El Mundo ha cambiado. Lo siento en el agua. Lo siento en la tierra. Lo huelo en el aire. Pero, ¿y en el movimiento obrero? Mucho se perdió entonces y pocos viven ahora para recordarlo. ¿Cómo se debe adaptar el movimiento obrero a la crisis ambiental que estamos afrontando?
Hasta ahora, en términos generales, los sindicatos se dedican a las cuestiones laborales y las organizaciones ecologistas a la crisis ambiental y climática. Esta esta división del trabajo político nos lleva a entender como normal una división entre mundo laboral y mundo natural, perpetuando la falta de entendimiento y de coordinación para superar la actual crisis ambiental. Este dualismo, que tanto Marx como Engels combatían, se desvanece entendiendo que la división entre mundo natural y las formaciones sociales está mediado por el trabajo.
Las formaciones sociales toman de la naturaleza los valores de uso que ésta nos brinda y mediante el trabajo transformamos esos valores de uso en otros que nos ayudan a satisfacer nuestras necesidades. El capitalismo estos valores de uso obtenidos del trabajo los transforma en mercancías con el único objetivo de lucrarse. Es ahí donde comete todos los atropellos contra obreros y biosfera. Lo que ha llevado a romantizar modos de producción previos, pero no caigamos en este romanticismo: ni los obreros vivían felices ni la biosfera era respetada por una especie de vínculo primitivo.
Por tanto, como aprendimos de Marx y Engels, hay una contradicción principal en las formaciones sociales capitalista: la contradicción capital/trabajo. Pero podemos intuir que no es la única contradicción. Para algunos intelectuales, como el recientemente fallecido James O’Connor, existe una segunda contradicción: la contradicción capital/naturaleza. Con esta contradicción se trae a la palestra la capacidad que el capitalismo tiene para destruir sus propias condiciones de producción. Es decir, destruir su propia base material, la biosfera, donde se desarrolla la vida en este planeta.
Sería un error por nuestra parte pensar que los ideólogos al servicio del capital no consideran estos problemas medioambientales. No todos en el bando burgués ignoran que estamos afrontando un escenario catastrófico para nuestro planeta que amenaza nuestra existencia y tratan de darle respuestas desde la lógica capitalista. Por ejemplo, en los años 70 el economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen hizo una crítica a la economía de su tiempo por no considerar los desechos (mediante la incorporación de las leyes termodinámicas a la economía). De él surgen los seguidores del decrecimiento y la economía ecológica (que para nada cuestiona el capitalismo). También conceptos que usamos tan alegremente como desarrollo sostenible.
En la era del cambio climático tenemos otro ejemplo de economista que trata de solventar estos problemas bajo las leyes del capitalismo. Sir Nicholas Stern advierte que de seguir ignorando el cambio climático las pérdidas económicas serían mayores que el actuar contra él. Así desarrolla todo un entramado económico y político para hacer una transición a energías renovables. De él salen las ideas de regular, impuestos a las emisiones de CO2 y los mercados de carbono. También sostiene la idea de que tener una dieta vegetariana ayuda a combatir el cambio climático.
Considerando todo lo expuesto, sólo una lucha en la que se liguen las demandas de los obreros con la de los ecologistas puede dar respuesta a lo que desde los ideólogos al servicio de la burguesía proponen. La pregunta es: cómo se ha de abordar por tanto desde los sindicatos y otras organizaciones obreras las contradicciones capital/trabajo y capital/naturaleza. Desde luego la respuesta no es nada fácil pero seguro que no es como se está entendiendo. Por el hecho de demandar el uso de energías renovables, o avisar de los posibles efectos del cambio climático a los trabajadores o la repercusión a la exposición de sustancias tóxicas se está abordando este problema. Un entendimiento y frente común de las organizaciones obreras con los ecologistas es fundamental para poder combatir el capitalismo.
Manuel Varo