecho cierto de las declaraciones del expresidente Juan Manuel Santos afirmando que “Maduro está al borde del final de su vida” , la petición que hizo en junio a la OEA para que se interviniera en Nicaragua, la reciente incorporación de Colombia a la OTAN, el desplazamiento de entre 1.500 y 3.000 mercenarios colombianos a Yemen,  y en general su papel de gendarme latinoamericano al servicio del imperialismo, evidencian que las declaraciones del presidente venezolano señalando al presidente colombiano como corresponsable de este atentado están totalmente fundamentadas.

Además, a estos datos se suman las medidas económicas que está tomando el gobierno venezolano para paliar la crisis económica inducida que afectarán fuertemente a Colombia, como son el anclaje del Bolívar al Petro, derogar la Ley de lícitos cambiarios para acabar con el dólar paralelo que se utiliza desde Miami y  Colombia, entre otras.

En el contexto geopolítico internacional la potencia imperialista, Estados Unidos, ha perdido su hegemonía militar, económica y política, de ahí que necesite la recuperación de su influencia en América latina. Una influencia que, a través de gobiernos afines liderados de nuevo por las oligarquías nacionales, le permita disponer de los recursos que necesita para sobrevivir. Esta es una de las claves que explican las estrategias de derrocamiento de los gobiernos progresistas latinoamericanos y que aparecen detalladas en documentos estadounidenses como el Freedom II –elaborado por el mando ejecutivo de la IV flota-, o el manual de golpes blandos de Gene Sharp (golpes institucionales, primaveras o revoluciones de colores…).

La nueva fase de la agresión imperialista al Continente latinoamericano conjuga la promoción del fascismo interno de las oposiciones ultraconservadoras con la difusión masiva de las declaraciones de sectores de “izquierdas” contra los gobiernos progresistas; las declaraciones a favor de los agresores de instituciones como la iglesia en Nicaragua, la utilización de sicarios y paramilitares, la financiación a través de ONG como USAID o la NED “promocionando la democracia y la sociedad civil”, el uso masivo y sistemático de la propaganda a través de los medios de comunicación, etc.

En estos momentos el intento de asesinar al presidente venezolano utilizando la tecnología de los drones, que no está al alcance de pequeños grupos autónomos locales, supone un paso más de esta guerra imperialista que está adoptando una forma de tecnología avanzada para camuflar la intervención foránea. Sin embargo, estos métodos ampliamente utilizados por Estados Unidos en Oriente próximo no hacen sino mostrar que no son actos aislados ni de factura interna.

Desde el punto de vista de la estrategia de propaganda mediática, a pesar del fracaso en el objetivo de asesinar al presidente Maduro, este atentado se nos presenta como un hecho lógico de la situación que vive Venezuela. Desde los medios masivos y desde las declaraciones de los gobiernos injerencistas como el español, se trata de presentarnos un país en caos, lo que justificaría futuras intervenciones no encubiertas.

Los medios de comunicación presentan a los autores del atentado como grupo organizado, magnifican la relevancia de los autores directos y le otorgan más credibilidad a sus tweets que a las declaraciones del gobierno venezolano. Alimentan la falsa imagen de división en el ejército bolivariano y presentan un país dividido en el que una parte del ejército y de la sociedad civil se están organizando contra el gobierno. En el diseño de esta estrategia está la creación de una etiqueta desideologizada Soldados de franela que, a modo de hashtag, genera una imagen rápida parecida a la del Ejército rebelde que se ha utilizado en otros países como en Siria, que en un futuro permitiría utilizar esta imagen para desplegar mercenarios y una intervención armada.

Ante este atentado terrorista, el gobierno español ha emitido un comunicado que de forma indirecta lo justifica y apoya la propaganda de los medios de comunicación españoles contra el gobierno de Venezuela.

En este comunicado no se habla de atentado terrorista sino de violencia, y no se condena el atentado contra un presidente de gobierno, sino que se  “condena la utilización de cualquier tipo de violencia con fines políticos y desea a los heridos una pronta recuperación”. Además se utilizan dos de las técnicas de manipulación más habituales en la propaganda de guerra que consisten en invertir la relación “causa-efecto” y la criminalización de la víctima. Así, el hecho condenable no es el atentado al presidente o la guerra económica que provoca la crisis en Venezuela sino el propio gobierno y sus medidas para paliar las dificultades económicas. En el comunicado,  se demanda “una salida pacífica, democrática y negociada entre venezolanos, en el marco del Estado de Derecho”, se habla de presos políticos, de recuperar la institucionalidad democrática y respeto a los derechos humanos; de esta forma, el gobierno español difunde y apoya el programa intervencionista de Estados Unidos,  no reconoce la institucionalidad de Venezuela y en cierta forma justifica el atentado por la situación que se vive en el país.

La clase política española, con contadas excepciones, se ha unido a la línea trazada desde el gobierno. Se ha asumido el papel de difusión hacia Europa de la propaganda imperialista contra Venezuela. Para la derecha española Venezuela es tratada como una antigua colonia sobre la que recuperar su dominio, siempre con la autorización estadounidense; para una parte de la izquierda y la socialdemocracia se trata de una mirada paternalista y de “buenismo” progre que diciendo defender el respeto a los derechos humanos se posicionan con el discurso y la injerencia imperialista.

Finalmente, los medios de comunicación españoles, especialmente los públicos, se han hecho eco de las redes sociales para minimizar este atentado. Como es habitual en las noticias sobre Venezuela, a la falta de rigor, la parcialidad y escasa profesionalidad de estos periodistas se une su papel como ejército mediático al servicio de la propaganda de guerra imperialista. Han dado mayor  cobertura a los rumores de las redes sociales con informaciones sin contrastar que a los hechos, las evidencias y las declaraciones del gobierno.

Sin embargo, la realidad de lo que ocurre en Venezuela no es el caos, ni el desgobierno, ni el retroceso de la revolución bolivariana. La realidad de lo que ocurre en Venezuela es que este país lleva ya 18 años resistiendo las embestidas imperialistas, la realidad es que en Venezuela hay un pueblo dispuesto a defender su revolución y a su gobierno. La realidad de lo que ocurre en Venezuela es que Chávez vive y la lucha sigue. La realidad es que en Venezuela está en juego mucho más que la pervivencia del gobierno bolivariano, en Venezuela está en juego el futuro de América Latina toda.

6 de Agosto de 2018, Frente Antiimperialista Internacionalista (FAI).


Publicado en frenteantiimperialista.org

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